Tu outfit nunca está completo sin una sonrisa.

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Sentado a la derecha de David, se encontraba un joven de 23 años, muy, muy alto de cabellera oscura, ojos marrones y piel blanca, con el pelo peinado con gomina para intentar controlar la tendencia del siempre rebelde cabello, el cual se había negado a cortar en demasía a pesar de su tendencia a dirigirse hacia su rostro impidiendo que sus hermosos luceros pudiesen ser apreciadas.

Él provenía de un pequeño pueblo en el que no pasaba nada, una familia de clase media baja que siempre se esforzó para que no le faltara nada a pesar de nunca poder obtener lo que querían. Gracias al afán de sus padres pudo formarse en el ofico de soldador, tenía un modesto empleo asegurado e incluso una novia, pero todo aquello distaba de sus ambiciones, el quería conocer ciudades grandes, gente de mundo, experimentada y deleitarse con placeres nuevos, ya que los de su natal ciudad los había conocido todos, a penas se abrió la ventana, se apresuró en huir lo más lejos posible sin escatimar ni detenerse en las personas ni las cosas que dejaría atrás.

Su empleo actual, asistente de David lo consiguió con lo que podía definir entre una mezcla de buena y mala suerte, ya que le fue fácil quedar, pero no se podía imaginar una actividad menos excitante que la de servir al pelirrojo. Se suponía que lo que debía hacer era cuidarle el culo, pero qué sentido tenía custodiar a alguien que podía salvar el pellejo de ambos y el de Vladimir Putin si quería, su día, en ocasiones se resumía en estar todo el día a su lado y a veces ser enviado a preparar café para encontrarse siempre en el regreso con el irritante aroma del humo reciente de papeles quemados, pero por lo menos le permitía ganar una cantidad decente de dinero con un esfuerzo mínimo y, en sus horas libres, recrearse en la bohemia de la ciudad más importante del país.

A pesar de ser un recién llegado, ya se había podido aproximar a círculos de todo tipo de gente, aspirantes a artistas, jóvenes rebeldes, personas acaudaladas, pasando por todo lo que había entremedio. Contaba con una llave especial que le permitía abrirse paso en cualquier lugar ya que a pesar de que no pudieses ver los ojos que se ocultaban tras su espeso y liso flequillo, tu cerebro era sutilmente ablandado por su carisma y en tu retina siempre quedaba la marca de la sonrisa más linda que pudieses haber visto en tu puta vida.

Llevaba solo algunos meses en el nuevo lugar y ya se había llevado a la cama a varias mujeres de las cuales ni siquiera recordaba el nombre, con las cuales consumía cosas que tampoco sabía nada, pero no podía negar que se lo estaba pasando bien.

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