Bye

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Luego del trabajo, Alex arregló su bolso rápidamente y luego se dispusieron a dormir lo que quedaba de tarde, ya que a la noche Dave debía hacer guardia. El pelirrojo acomodó su cabeza sobre el pecho del más alto y se durmió sintiendo los latidos de su corazón y el leve masaje que este hacía sobre su cuero cabelludo mientras tocaba su suave cabello. Alex quiso tomar una siesta también, pero no podía, solo se limitó a observar el lento expandir y contraer del abdomen y costillas de Dave y mirar en el espejo su rostro relajado, parecía inocente, esas personas del otro lado del vidrió sin lugar a duda no podían ser ellos.

A la hora señalada Alex se fue en soledad hacia el lugar donde partiría su bus, Pensó que tal vez el otro no quería evidenciar la condición de ambos, pero en verdad Dave no estaba para eso, de verdad no quería compartir ese momento con Alex, quería que la noche se pasara rápido y su amante llegase pronto a cumplir con su misión.

En una vez en el bus, el más alto cubrió su cabeza y cerró los ojos para intentar dormir, pero no pudo lograrlo, su cabeza se encontraba inquieta, además, su calor corporal se escapaba por la ventana debido a que la calefacción estaba apagada, así que su cuerpo temblaba y sus mandíbulas tensas hacían rechinar sus dientes. La imagen de Dave y la de todas sus amantes se le venían a la cabeza y le hacían sentir turbado.

El pelirrojo en tanto caminó en soledad, hasta llegar al lugar donde Caroline brindaba sus shows, la música sonaba fuerte y la imaginó bailando, siendo presa de la mirada de todos. Encendió un cigarrillo, esperó allí fuera hasta que llegó al filtro y se fue.

Al llegar la mañana entro a casa con total silencio se lavó los dientes, se desvistió completamente y se introdujo en la cama despacio, cayendo dormido con prontitud.

Al despertar, el corazón de Caroline pegó un brinco al sentir una presencia extraña, pero se calmó al reconocer en ella a su esposo, él despertó, observó su maquillaje corrido y sonrió.

- Buenos días. – Saludó el marido.

- Tengo hambre. – respondió, él volvió a sonreír.

- Y yo muchísimo sueño.

- Debería matarte por asaltar mi cama mientras dormía. –

- Puedes. Sí puedes. – articuló Dave en tono, volumen bajo y los ojos cerrados, quedándose dormido rápidamente.

Caroline se sintió tentada a ahogarlo y matarlo con la cabecera, pero solo sintió ternura al ver su rostro relajado y exhausto.

Al despertar, el pelirrojo encontró a la rubia a su lado leyendo un libro, notó que se había arreglado y lucía linda, se fue al baño, se lavó los dientes y al regresar le abrazó por detrás.

- ¿ya comiste, amor? – susurró en su oreja.

- Claro, a las niñas no nos llevan el desayuno a la cama, solo que se me apetece algo dulce, ¿qué tal el postre? – dijo la mujer con doble sentido.

- Pues sí, también tengo ganas de comerte. – respondió besando su cuello. Las cosas comenzaron a calentarse con velocidad. Por algún motivo ninguno de los dos se hacía los debidos cuestionamientos, ni siquiera parecían tener ganas de sacarse cosas en cara.

- ¿qué haces buscando sexo en mi cama en vez de irte a pelear a la guerra?

- Incluso yo sé que esa guerra no tiene sentido ni sustento, ¿por qué arriesgar mi vida por ese pedacito de tierra?, ¿por qué arriesgar mi vida para complacer a gente de mierda? – preguntó.

- ¿qué no sabes que David cayó en desgracia por acostarse con Betsabé mientras se suponía que debía estar liderando la guerra?

- Tal vez su auténtica desgracia fue mandar a morir a su mejor hombre para quedarse con la mujer que más amaba.

La de ojos azules sacó sus conclusiones de forma rápida y supo de inmediato la razón de la repentina reaparición del otro, pero no quiso perder el tiempo investigando el paradero de su enemigo.

Dave sintió cierto malestar carcomiéndole la conciencia, guardó silencio un instante, pero se apresuró en buscar consuelo en ella, mamando de sus pechos como si en verdad fuese a obtener su alimento de ellos, la mujer, que llevaba algún tiempo privándose de su placer favorito, sintió como la humedad y el calor aumentaban entre medio de sus piernas haciéndole sentir que necesitaba llenarse introduciendo el pene del otro en su vagina con urgencia.

El pelirrojo extrañaba su interior húmedo, la textura suave de su piel que en algunos sectores se sentía como de durazno, lo fácil de movilizar que era su liviano cuerpo, sus gemidos excitantes y su voracidad en la cama.

Ella le quitó el boxer y observo aquel pene erecto y venoso que siempre parecía estar listo y esperando por ella, sacó un condón de su mesita de noche y se lo puso, su apariencia se le hacía apetitosa y quiso probarlo un poco. Dave quien solía guardarlos en su propio cajón, supo que allí era donde guardaba los preservativos que utilizaba con sus amantes, así que se le quitaron las ganas y se lo comunicó. Ella, actuando como una mal criada, se enfureció y bufó producto de aquella calentura que no le sería resuelta.

- ¿A qué has venido si no es para estar conmigo? – Reprochó furiosa.

- He venido solo porque tu estabas, pero no puedo dejar de pensar en tus amantes.

- Y yo no puedo dejar de pensar en ti cuando me entrego a ellos. Ya no lo soporto, Dave. – gimió como implorando.

- ¿Tanto así me deseas?

- Quiero que me hagas mierda. – imploró, Dave se puso de pie, se agachó un poco, la cargó desde los muslos, la apoyó contra la pared y ambos cooperaron para que el pelirrojo le penetrara apropiadamente, entonces comenzó a embestirla lentamente mientras ella suspiraba su nombre en forma de suspiros y gemidos agudos y graves mientras el hombre aumentaba su velocidad y su fuerza y también se aventuraba a hacerla ascender y descender con sus propios brazos

WarsawDonde viven las historias. Descúbrelo ahora