Gritos

86 8 3
                                    


Esos recuerdos le invadían en fechas, en momentos, evocados por cualquier cosa, por que jamás abandonasen su memoria hacía de todo, como esa vez que follo con Caroline mirándole a los ojos insistentemente, demasiado cerca, imaginando que la mirada azulina era de otra persona, buscando hallar a Ian en algún sitio.

A veces lo recordaba cuando se miraba en un espejo, veía sus propios orbes y le parecía que algo de él había, pero que no era solo la mirada, mas no podía identificar qué.

Justo ahora se sentía aprisionado por sus pensamientos, cargado, era como si algo en su interior amenazara con explotar y necesitara sacarlo de ahí, nunca había encontrado una descarga mejor que el sexo.

A su lado estaba Alex, a veces Alex le irritaba tremendamente, ahora se encontraba recostado leyendo una revista, "¿por qué mierda no lee un maldito libro de una puta vez?, ¿para qué perder el tiempo leyendo esas mierdas?", se preguntaba, pero aún así seguía siendo su primera elección.

Llevaba bastante tiempo con la mirada clavada en el techo y expresión apesadumbrada, pensando en el pasado.

El de ojos marrones le observaba a ratos

- ¿Aún piensas en ella?- Preguntó mientras se animaba a acariciar su torso descubierto.

- No intentes consolarme más. Sé que follaste con ella en la oficina...

- Perdóname, yo...-objetó sorprendido Alex alejándose.

- Sé... sé muchas cosas, cosas que no sabría si no fueras tan evidente... conozco tu aroma y conozco el de ella, si no fueras un cerdo y limpiaras, aunque fuera un poco...

- Lo siento, yo...- intentó excusarse Alex.

- No importa. Si estoy aquí, es porque no me importa y si no hago preguntas es porque no necesito saber, de cualquier modo, era parte del trato... no sé ni por qué te cobro sentimientos por ello...

Dave se aproximó y le quitó la camiseta del pijama con brutalidad, lo manoseo descuidadamente y procedió a quitarle los pantalones, Alex no le dijo que no, en ese estado mental jamás le diría que no a nada de lo que le propusiera y él lo sabía, así que no tuvo miramientos para ordenarle que se pusiera en cuatro y penetrarlo analmente sin ningún tipo de preparación, se introdujo con cuidado hasta el fondo, el de cabello oscuro se aguanto pegar un grito, mordió la almohada y soltó un par de lágrimas, pero su sufrimiento no duro mucho, la ansiedad de Dave era tanta que solo bastaron dos estocadas para venirse.

El pelirrojo se sintió frustrado. - ¡No!, ¡Ya no!, ya no sirvo más! – exhaló con fuerza, con las manos apoyadas en las caderas de Alex mientras se retiraba de su interior.

-¿Qué sucede, amor?, ¿qué tonterías dices?- preguntó Alex mientras se acomodaba.

- Ya vez lo que ha sucedido. Ni siquiera... soy alto pedazo de mierda. - Se sinceró. Hace tiempo que el sexo se había convertido en eso que lo hacía sentir válido y ahora, que las cosas no se dieron como quería, se sintió muy afectado. Se tumbó sobre la cama y se cruzó de brazos muy disgustado.

- No digas eso. Esas cosas pasan solo... – pronunció acercándose al de ojos azules

- Eso era lo único que yo podía darte... ya... ya podemos terminar con esta puta farsa de los amantes. Ve y búscate una mujer que te pueda querer bien y darte hijos. Ya yo mañana buscaré alguna opción.

-Yo- dijo Alex mientras se acercaba a Dave juntando sus cuerpos con delicadeza, dejó caer melifluamente su peso sobre él, pasó sus manos por debajo de su espalda y le abrazó sentidamente, intentando contactar al máximo sus pieles desnudas. – No te necesito para eso, eso no es lo único que quiero que me des, solo piensa en otra cosa. Sé que puedo hacer que me ames o al menos que te sientas bien. – susurró para a continuación dejar pequeños besos en su cuello y clavícula. Frotó su pene aún erecto contra la entrepierna de Dave dejándose llevar. – Te amo sin importar qué. Puedes volver con ella si eso te hace feliz. ¡Uh!- gimió mientras se seguía moviendo lento y sensual. – Yo voy a estar esperándote porque soy tu puta. Y te amo. –

El pelirrojo comenzó a masturbarlo y a acariciar su trasero, y su ano con cuidado. Esta descarga de sentimientos en verdad lograba intimidarlo.

Había pasado por mucho, comer observando perros muertos y putrefactos, comer sal a cucharadas y ser obligado a consumir su propio vómito, ser obligado a hacer cosas horribles, pero lo único que realmente le daba miedo era Alex y sus emociones, Alex y sus miradas, Alex y sus enormes manos acariciándole cada noche, su cuerpo entregándole calor en su espalda cuando hacían cucharita y sus cuerpos parecían calzar a la perfección, su disposición para amarle y dejarse querer.

Aún no podía confiar, aún no podía jurar, aún no podía decidir.

- Detente- ordenó- deja de moverte. Hazme el amor, Alex – continuó apartándole y ganándose en cuatro. -Tómate tu tiempo.

WarsawDonde viven las historias. Descúbrelo ahora