Warsaw

A domicilio

La aprobación del régimen dictatorial descendía cada día más, ya se encontraba por los suelos y la gente ya manifestaba su disconformidad con varias de sus políticas, por ese motivo quienes estaban en el poder a la fuerza encontraron la solución más imbécil de todas, una guerra, una guerra que sirviera para alinear al pueblo y despertar el espíritu patriota de las masas bajo la premisa que si les presentabas un enemigos externo el miedo haría que olvidaran que los auténticos adversarios eran quienes se encontraban gobernando el país.

Según el plan, una mañana declararon la guerra a una nación fronteriza a excusa de un pedazo de tierra.

Dave quien se encontraba enterado de todo, sintió la necesidad de proteger a Caroline, inclusive si un ataque a la ciudad aquel día era poco probable, así que envió a Graham a apostarse a las afueras de su antiguo hogar a tempranas horas de la madrugada.

El chico de lentes dio vueltas de un lado a otro fuera de aquel hogar, muerto de frío y luchando contra el entumecimiento de sus manos que se enfriaban y rigidizaban cuando sujetaba el arma en lugar de dejarla colgando, hasta que salió el sol y comenzó a calentar de a poco el ambiente.

La dueña de casa despertó y, como era su costumbre, lo primero que hizo fue abrir las cortinas para dejar entrar el calor del sol, lo hizo ventana por ventana, cuando fue el turno de la que iba a dar al patio delantero sintió enorme molestia al divisar a un uniformado a las afueras de su casa, ciñó una bata de seda a su cuerpo, se puso calzado, abrió la puerta y camino a paso rápido y violento hasta el portón para poder increpar a quien fuera que se encontrase allí ya que suponía que había sido enviado por quien a pesar de ser oficialmente su marido, ya comenzaba, con mucho dolor, a considerarlo un ex.

El escándalo de sus pisadas fuertes hizo que Graham se volteara a ver que ocurría permitiendo a la rubia observar su rostro pálido, ojeroso, cansado y sobre todo juvenil como el de un niño, cosa que hizo que la de ojos azules bajara los ánimos y le saludara de forma más cortés.

Una vez presentados invitó al castaño a entrar a su casa.

- ¿ya has comido? - consultó la mujer.

A los que el otro dio una respuesta negativa, motivo por el cual la dueña de casa preparó café para ambos y un sándwich para el chico, puso la comida en la mesa de centro y convidó al otro a tomar asiento.

Hubo un largo silencio que Graham aprovechó para observar detenidamente la sala de estar hasta que una fotografía llamó su atención.

- ¿Conoces al capitán Rowntree? – preguntó el más joven al observar una fotografía del pelirrojo donde lucía particularmente feliz.

- ¿así que efectivamente fue él quien te envió a molestarme? –

- Me pidió que te cuidara, ¿Qué parentesco tienen ambos?

- Soy su esposa, bueno, exesposa

- ¿exesposa?, él solo me ha comentado que se ha casado una sola vez y que de hecho jamás se ha separado ni piensa separarse de esa mujer. – rebatió dubitativo Graham.

Aquella afirmación provocó un dejo de ternura que apretó un poco el pecho de Caroline la que escondió debajo de una capa hostil.

- ¿Ya te la metió el desgraciado este? - indagó la mujer en tono beligerante.

- ¿De qué hablas?

- De que si este hijo de perra ya ha intentado fornicarte por el culo como tanto gusta.

Grems abrió sus ojos en sobremanera haciéndolos ver más grandes de lo que ya eran. -oh, no. Por supuesto que no.