Could I?

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Graham Salió del regimiento de inmediato, tomó el bus a casa, al llegar a su hogar detuvo su andar tras la puerta, se preguntó si valía la pena preocupar a su madre, pero supo que lo mejor era darle la posibilidad de verlo una última vez.

Inspiró con fuerza percibiendo el aroma de los arbustos que adornaban la entrada y aviso su llegada golpeando, eran las once de la mañana y la mujer se encontraba limpiando, abrió la puerta y una sonrisa se dibujó inmediatamente en su rostro, Graham correspondió el gesto fingiendo alegría con éxito y se abrazaron fuertemente.

- ¡Hijo, qué alegría el verte! – dijo la mujer tocando las pálidas mejillas de su hijo.

- Lo mismo digo madre. –

- ¿ya has comido?, Toma asiento y te preparo algo.

- Gracias, ma. – respondió valorando el gesto, sintiéndose como quien acaba de recibir la noticia de alguna enfermedad que prontamente acabaría con su vida. Observó como su madre le cocinaba con esmero y olisqueó el aroma en el aire y como iba cambiando según su madre añadía especias e ingredientes al guiso, una vez terminó d cocinar, sirvió dos platos de comida y se sentó justo en frente de su retoño, clavando sus ojos en aquella carita que a pesar del paso del tiempo, le parecía tan tierna y tan frágil como la primera vez que la vio y aunque sospechaba el motivo de la visita, decidió ignorar su instinto y que fuera su propio hijo quien le dijese el motivo por el que se aparecía a una hora en la que debería estar trabajando, con esperanzas de que se lo hubiesen mandado de vuelta por algún defecto de fábrica, por debilidad de espíritu, por sobre cupo o alguna estupidez.

- Da gracias por los alimentos, Grah. – ordenó la mujer intentando ganar tiempo y rezar por otras cosas de paso. - ¿a qué se debe la sorpresa, mijo? – cuestionó.

- Mañana me voy a la guerra, mamá. – pronunció, e inmediatamente se metió una cucharada de garbanzos en la boca para distraerse.

- Te lo prohíbo. – respondió utilizando el viejo tono con el que solía reprenderlo cuando verdaderamente era un niño, como si pudiese domarlo como en antaño.

- Sabes que si no voy me van a fusilar por traición a la patria, no tengo opción.

- Que vayan otros, ¿por qué tendría que ir mi hijo? – consultó alterada.

- Porque... ¿Recuerdas?, ¿recuerdas cuando les conté mi sueño?, porque obtuve todo lo que dije que quería, aunque no supiera de que mierda estaba hablando.

- ¡Groserías en esta casa no! – gritó la mujer encontrando al fin una excusa para golpearle por ser terco y tal vez despabilar ella misma de la pesadilla que estaba soñando. Fue una cachetada de golpe seco y en el mismo lugar donde Dave había dañado con anterioridad. El joven simplemente posó su mano sobre su mejilla y abrió la boca levemente, como intentando acomodar su mandíbula. – Lo siento, hijo yo... - intentó excusarse en un hilo de voz más no pudo completar la frase porque las palabras abandonaron su mente.

Siguieron comiendo lentamente hasta acabar, momento en que Graham decidió subir a su habitación a echar un último vistazo a lo que solía ser su vida antes de entrar a la academia militar, se maldijo por haber tenido una ilusión tan idiota y bajo para abrazar a su madre que se encontraba sentada con el rostro compungido.

- Adiós, Ma. – dijo soltándola y saliendo raudo de su hogar para ahorrarse ver esa cara de sufrimiento y escuchar en directo aquel llanto que ahora se escapaba por las rendijas de la puerta y cada agujerillo de cualquier sector que no lograse aislar el sonido permitiéndole colarse para llegar directo a los oídos y los sesos de Graham.

La siguiente parada serían los brazos y la casa de Damon.

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