Do you wanna come in?

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A pesar del mal entendido y lo accidentado de aquella primera noche, Graham no se fue, decidió quedarse en aquel lugar todo el día, sabía que estaba mal quedarse en el hogar de un desconocido y tomarse esas licencias, pero era él único lugar seguro donde podía estar y no pudo ver en Damon signos de incomodidad o alguna señal que le dijera que tenía que abandonar el lugar, muy por el contrario, le sentía ameno y hospitalario, los temas de los que le incomodaba hablar estaban muy lejos de ser de su interés y le hacía reír en sobremanera, de cualquier cosa, con su torpeza, de cualquier chiste,

Así que se dirigieron a un almacén por un paquete de tallarines y eso, más algunas tazas de café fueron el menú del día.

Hace tiempo que Damon no se sentía tan acompañado, ni Graham tan acogido.

Llegó la noche y ni el castaño se quería ir ni el rubio quería que se fuera, así que esta sería una pijamada oficial, fueron por dos litros de cerveza, los cuales bebieron lentamente mientras hablaban, impresionados por la facilidad con la que fluían las palabras y las verdades hasta que les venció el sueño.

Y cuando al fin fue domingo, el de cabellos castaños volvió al regimiento con deseo y promesa de volver la siguiente semana y así fue, paso aquel viernes, el siguiente sábado el subsiguiente domingo.

Un día decidieron beber vodka, al de ojos cafés, con poca costumbre de beber en demasía se le subió rápido a la cabeza, se recostaron en el colchón y utilizó el pecho de Damon como almohada, de pronto se acomodó, elevando su rostro por sobre el del rubio y le examinó de una forma que hizo que se incomodara.

-Eres lindo. Un amigo me dijo que eres gay, pero no le creo. ¡Qué pena sería porque eres muy lindo!, debes follar como si naciste para eso.

Damon le miró, primero ofendido, luego sorprendido, pero su asombro alcanzó la cima cuando sintió sus labios siendo suavemente acariciados por los contrarios, en un intento de beso que la torpeza y la falta de experiencia no dejaban concretar.

- ¿Ves que es mentira?, nos podemos besar y no pasa nada, porque somo hombres, nos besamos y yo sigo siendo heterosexual. Y tú igual. – Fue lo último que dijo el de ojos marrones antes de acomodarse para dormir. - Buenas noches, amigo. –

- Buenas noches. – respondió el de ojos azules, sonriendo y con tono divertido. Sus momentos de osadía comenzaban a agradarle.

A medida que pasaba el tiempo de conocerse, se compenetraban cada vez más, mientras más solo y fracasado se sentía Damon, más necesitaba al castaño, mientras más aislado, segregado y frustrado se sentía Graham, más requería de la compañía del de ojos azules.

Todo siguió avanzando por ese camino hasta que un día todo se tornó raro, el estrés que ambos vivían se tornó en una calentura extraña, un deseo con claro destinatario y una idea obsesiva por el cuerpo del otro,

Aquel viernes Damon esperó con las cortinas cerradas y al entrar el abrazo típico fue cambiado por un portazo y un beso ansioso en el que por primera vez permitieron que sus lenguas contactaran, acariciaron sus pieles cuanto pudieron y se despojaron de la ropa rápidamente. Al sentirse desnudos, les invadió una especie de temor, estaban frente a una frontera, un punto de no retorno y dos opciones: detener todo esto y seguir con la vida tal cual como era, o continuar entregándose a aquella pasión, afrontar el miedo a lo desconocido y ver que había más allá del deseo.

Optaron por seguir explorándose, aunque ninguno sabía muy bien que hacer, ninguno poseía el instinto. Muy por el contrario de lo que pensaba Graham, Damon era virgen, aunque el rubio si que acertó en su juicio, el castaño era demasiado inocente como para saber; así que tocaron al otro como gustaban tocarse a sí mismos en la intimidad, suponiendo que al contrario podrían agradarle cosas similares.

Se acomodaron frente a frente y las manos propias acariciaban el pene contrario con delicadeza, intentando recordar sus propios mapas de placer y asó tal vez guiarse para encontrar los puntos dulces agenos.

Cuando la inseguridad hizo dudar a Graham, Damon se volvió más dulce, siguió acariciando su falo, pero con una suavidad que hacía el movimiento casi imperceptible, hizo que el de ojos oscuros apoyase su mejilla en su pecho y besó su cabello.

- ¿quieres que acabemos con esto? -

-mmm..., No.

- ¿No te agrada? -

- ¡Me haces sentir tan bien que no sé qué hacer conmigo mismo! – exclamó, ciñéndose más al rubio para dejarse llevar hasta ser inundado por un exquisito orgasmo. -Por favor, deja que te haga sentir lo mismo. - pidió mientras sujetaba aquel pene algo más grande que el propio y le brindaba el mejor masaje que podía. -

-Yo también estoy esperando a que me ames como yo te estoy amando. – sentenció para por fin quedarse en silencio y disfrutar de ser estimulado por el otro. 

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