Capítulo 34 "La vecina"

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Siete de la mañana.

—Lucas...Lucas—Intentaba despertarlo agitando su hombro—¡Lucas!

—Queeeeé—respondió con pereza.

—Ya es de mañana.

—¿Y?

—Recuerda que estamos en una casa ajena y que ya casi está por regresar la propietaria legal.

—¿Y?

—¡Qué te levantes y te vistas ya!

—Sí, mi amor.—Acomodó la almohada debajo de su cabeza—En un momento me levanto.

—¡Lucas!

—Cinco minutos más, te lo juro—respondió y me dio la espalda.

Decidí no darle mucha más importancia a la vagancia de mi novio. Torcí los ojos y soplé sobre un mechón de cabello que andaba estorbando delante de mis ojos. Me levanté de la cama envuelta en una de las blancas y suaves sábanas.
Abrí la puerta del cuarto sigilosamente. Tengo que admitirlo.
No habría sido apropiado, ni agradable que Sofía o Jackson me hubiesen visto en aquella situación: semidesnuda, con los cabellos alborotados a más no poder y con un chico tirado en la cama.
Asomé la cabeza a través del marco de la puerta. Miré a la derecha, a la izquierda, otra vez a la derecha...

—¡Bien!—susurré para mí—Al parecer no hay testigos por aquí.

Salí por completo de la habitación y caminé hacia la sala. Allí estaba mi bolso. Dentro tenía ropa limpia. Fui hasta el baño para darme una ducha mañanera.
El suelo estaba muy frío y algo húmedo. La fragancia del gel de vainilla aún estaba impregnado en el ambiente. Cerré la puerta detrás mío. Me recosté contra ella con los ojos cerrados. Recordé la noche anterior.

Pasé junto al espejo para mirarme

—¿Cómo es posible que este cabello se me desordene tanto?— protesté mientras apartaba el mechón de antes, y a unos amigos que había invitado a mi cara—¿Será una maldición?

—No seas tonta—Señaló la Natasha del espejo—Tu pelo es el reflejo de lo que te hizo Lucas en este baño, hace unas horas.

—¡Bien, me volví loca! Ahora mi reflejo me habla—ignoré sus honestas palabras. Me metí a la ducha. Dediqué a mi cuerpo un refrescante baño.

Toc...Toc...Toc.

Estaba vestida y secando mi cabello con una toalla cuando escuché el sonido de la puerta.

—Si es Sofía puedo dar mi vida por acabada—Mi sangre se enfrió por un instante, pero luego recordé:—Ella tiene las llaves de su casa, ¿para que llamaría?

Caminé a la puerta principal. Observé a través de la mirilla. Había una señora mayor del otro lado. Era una abuelita de cabellos pálidos.
Asumí que sería alguna vecina que quería un poco de azúcar, sal, alimento para sus posibles cuarenta gatos o la clave del Wi-Fi. En resumen, pensé que era inofensiva.

Abrí la puerta.

—Buenas días señora. ¿En qué puedo ayudarla?

La anciana al principio no contestó a mi saludo. Con una mirada acusadora, me analizó de arriba a abajo.

—Buenos días, hija.

Pasó por mi lado de forma tan brusca que chocó contra mí.

—¡Auch! Tenga cuidado señora, por favor—sobé la zona del golpe con mi mano.

—Mi nombre es Francisca, y soy la vecina del piso de arriba.

—Y yo soy Natasha—respondí haciendo aún gestos de dolor.

"Entraste a mi Vida" [Terminada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora