Capítulo 2

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—Tiene razón, no es necesario esa cosa podemos transportarla —otro habló.

—¿Y ustedes quiénes son? —comenzó Aurek.

—Puedo ir sola. Largo, no quiero saber nada más sobre ti —señala a Felicia.

—Sé que es difícil, pero nadie como tú contra Black —animó Felicia y aterrizó.

—Me niego a ir contigo —negó dándose media vuelta.

—Christian, ayúdame —jala al susodicho.

—Fátima, todo está en peligro con ella —advirtió el moreno.

—Se acaba, y me voy —aclaró la menor de estatura.

—Excelente —la pelirroja se emocionó.

Saltaron al portal para después caer en un bosque donde caminaron unos cuantos metros hasta llegar a una cabaña muy acogedora. Aurek ya no quiso acompañarlos.

—Siéntete en casa —abriendo la puerta.

Thomás Homei los recibió, dentro de la casa todo estaba bien ordenado.

—No me vuelvan a dejar solo en la cocina; se me quemaron las papas —Tom miró a Faty—. ¿Aceptó? Creí que después de lo de... —dejó al aire la frase.

—Ni lo menciones —dijo Faty, inspeccionando el lugar. Se formó un silencio.

—Incómodo —musitó Christian.

—Ni lo menciones, hermano —de la misma manera, su compañero contestó.

Aclararon sobre la distribución de la casa. Al día siguiente, Faty quería explorar el bosque, creyó que no había despertado nadie, pero el grupo salía a cazar para comer y entrenar desde muy temprano. Prosiguió con su caminata, a lo más allá se podía ver una cascada, se mantuvo ahí por unos momentos para retornar a la cabaña. Ya habían llegado para ese instante; olía mucho a carne recién cocida, nada cambió de un día para otro.

Dos días más pasaron. El tiempo se sentía lento, Faty no lograba pegar un ojo; tenía que saber qué hacer cuando se encontrara a Black. Se encaminó al campo para observar el cielo, ahí, también estaba Felicia mirando hacia arriba.

—Tampoco puedes dormir —señala un lugar para sentarse—. Por ahora te pido que hablemos, ¿sí? —volteó a verla—. Y, si quieres, podría escuchar la canción de Si vuelvo a nacer.

—Falta un instr... —fue interrumpida por la pelirroja.

—Toma —enseñó el instrumento—. Sé que es maravillosa —sonriendo, Felicia hace entrega de una guitarra.

—Se parece a la original que no he visto en bastante tiempo —menciona mientras inspecciona el objeto.

—Es la original sólo que con algunos raspones del tiempo.

—¿Por qué la tenías tú? Lo último recuerdo con ella es que la extravié.

—Meses previos a la fiesta, estaba por volverme loca; algo me lo impedía y, esto —alza la guitarra—, fue lo que por mucho guardé. Aunque te odiaba, eso me mantuvo cuerda, pero resultó inservible —mirando el cielo estrellado.

Los recuerdos se movían, la armonía las unía.

—Sí que es hermosa.

—¿Te sabías la letra? —apartó la herramienta.

—Estuve ahí, ¿recuerdas? —dijo, radiante, Felicia—. Aparte, Tom y Christian me enseñaron algunos vídeos de la presentación.

—¿Cómo es que siempre revives? —suelta—. Intento enfadarme contigo, mi corazón se rehúsa —suspira—. Así que prometo que ésta vez te mantendré segura. Jamás me alejaré, pero me iré con mi familia.

—Con Karl en vida, simpre lo haré, también con Butterfly Bones nada es seguro —desvía la vista—. Respecto a irte, calma, tenemos bastante por resolver.

Se acostaron, el sueño las invadía. Amaneció soleado, Chris y Tom no estaban, los buscaron alrededor de la casa, ni rastro alguno. De pronto, por la parte sur, se oye una explosión; alertadas, fueron a ver que sucedía: las esperan afuera para darles una noticia.

—Cucaracha, ya sal, sino alguien sufrirá las consecuencias —risa psicópata por parte de una chica.

—Cállate, Dalila. Ya saldrá —se molestó un musculoso.

—Espero, Estarrosa, no tengo todo el día para buscar un un insecto. Además, por qué hacemos esto si ella ya tiene lo que quiere —malhumorado un azabache, expresó.

—Ustedes si que no aprenden, ¿detrás de Black, ovejitas? —apareció Felicia.

—No te interesa, cierra la boca —vociferó el peli-negro.

Zeldris le golpeó en el vientre, Felicia escupió saliva arrodillándose.

—¡Basta! —exclamó Faty interponiéndose.

—Hasta que dignas en llegar —articuló Dalila.

—Ella me pertenece —pronunció, la castaña claro—. Serán canallas.

—Será que ahora si nos enfrentaremos de verdad —pretendiendo atacar, la persona, se pone en una posición.

—El día llegará, Zeldris, el día llegará —miró a su alrededor—. Por el momento, nos retiramos.

Sujetó a Felicia, se la coloca en los hombros y corre.

—Estás pesada —Faty se quejó.

—No estoy tan gorda —protestó y trató de bajarse—. Yo los distraeré, busca a los pecados. Me dieron un rayo —se sujeta el estómago—. Corre, ve con los Sakamaki ellos saben cómo puede volver a ti: Demon.

Se adentró a la parte profunda del bosque. La época cambia a la que vestidos de encaje para mujeres y los varones con sombreros con pantalones formales; están de moda.

Unos muchachos iban caminando con otro vestir más rudo. Se acercó a ellos, dijo que si la podían llevar con el rey; le dijeron que sí confundidos, su trabajo atender a los paisanos. Al llegar al castillo, el rey Baltra estaba ahí; al verla, reaccionó.

—Mira quién a vuelto a visitar a este viejo —alegró.

—Seré directa, ¿dónde están los pecados? De antemano, me disculpo por la pérdida de tiempo que le estoy causando —haciendo reverencia.

—En el Sombrero de Jabalí —tose—. Por su cara no es por reencuentro amistoso, algo sucede —cambia su semblante a preocupado.

—En efecto —afirmó—, los Diez Mandamientos han regresado fuertes y, como siempre, estando detrás de Black —sintiendo un nudo en la garganta, continuó—. Por la circunstancia, debo tener mis poderes demoníacos, sino, no sé qué haría si les pasara algo.

—¿Les pasara? —dijo analizando.

—Tienen a una multitud —intentó explicar.

—Entiendo. Te podrías quedar, tenemos mucho espacio como te darás cuenta —le agarra un ataque de tos.

—¿Se encuentra bien? —palmeó la espalda del anciano.

—No te preocupes. Te llevarán, por mi condición es preferible quedarme.

El rey tuvo que llamar a un caballero para que la guie.

—Con él estarás segura —aseguró. Vio al caballero—. Cuídala bien, es alguien apreciado; queda en tus manos —despidió. Asintió aquel hombre.

Al salir del castillo nadie emitía ningún sonido, rato después se encontraron con la colina donde se podía ver una taberna. Entraron y al introducirse inmediatamente estaban las mesas.

—A ver, a ver, a ver. ¿Quién quiere beber? —da pasos, secando una copa.

Break The Limit: Pesadilla Final  En EdiciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora