∆ Capítulo: 23∆

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—Jamás —se alejó.

—Piénsalo, no serás una creación mía, pero, aún así, pude introducir a los padres de esa mocosa —sonrió cínico.

—Y por tu culpa estamos en disputas con todo el mundo.

—Mi querida Felicia, no todo es mi culpa.

—Ah, ¿no? Explícame entonces como es que ella sigue allá, por qué sacaste a Subaru del trono, trajiste a los Diez mandamientos amenazando a Elizabeth. Y, para más, tienes en la cabeza coronar a Black.

Karl no se movió.

—¿Quién tuvo la voluntad de querer asesinarla? Fuiste la que quiso envolverse en venganza de tu hermana. Butterfly Bones nunca dejaste de ser.

Felicia helada quedó al escuchar lo último.

—Sino quieres que también te borre de éste mundo, puedes retirarte. Me haría un gran favor, ahora no quiero lidiar con ustedes.

Felicia se fue.

No le hizo caso a nadie; tenía que decidir si hacerle caso a Karl con romper con la maldición de ella —siendo el terror viviente de su mejor amiga— o rechazar y retornar a las profundidades.

En el oeste de BYL, Sebastián, preparado estaba para cualquier cosa que llegase a ocurrir a Karl para no dejarlo pasar.

Por la puerta trasera del castillo pudo escabullirse. En ése instante se encontraban Micaela y Ayano jugando en el calabozo, persiguiéndose el uno al otro. Sin percatarse de que alguien más estaba atrás de ellos, se fueron a casa guiando a Sebastián. Éste tocaría y, si lo reconocían, agradecería a la noche por la gran suerte y sino quedaría como idiota ahí parado sin saber que vocalizar.

Llegó el momento, dio tres golpes al portón, no sabía que hacer así que articuló «¿Hay alguien?»

Hasta el fondo del castillo estaba el rosal y detrás de éste la torre de la mamá de Subaru. El nuevo laboratorio de Merlín que no dejaba de usar.

Hace un mes ya habían derrotado a los mandamientos y ni aun así se alejaba.

Los más cercanos fueron Reiji y Shuu.

—¿Quién es usted? —cuestionó con un tono de frialdad el azabache.

—¿Se encuentra la señorita Demon?

—No ha respondido mi pregunta —Reiji con un indicio de molestia.

—Sebastián Müller, antiguo sirviente de Karl —respondió con asco.

Reiji no supo que responder. Shuu que había estado escuchando, trató de recordar al invitado. Se le hacía conocido el nombre, pero, las cosas que sucedieron, han tapado la mayoría de sus memorias.

—Déjalo entrar —se sentó en el sofá.

El hermano menor se hizo a un costado.

—Les agradezco. Quiero hablar con Demon.

—No ha vuelto.

—Es verdad.

—Qué le anda por tenerla.

—Será por que todavía es una niña. Hay cuatro personas más que son jóvenes, ustedes ya pasaron de los veintiseis. Cada uno tiene una familia y además no deberían estar involucrados en esto. Espero que entiendan lo siguiente.

Subaru que regresaba del rosal, observó desde las sombras y, sin decir nada, oyó cuando los pasos se dirigían lejos. Huyó de nuevo a la fuente, cuando el piso comenzó a vibrar. Fue al jardín encontrándose en llamas la torre. Abrió tanto los ojos, se transportó justo en el núcleo del fuego. La entrada toda chamuscada, se convirtió en cenizas.

—Serás idiota, casi nos vuelas en pedazos —una voz chillona se hizo presente.

—Podemos conseguir que puedan ir adónde está una persona sin importar el espacio y tiempo —Merlín se concentró en lo ocurrido con el cerdo.

Subaru tenía un tic en el ojo derecho.

—Mis disculpas —tose—, rey. He encontrado la forma de traer a la niña. No ahora, el reino de Camelot está en peligro —Merlín sopla en dirección de una chimenea.

—¿Qué sucedió aquí? —Subaru, enfurecido, exigió una explicación.

—Verá, un ser que ha tenido la oportunidad de hacerle un rollo de emociones, accede a ir —explicó la hechicera.

—Dijiste cualquiera —el cerdo, chilló.

—Las características mencionadas son las preferibles para un caso como éste —cerró los ojos—, ya que los recuerdos pueden volver. Existe peligro si está sola, sería una explosión de sentimientos —cruzó los brazos—, y se desmayaría.

—¿Quién sería? —Subaru intentó buscar al elegido.

—Sus amigos, claramente. Hay una cuestión: una persona puede, si queremos que vayan tenemos que recolectar la suficiente potencia para transportarlos.

—¿Cómo lo vas a hacer?

—Con un objeto que quiera mucho o una muestra de ADN.

—A la casa.

—Exacto. Iré a seguir probando lo.

El rey la última vez que vio a los familiares de la castaña fue para la transferencia a la escuela nueva. Afirmar que encontraron un forma de traerla sería ilusionar les.

México - Puebla, doce con curenta y siete de la madrugada.

La familia Otero descansaba a excepción del abuelo. Trabajaba para tenerlo todo listo al día siguiente. Subaru no tuvo problema por saber dónde era el hogar.
Dentro de la casa se escucho ruidos, el señor titubeó si abrir o no, era demasiado tarde. Quitó el pestillo dejando libre. Antes de continuar con su acto asomó su cabeza sobre la ventana, prendió la luz del pasillo y lo distinguió en seguida.

—Jóven, buenas noches —saludó.

—Miguel, disculpas por la hora.

—No pasa nada mientras se trate de ustedes. ¿En qué le puedo ayudar?

—Un cepillo de Fátima.

—¿Para qué lo ocupa?

—Hay una manera de protegerla de dónde quiera que esté—proyectó una sonrisa falsa.

La señora que se había ido a acostar con el hermanito de Faty, despertó al oír el portazo de la puerta.

—Pasa y siéntate.

—Con permiso.

—Es un progreso —entrega el objeto.

—Muchísimas gracias. Me retiro, buenas noches.

En el laboratorio, reunidos para la prueba.

—Aquí tienes —entregándole el cepillo.

—Conforme a la semana será el día del envió —Merlín cerró sus ojos.

—Estamos a contratiempo. Karl no tardará en darle la corona a Black y, si lo hace, liberaría a todos los monstruos sepultados en anhelo de venganza.

—No hay que preocuparse; los chicos están cerca.

—¿Y qué les vas a decir?

—Por medio de un «sueño» —hace comillas—haré que la sigan, desconocerán en donde están, servirá para que no hayan preguntas. Pronto tendremos noticias.

—Como quieras, una catástrofe viene en camino.

Break The Limit: Pesadilla Final  En EdiciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora