• Capítulo: 21 •

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Cuando saltaron Bev y Faty, a unos metros se encontraba haciendo sus pedidos Mike. Henry y sus gorilas lo detectaron al instante y lo siguieron hasta el pequeño bosque para hacer pagar lo de hace unos días.

—Idiota, ¿crees que se me ha olvidado lo que tus amiguitos maricas me hicieron?

—¿Qué le haremos Henry? —malicioso, Víctor dijo.

—Devolver el favor.

Semanas antes de que Faty llegara, el Club de los Perdedores se había enfrentado a la Bower Bang.

Apoyaron a Mike sobre la grava, con el pecho abajo. Por un lado, Víctor y Henry lo pateaban; Belch y Patrick le metían rocas en la boca.
A lo lejos se oye una sirena de policía.

—¿No es tu padre? —dijo Belch.

—Cállate y sigue, no quiero que paren, ¿me oyeron? Iré a ver —vocifera.

Se asoma por los arbustos, la carretera estaba solitaria; sólo rió fuerte para regresar a su acto. Durante el trayecto, lo vigilaba Eso. Aceleró el paso, creyendo que es una ilusión.Mike no tenía de dónde sostenerse. Acabó todo cuando el canal expulsó desechos espaciales. Un líquido escarlata con el agua mezclada olía muy mal. Desde un principio a los bravucones se les hizo asqueroso, así que, corrieron abandonando al chico moreno ahí. A Mike le daba igual; no era la primera vez que veía algo así, pero recordó que Bowers estaba cerca de él.

El bully llegó a esa parte, nadie estaba. Un destello lo cegó; mirando hacia ahí, se agachó y contempló que era su navaja, profundo era el hoyo para sacar aquella hoja metálica. Con furia, trató de rastrear el olor del chico negro, ya era tarde se le había escapado. Importando le un bledo las extremidades, se quedó afilando su navaja con lo que encontrara.

—Eddie Kaspbrak al habla... Mike... ¡¿Qué?! —dijo exaltado—. Claro... Aquí te esperamos... Relájate... Sí... Adiós —colgó—. Chicos Mike lo vio de nuevo.

—Y-ya est-á Be-ev —dice Bill acabando de vender su brazo.

—Gracias Bill. Ya tardaron —dijo extrañada viendo el espacio en el que se fueron el dúo de amigos.

—Deben estar dándose amor —Richie imitó como si estuvieran besándose—, demos les tiempo.

—Bip-bip Richie —Ben riendo.

En la cocina, Faty y Stan están discutiendo.

—Cuál fue la razón para escabullirte de la escuela —dice mirándola a los ojos.

—Greta. No me quedaría viendo cómo hacen añicos a Beverly —evitó la mirada del chico judío—. No iré al baile.

—¿Por?

—Destruyeron la invitación, según ellas. No me afecta para nada —alzó los hombros.

—Sabes que es libre la entrada.

—Igual, tengo mejores cosas que hacer.

—Hey, bájale a tus tonos. No tienes por qué hacerte la desinteresada; yo quería ir contigo.

—Falta ropa para esos casos, la cual me evito.

—Veremos que se puede hacer después.

—No.

—¡Eres imposible! —Stan explotó y salió del cuarto.

Los otros que estaban fuera, escucharon el grito. Se abrió la puerta haciendo pegar un salto a algunos, se les quedaron viendo, ellos sólo se fueron a sentar en los sillones. Faty en uno individual y Stan en otro con Richie y Bill.

Tocaron la puerta, Mike venía escurriendo sudor por todas partes, con raspones en las rodillas, en la cara y un gran moretón. Eddie casi se desmaya al ver el estado de su amigo, para resistir tomó una bocanada de su inhalador.

—Arde mucho —mordiendo un almohada, Mike.

—Te mueves bastante, ¿cómo quieres que se baje la hinchazón? —Eddie pasaba una gasa con alcohol sobre la rodilla.

—¿D-d-dónde lo viste? —Bill ya no aguantó.

—Fue como si nos llamara. En los baldíos, el canal explotó con sangre. Antes Henry me atrapó y ahora todo me duele —Mike hizo una mueca de dolor.

—T-todos estén atentos sobre los movimientos, ya sean de Bowers o Bowie, incluso Eso, ¿de acuerdo?

Todos asintieron. Por un largo tiempo estuvieron así. Sin tema de interés, iban a jugar Monopoly, pero la mamá de Bill, les regaño porque ya era tarde y tenían que descansar. Aullaron y suplicaron quedarse, la señora los había soportado toda la tarde, era suficiente por el día.

—Hasta mañana, señora Denbrough —dijeron todos al cruzar por la puerta.

A la mañana, en las noticias y en los periódicos reportaron que habían encontrado un cadáver de un niño de aproximadamente ocho años decapitado, en la escuela Municipal de Derry. Las patrullas fueron llamadas al instante. Corrieron a todos los niños de la zona, estaba restringida. Suspendieron las clases y por ende en baile. Hasta nuevo aviso reabrirían. Los perdedores no se vieron hasta dos días después de lo ocurrido con el chiquillo.

Las charlas entre Stan y Faty eran nulas, seguían peleados. La chica de pelo corto se había encerrado en la habitación dejando al rulos fuera, y sin explicación alguna del por qué cerrarle la puerta en la cara, negó a abrirla hasta que los padres oyeron que estaban gritando, fueron por las llaves y la sacaron de las orejas. Una burla por parte del chico escapó de su boca al notar la expresión de odio sobre ella, volvió a una seria cuando su madre lo vio y les ordenó sentarse a cenar.

—¿Por qué tanto odio? —mientras llevaba un trozo de pastel a su boca, les protesta—. Hace unos días, estaban bien y ahora ni en pintura se quieren ver.

A Stan le recorrió un escalofrío por la espalda.

—Nada —dijo Fátima, miraba al mantel puesto en la mesa.

El señor Uris se mantenía inalterado ante la situación, sin hablar, concentrado en su apetito.

—Walter —hizo una pausa—, ¿estás bien, cariño? —la mamá retomó su comida.

—Son niños, es normal pelearse, Zarina —se levantó de la mesa y lavó su plato.

—Lo sé, sólo prevengo que de grandes estén pelee y pelee a cada rato por una estupidez.

—Mamá, lenguaje —Stan continuó, al fin dejó de jugar con la cuchara.

—Entonces, expulsen el motivo de su ley del hielo —Zarina tomó un bocado del pastel.

—Un error que tuve al meterme en una lucha de grandes.

—¿Dónde? —Walter se alteró apartando su lectura del periódico.

—En la escuela.

—Nadie la notó, ¿cierto?

—Así es.

—¿Te escapaste de la escuela? Fátima dime la verdad —Zarina explotó.

—Lo hizo, mamá, pero por eso no estoy enojado.

—¿Entonces?, ya me perdí.

—La niña es necia. Tengo que sacarte de los apuros, si te hubieran hecho daño estarías peor. ¡Ya van más de dos veces!—el muchacho se retira dejando el plato desde un inicio.

—Sí, me escape de clases.

—A la próxima aléjate, de acuerdo.

—Ajá —se levantó Faty llevando el plato al lavabo.

Después de levantar la mesa y limpiar, fue una noche larga.

Break The Limit: Pesadilla Final  En EdiciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora