• Capítulo: 15 •

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Bill se separó del grupo, presentía que pasaría algo malo. Se sentó en una banca cerca del bosque. En el área se hicieron presentes murmullos, haciendo que Bill se concentrara afuera y no dentro de su cabeza completa de fantasía.

—Bill, volveré —de aquello que lo llamaba, miró.

Muy extrañamente inició a chispear, el pronóstico indicaba que sería soleado todo el día. Al parar su camino, su mirada mostró asombró por la imagen: su hermano menor, George, estaba al frente de él. La descripción de la posición en la que se mostraba el niño era petrificante; éste alzó su vista para echarle un vistazo y sonreír le cínicamente haciéndolo estremecer. Bill recordó que él ya no estaba en la familia, y aunque lo extrañaba, jamás regresaría. Cerró los ojos y al abrirlos desapareció el chiquillo, en vez del él, se encontraba Pennywise, con manchas rojas en la mandíbula y en la parte superior de su traje. Riendo a carcajadas de tener a su presa; iba a lanzarse, pero justo Bill reaccionó y se echó a correr. Corría sin parar a cualquier dirección, el payaso lo alcanzó y se abalanzó sobre él en la grava atajándolo por los brazos y babeando en su cara, Bill le dio una patada liberándose del agarre y, sacando a rodar al adversario, supo que ya no le podía tener miedo al titiritero.

—A-aléjate, y-ya no te t-ten-g-go miedo —dijo firme.

—Si eso quieres, pero no escaparán tan fácil. No eres el único en Derry que tiene miedo —mofa—. Hazles un favor a tus amigos y huye conmigo —extendiéndole la mano.

—N-no, mis am-migos me necesi-tan y yo a ello-os.

—¿Cómo saber si son de confianza? —intentaba manipularlo—. A Faty la conoces muy poco y puede que sea falsa. Ella puede ser un peligro, oí que es un demonio.

—Cl-l-laro que n-n-no, es m-mejor amiga de S-s-stan.

—Te lo dejare a tu criterio, gran Bill. Tengo hambre y tú ya no me sirves —se marcha dejando un globo rojo flotando.

«Derecho, al festival.» Corría pensando en eso. Apresuró su paso a la zona donde se amontonaba la multitud, respira con dificultad; aprovechando el momento de detenerse, divisa a sus compañeros. Su visión se nubla y cae al pavimento junto con otra persona. El impacto fue brusco ya que los dos se desplomaron y tuvieron una situación incomoda. Un corto beso entre ellos. El chico estaba debajo de un cuerpo que al parecer era una chica, intentó ver las ropas y al reconocer se dio cuenta de quién se trataba: Faty. Creyendo que nadie los notó, se ayudaron a levantarse, rojos y con la mirada apartada, dijeron un torpe «Lo-lo siento».

—Rayos, Bill. Consigue un cuarto, ahí puedes desquitarte.

Malicioso, entrando con su novia de la mano, Henry se burla. Al fin creían que algo interesante pasaba en los perdedores. Un malentendido. El dúo trató de explicar lo que aconteció o eso quisieron hacer, de ningún modo les creerían.

—Neta, Bowers, ¿otra vez? —poniendo una cara de fastidio, la menor de estatura, cruza los brazos.

—¿Son pareja? —la acompañante del rubio, dio directo en el blanco.

—¿Eso te importa, Greta? Mejor... —Faty iba hablar.

—¿N-no? —tomó impensadamente a la chica castaña por la cintura.

La incomodidad incrementó con la oración del muchacho, lamentablemente ya no había marcha atrás.

—Nunca pensé en decir esto, pero eres un niño grande, Denbrough. Luego te aconsejaré sobre posiciones de satisfacción —Henry se tocó la entre pierna.

—Puerco —Faty rodó los ojos—. Bill, vamos, los chicos esperan.

—¿Vas a permitir que la zorra te mande? Eres un alfa recuérdalo —el rubio le susurró al oído dando palmeadas en la espalda.

Bill se puso nervioso y sonrojado.

—S-sí, ya v-v-voy.

—Faty, estúpida y basura de persona; estás a cargo de darle placer a un hombre, tienes mucho por aprender —Greta se apoyó en ella.

Se escuchó un click por la parte de atrás esto hizo que separaran de inmediato girando a ver quién lo había hecho. Stanley Uris estaba muerto por mantener la cámara en las manos al igual que los demás perdedores detrás, exceptuando a Bev que traía una cara seria.
Después de dejar en claro de que no están en una relación, al club restante de perdedores los perseguían diciendo «¡Voy a romper esa cámara, maruchan, tráela para acá!» y «¡Idiotas, me las van a pagar. No es lo que piensan!» y así siguiendo hasta tarde.

—¿Qué sucedió ahí? —Eddie sonrió inocente.

—Me caí y-y... —Faty inició.

—Y le diste un beso.

—No fue intencional.

—Ajá.

—Incluso Bowers te elogió: «eres el alfa recuérdalo» —imitó Richie.

—C-c-c-cierra l-la boca —harto, Bill, mencionó.

Al partir a sus respectivos hogares, entre la castaña y el rulos, el tema surge de nuevo. En la habitación de ambos, se oían murmullos.

—Sales con el tartaja, quién lo diría. Quiero ser el padrino de bodas, ¿eh? —Stan burló con un gesto.

—Dame esa maldita cámara —ella le pegó.

—Nop, nopitinopiti, nop —arrancó a correr.

—Stanley, dámela.

—Chicos, ¿qué sucede aquí? —preguntó el padre del rulos.

—Me tomó una foto sin mi permiso —Faty dijo.

—¿Y eso qué tiene de malo?

—Que no es una foto cualquiera —Stan dice con guasa.

—A ver —le entregan la cámara—. Ya tienes novio. Vaya, no creí que tan rápido se pasaran las semanas y ya lo besaste, ¿quién es?

—Papá, es Bill.

—¡Basta! Es mentira, actuamos por la situación. Cuántas veces te lo voy repetir —se empezó a enojar, la chica.

—Mi niña grande —Stan supuso llorar—, ya no crezcas.

Cayó la noche, los señores Uris se fueron a dormir mientras Stan y Fátima, seguían en las mismas.

—¿Quieres destruir la foto y acostarte?

—No. ¿Qué paso? —Faty suspiró.

—Después de que Bill se fue, nos dispersamos por todo el espacio. Yo fui por unas palomitas para apreciar el desfile. Apropósito, un señor muy alto se posó enfrente de mí —dio una mueca—bloqueándome el show —explica—. «Quieres venir conmigo pequeña». Dijo él. Yo respondí: «No gracias, tengo que volver con mis amigos.»

—Ajá —puso una mano en su mentón.

—«Pero ellos están conmigo, ven.» Luego, me enseñó a Richie con un aspecto del asco y a ti con unos ojos rojos. La cara de todos estaba deforme. Hui de ahí, a los pocos metros alcancé a ver una figura. Era muy tarde para frenar, tropecé con ella.

—Te creo. Para la próxima, calcula antes de hacer el impacto.

—Cuando un señor te quiere llevar, es prudente escapar. ¿Tú que harías?

—Lo que puede hacer Eso, no tiene límites. Se los contarás a los demás mañana, buenas noches —se acurruca en las sábanas, Stan.

—Igual —copia el acto.

Break The Limit: Pesadilla Final  En EdiciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora