Ambos chicos bajaron para desayunar. Sacaron el jugo y el pan tostado.
Unas notas adhesivas se encontraban pegadas en los muebles:
Sin excusa ni reproche los dos harán las compras y si no lo hacen olvídense del baile. Les dejé el dinero arriba del microondas, es lo suficiente.
P.D: Los quiere, Zarina.
ignoraron la nota y se sentaron a disgustar.
—Friegas los platos—la chica agarró la primera bolsa.
Planeaba salirse con la suya y una vez más el chico se molestó.
—¿Sabes leer? —Stan molesto contestó.
—Anda—Stan procedió a lavar—. Que se me hace tarde.
—¿Para qué? —preguntó.
—Ya te enterarás.
—Bien —le restó importancia a lo dicho—. Ya acabe, vamos.
Se repartieron la lista; cuando hayan terminado se reunirían cerca de la carretera. En el transcurso al mercado, un silencio se hizo notar, pero al estar dentro del lugar, chismes y rumores eran fuertes.
—Tienes cerebro para pensar en esperarme. Pobre de ti si te adelantas —el chico advirtió.
Se encontraron antes de lo debido. Una voz masculina gruesa andaba suelta, Stan y Faty que regresaban tranquilos, pudieron presenciarlo. La Bower Bang molestando a tres personas.
—Mira quién tenemos aquí, una de las zorras del Club.
—No jodas, siempre te encontramos.
—¡Fátima! Pero tienes razón, largo —Stan titubeó antes de decir su última frase.
—Mi padre está fuera del pueblo, judío.
—Te patearé el trasero —se aproximó la chica al rubio.
—¿Tú? Una niñita que necesitan que la cuiden —el rubio soltó una carcajada.
—No necesito que me vigilen.
Desde otra perspectiva los jóvenes que habían empujado observaban. Uno de ellos se posó entre Faty y Henry, y sin entenderlo de parte de los mayores de edad, exclamó:
—Vete a la mierda. No te hicimos nada.
La castaña se sorprendió por las palabras, miró atrás; Stan estaba con los ojos completamente abiertos. Sonrió cuando lo vio.
—Es verdad, compañero —dijo en español—. Tú y tus gorilas se pueden marchar —volvió al inglés.
—¿Qué si no? ¿Llamarás a Bill?
—Y dale con eso. Me refiero a que te pondremos en vergüenza —aseguró.
Iba en serio, sus ojos cambiaron unos breves segundos al morado oscuro. Pudieron verlos, pero el chico que se puso en medio, intervino dándole un golpe en partes débiles del rubio; haciéndoles preocupar a los demás gorilas.
—Cada día piden a gritos que los mate.
—Cierra el pico, Bowers —Stan finalizó.
Se fueron apoyando a su amigo lastimado. El dúo dio la vuelta hacia ellos.
—¿Vienen de intercambio? —habló en español creyendo que fuera así.
—Venimos de vacaciones —respondió una joven.
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Break The Limit: Pesadilla Final En Edición
RandomConectando... Un sueño más... «Si vuelvo, pediré que recuperemos esos momentos en los que no estabas aquí.» Karl Sakamaki planea llevar a Fátima a otro mundo, en un movimiento desesperado, para reiniciarle la memoria. Al darse cuanta, Christian...