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La noche preparada. Al fin sería en dos días.

El club (sin Stan) listo estaba. Una sorpresa en camino.

—Casi 3 semanas de trabajo —Richie soltó un suspiro largo.
—Sí, nadie negará que es increíble —Beverly sonrió a si misma.
Faty no emitía palabra alguna, no sabía lo que haría o después.
—Debes relájate —Mike le palmeó la espalda.
—Claro. Bueno, agradecerles por huir y no dejarme sola -los miró con ternura a todos.
—Harás que tenga asco -Richie hizo cara de fuchi.
—En cuestión de días todos nos vemos en la puerta de la cocina a las siete y media —Bill sentenció.
Asintieron sorprendidos.

En casa era otro rollo, Stan ahora vigilaba la ventana hasta que entrara; siguió "leyendo" su cómic.

—Ya llegue y traje galletas —cerró la puerta detrás de ella, fue a la cocina y dejó el paquete.
—Bienvenida —le dijo Less.
—Ustedes siguen aquí. Pensé que ya estaban en su casa —observó a Stan.
—No tenemos buena memoria —Raúl bajó, se sirvió un vaso de agua.
—Nada en absoluto de recuerdo para que los encuentren, bueno —Faty no resistía más el ambiente.
—¿Por qué quieres que se vayan? —Stan la cuestionó.
—No es eso. Sino que sus padres han de estar todavía esperándolos —no lo contempló—, iré a preparar de una vez mis cosas para pasado mañana. Buenas noches a todos —Faty subió.
—Gracias por las galletas —Raúl venía con el paquete en las manos agarrando una y llevándose la a la boca.

El conciliar el sueño era un reto para Faty. Cada extremidad de su pequeño cuerpo le temblaba como gelatina. Daba vueltas sobre la superficie.
Admiraba como su compañero podía dormir sin estar preocupado de nada.
Se sentó en la cama dispuesta a ir por algo a la cocina, tal vez habrán más galletas.

—Carajo. Como voy a calmarme sin estar pensado a cada rato en esto —habló en inglés para si misma.
—¿Estás bien? —formuló en español.
Faty saltó del miedo.
—¿Qué?. Sí, es decir, sí —puso una mano en su pecho para tranquilizarse-. J, ¿verdad? —continuó en el idioma del chico.
—Sí. Estás tensa.
—Ha sido una semana de trabajo.
—Ajá. ¿Tienes razón?.

La da ojos cafés asintió, los nervios la consumían.

—En el baile de la escuela habrá una sorpresa.
—Me voy. Descansa. Y no te atormentes con eso saldrá bien.
—Igualmente.

Subiendo para ir plenamente a dormir, siente que la casa tiembla. Las luces se apagan, el reflejo de la Luna hace ver a una figura negra.
Faty tropezó con un escalón. Una risa juguetona volvió a sonar. Eso venía.

—Nos volvemos a ver. Completar mi trabajo es necesario, si no Pennywise no come.
—Déjame en paz. No le temo a una mancha de suciedad.

Pennywise sacó una de sus sonrisas especiales.

—Mi querida Fátima, no es una cualquiera a menos, que, eso pienses de ti.
—¡Basta!, estás jugando conmigo.
—¿Será que no te conoces del todo?
—Claro que sí.
—Compruébalo.

Faty tragó en seco. El payaso se la llevó al bosque.

—Encuentra te.

La neblina tapaba su cuerpo. La misma luna con su luz la hizo notar entera.
Ella... con una marca, una corona, sin ninguna expresión.

—No. Me niego, jamás me- —sacudió la cabeza—, la había visto.
—Es toda tuya —Pennywise dio una señal.

La chica emprendió vuelo. Faty por instinto empezó a correr, con gotas de agua en su rostro.
Algo le decía que es verdad.

—Eres el verdadero monstruo.

Faty se escondió en los escombros de basura; en plena madrugada el payaso regresó.
La cabeza le palpitaba, la tomó entre sus manos para soportar el dolor.

—Venganza y mata —cantaba la chica del otro lado—-. Despierta el poder, y tendrás este mundo a tus pies.

Por todo su cuerpo corrió un escalofrío. Caía la lluvia, momento perfecto para que sus ojos cafés se convirtieran en violetas y la marca se posara a la vista, su ropa también cambió a una más oscura.
No habló, se abalanzó a la otra y sin piedad la despedazó.

—Lo ves. Eres tú —Pennywise se desvaneció.

Su mente quebrada no ayudaba. De regreso al pueblo y a cuantas personas viera las atacó por detrás con la materia oscura.
Finalmente, con un chico, desangrándose se entre sus brazos y la sirena de la policía reaccionó.

—Soy yo —miró alrededor. Sangre a punto de desbordar de gente inocente.

Se encaminó a casa. Al estar en el marco cerró los ojos...
Su ropa empapada de líquido carmesí.
La metió a lavar y terminando fue a darse una ducha.

—Esto es estúpido —chapoteó—. Jamás me he visto de esa forma.
Se retiró de la regadera. Acercándose al espejo, sus ojos cada vez perdían el color morado.

Concluyó su baño, tomó su bata.
A cada paso iba recordando los gritos de las personas, los restos de horror; sin culpa.
Se metió en el cuarto, sin hacer ruido.

—¿A dónde te metiste? —Stan adormilado articuló.
—Salí a caminar, me caí en un charco de agua sucia.
—No te creo. Hay algo más, que esté enojado contigo no quiere decir que no me preocupas —se levantó.
Faty titubeó si decirle o no.
Eso estuvo aquí, me mostró algo que yo no me imaginaba capaz —sus ojos se cristalizaron.
—Fuera lo que fuera te dejó muy mal —dio pasos hacia ella.
—Contéstame: ¿Crees que sería capaz de matar?.

Stan abrió tanto los ojos que fue por impulso que la abrazó.

—Estas asustada. Estamos; a mi también el otro día se apareció la señora de la flauta —se mantuvo en el abrazo firme.
—Stan, gracias.

...Su cuerpo pedía explotar. La cabeza era un infierno. No aguanto más y se desplomó antes de abrir la puerta.

Break The Limit: Pesadilla Final  En EdiciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora