En un concurso de redacción, varios alumnos habían logrado irse de intercambio de escuelas Fue un viaje largo y cansado, aún así resistieron.
Por la noche, para entretenerse, los niños miraban por la ventana: un paisaje con arboles altos y gruesos, les hacían cerrar los ojos del aburrimiento al final.
El chofer grita «¡Muévase de la carretera!» Baja del asiento en el que se posaba. Un estruendo escandaloso, seguido de una sacudida del vehículo, alarma a los niños dentro del autobús. Unos cuantos descienden las escaleras para averiguar lo que causó aquel ruido. El señor que conducía el bus, estaba tumbado contra la carretera con el pecho atravesado, exponiendo los órganos y la sangre que chorreaba por el espacio.El pánico se hizo presente, iban por una carretera y nadie sabía conducir —lo peor: sin idea a dónde dirigirse—. El vehículo se movía por suerte, pronto chocaron contra un árbol. El impacto jaló a todos, tenían que encontrar un escape para huir de aquello que estuviese afuera. Las ventanas rotas, la puerta hecha añicos, fueron lo mejor del evento. Faty escapó a rastras del autobús, las ventanas quebradas le arañaban cada parte de cuerpo. Se separó de la zona y camino coja hasta una pila de rocas.
Un ser se encaminó a ellos, empezó a despedazar cada parte del transportador para asegurarse de nadie faltase. A los que halló, se los llevó a la boca completos o a mordidas; los que sobraban pedían a los dioses de su culto que no los atrapara.
Las sirenas de la policía encontraron a pocos de los chicos y los llevaron a la comisaria, con eso interrumpieron la cena del monstruo. Él salió de escena.
A la mañana, Fátima despertó. Recordó lo que pasó en la madrugada, dándole un escalofrío. Se levantó como pudo, giró donde provino el accidente y vio todos los desechos causados. Vio cosas en buen estado, una de esas era el estuche de su guitarra. Dentro se encontraban cosas como canciones, pasaporte e incluso la cartera. La sacó del bulto de ramas para luego abrirlo y agradecerle a Dios mentalmente que nada desapareció. Corrió para ver si podía salir del recinto, llegó a una barda de madera tallada con nombres y señales extrañas. Saltó.
A unos cuantos metros se encontraba un letrero que decía:
BIENVENIDOS A DERRY → Pueblo a 1km
El pueblo a simple vista se mantenía tranquilo y bonito, avanzó unas cuadras para sacar una tarjeta de su bolsillo que contenía la dirección de la casa en que se alojaría. Recto el camino y preguntando a las personas, sólo consiguió perderse más. Rendida, prefirió descansar y sacar el dibujo que un viejo amigo y ella hicieron. Su inspiración era él y su paz, hace tiempo le había recomendado cantar o un instrumento tocar para dejarse llevar por la música y calmarse.
Terminando la melodía, alzó su mirada. Captó a un chico rubio más grande que ella —tanto en edad como de estatura—, él no venía solo, sino con otros dos chicos. Se acercaron a ella.—Bienvenida, dulzura. Si quieres puedes ir con nosotros y pasar momentos ricos para que se te olvide el mal rato. Se ve que estás despechada —murmuró al oído.
—Jódete —Faty insulta poniéndose de pie y marchó sin dirección con el instrumento a la luz.
—A mí nadie me niega. Será por buenas o por las malas —la toma por las muñecas.
—Suéltame, degenerado —Faty forcejea.
—Vente conmigo, para conocernos mejor —un azabache con gorra se acercó a la guitarra.
—No, mi guitarra —empujó al chico castaño que la retenía junto al rubio.
—Es inútil. Sujétenla, par de imbéciles —el líder enfurece.
ESTÁS LEYENDO
Break The Limit: Pesadilla Final En Edición
RandomConectando... Un sueño más... «Si vuelvo, pediré que recuperemos esos momentos en los que no estabas aquí.» Karl Sakamaki planea llevar a Fátima a otro mundo, en un movimiento desesperado, para reiniciarle la memoria. Al darse cuanta, Christian...