• Capítulo: 11 •

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Los demás veían cómo se decían cosas en otro idioma.

—Perdedores, les presento a Fátima. Una vieja amiga —dijo en inglés, Stan.

—Habla extraño —Eddie habló.

—Viene de México, por lo tanto, tiene un acento raro —el rulos explicó.

—Vaya —volvió a decir el chaparro.

—Y tú, ¿sabes español? —curioso, dijo Ben.

—Un poco —le dijo en español.

—Él me explicaba cuándo estábamos en clase de inglés y yo las demás materias —Faty habla en inglés.

—Y ahora vienes por un intercambio, justo aquí. En Derry, no hay ese tipo de programas —Mike ahora interrumpió.

—Siendo sinceros, nos aventaron aquí —Faty continuó—, pero según hubo un concurso de redacción, las mejores y los promedios mas altos irían, heme aquí. Habían más niños, pero un accidente ocurrió.

—En Derry las escuelas no tienen el presupuesto para nuevos alumnos o quizás no lo anunciaron —Eddie buscó lógica.

—Cambiando de tema drásticamente, ¿cómo se conocieron? —intervino la pelirroja.

—La primera vez que mis papás se divorciaron, decidieron no verse más, así que tomaron caminos separados. Mi mamá y yo nos fuimos a México, porque vivían unas tías lejanas. Me inscribieron a la semana al colegio. La única quien me ayudaba era la profesora de inglés —recuerda el muchacho.

—Con-contin-ua St-tan —Bill quería saber más.

—Pasaron semanas hasta que me di cuenta que me espiaban, una niña simple, pero fisgona. Porque veía cosas que, aun que no le entendía, asegurarse de que está bien le importaba y lo peor es que causo gracia. El tiempo pasó y esta niña literalmente me acosaba, también ya me ponía apodos, por ejemplo: Marucho.

—No es así, era maruchan —Faty carcajeó.

—Me entendiste —le contestó—. Cuando ya no aguantaba más con las discusiones por teléfono de mis padres, con ella me pude desahogar. Después, mi mamá quería ya irse de ahí y estar nuevamente con mi papá, venimos a mi antiguo hogar a que se «reconciliaran» —hace comillas—. Obviamente, la extrañé.

—Lo sé. Aunque la forma en que nos hablamos por primera vez, es divertida —pone una mano en su mentón—. Les cuento.

Stan asintió...

...Stan se la pasaba solo, eso no le impedía hablar con otras personas. En la banca donde acostumbraba comer estaba abandonada, aún así, siempre sentía la presencia de alguien más. Sabía quien era, pero no se animaba a conversar con ella por una razón. Él pensaba que no lo comprendería, y también quería comprender por qué lo espiaba. ¿Los hombres tenían que dar el primer paso? Claro que no, en éste caso fue Faty quién lo espantó para comenzar una amistad.

—¡Buuu!

—Al fin sales. ¿Se te ofrece algo, acosadora?

Ella no respondió.

—¿Te comió la lengua el ratón? —en inglés, le seguía hablando.

Apenas entendía el cómo estás. Lo trajo al despacho de la profesora de la materia para traducirse un poquito. Tocaron la puerta, la señorita les abrió con una sonrisa.

—¿En qué les puedo servir? —jaló más la puerta para que pudieran pasar—. Stan, ya empiezas a conocer más gente, me alegro por ti.

—Le podría decir que quiero saber más de él —la niña habló tímida.

—Claro.

—Dice que te quiere conocer y apoyar en lo que necesites —la profesora se juntó con él y compuso la oración.

—Oh, está bien, pero que ya no me este persiguiendo a escondidas, siento que me van a robar de lo hermoso que soy —tocó su cabello exagerando, luego mira a Faty y tomándola de las manos dice—. ¿Quieres ser mi amiga?

Faty miró a la maestra.

—Aceptas ser su confidente.

La niña lo tira abrazándolo...

...Con esto de principios, se les había hecho tarde.

—¿Dónde vas a vivir? Los hoteles son una opción, pero es mejor que te quedes con alguien de nosotros. Por seguridad —Mike le comenta. Los restantes del club asienten.

—Honestamente, no sé. Aquí es la dirección a la casa —enseña el papel arrugado.

—No tienes nada, más que un estuche vacío. ¿Cómo es que pretendías vivir así? —Ben inspecciona.

—Se irá conmigo, al fin y al cabo mi mamá la conoce; espero que la recuerde —Stan quiso sonar seguro.

La recibieron en la casa asignada. Preguntándole lo que había pasado y qué era de su vida durante tres años, los adultos la abrumaron. Contestó a la mayoría, la curaron de todos los rasguños que tenía en el cuerpo y le prepararon un baño. Le ayudarían por un lapso.
Al amanecer, investigarán el tema del intercambio. El rector confesó que era verdad, de igual forma cuestionaron a la castaña sobre los demás compañeros que restan; sin memorizar lo ocurrido en el trascurso hacia el pueblo, responde que se separaron por distintas vías. Le dieron su horario de clases, en la mayoría estaba con Eddie y Beverly. Empezaron por literatura, la maestra hablaba español y hacia la lección interactiva haciendo disfrutar de la clase.

—¿D-de q-u-ué te ri-ies? —Bill la miró confundido.

—Oh, ustedes no entienden, pero está contando chistes en español sobre el tema. Si quieren luego se los cuento —respondió.

Tocó el timbre indicando que era hora de la siguiente clase, la cual le tocaba sola: Matemáticas. Cuando llegó al salón, el profesor todavía no entraba. Minutos después el maestro pasó sin saludar, al ver la caras de los chicos sonrió y estos sólo tragaron saliva. Tendría que acostumbrarlos a ver todos los días de lunes a viernes.

—Hoy tendremos examen sorpresa, a menos de que tengan un buen pretexto para evitarlo —hubo silencio—. Bien, ahora sa...

—Soy nueva —Faty se levantó de su asiento.

—Nombre —tomando una hoja, la observa detenidamente.

—Fátima.

—Al parecer es cierto —dejó la hoja en el escritorio, y cabreado dice—. Por la señorita no tendremos la actividad. Denle las gracias de que nadie tenga calificación extra —volteándose al pizarrón.

Los alumnos rodaron los ojos. El recreo finalmente los hace libres de la aulas. Continuó el horario hasta el fin del día de escuela. A las cinco regresaron a sus casas —por diferentes lados— cada uno. Stan y Faty contaban las grandes aventuras que tuvieron alguna vez en su niñez para pasar al comedor con los padres del joven, cambiarse y poder dormir.

Break The Limit: Pesadilla Final  En EdiciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora