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Desde hace dos días Raúl, Leslie y J se fueron admitiendo que no tenían ningún hogar, lo que a Stan le molestó. Jamás pensaría en verlos otra vez. No esperaba una canción, pero si una disculpa. Lo que no sucedió y se fueron sin dejar rastro.

En la hora del descanso, los chicos enmendaron las cosas y a lo lejos Bev con Faty recogían su alimento; a la castaña no se le veía bien, tenía la cabeza en las nubes.
Por las madrugadas Faty continuó soñando con los gritos desgarradores de la gente.

8:43 PM, ese mismo día.

Los señores Uris habían vuelto para la tarde, los recibieron bien con una comida que los dos prepararon. Observando esto se pusieron contentos de que ya no tuvieran su ley del hielo.

—Buenas noches, enojones —dijo Zarina.
—Buenas noches —contestaron ambos.

Las ventanas se abren junto con un estruendo, asustando los a ellos. Una siniestra risa de niños jugando se oyen, se asomaron para ver si había algo más y poder demostrase que fue el viento. Un globo rojo se elevaba, se introdujo en la habitación. Se pinchó sacando sangre a chorros en las paredes y en ambos.

—Debemos hacer algo.
—No podemos llamarlos ahora.
—¿De verdad crees que estén durmiendo?
Stan alzó los hombros.
—Corre por el teléfono.
Bajaron a zancadas para llamar, sin embargo les ganaron.
—¿H-h-hola?.
Entre pusieron la bocina para que escucharan.
—Bill, que sucede.

Los truenos resonaron.

—N-n-o hay t-tiempo —gruñó—. Nos v-vemos e-e-en Neibolt —colgó.

Asintieron y de inmediato se fueron a cambiar.
Al mundo no les importaba, porque ninguno de los padres de Stan se levantó y preguntó lo que pasaba.

—Esto tiene que acabar.
—Lo hará, ¿sí?. Solo concéntrate en no caerte. Traeré de unas cosas.
—No le vas a tocar una canción, ¿verdad? —bromeó nervioso.
—Idiota. Voy a traer un martillo o una soga, lo que sea para defendernos.

Así como avanzaba la noche; los otros se preparaban para dar la escapada de sus vidas. Los padres ignoraban que sus hijos estaban sin protección, haciendo que los días fueran "iguales".

Disparados en dirección del payaso.
El pronóstico anuncio que habría una tormenta eléctrica. Stan guiaba a Faty para no perderse, siendo noche y mojando se.

—Estás seguro que es aquí.
—Ya ni se a donde voy. Ayúdame —la tomó de los hombros atrayendo la a él.
—¿Qué aspecto tiene? —se sostuvo.
—Viejo, negro o gris, ventanas rotas.

Los charcos, salpicadas daban, tal como si alguien estuviera corriendo o saltando en ellos. Una figura cruzó, jadeó hasta recuperar el aire.

—¿No es Beverly? —echó un ojo.
—¿Ya llegamos? —Stan abrió los ojos.
—Abre los que te vas a caer, vamos.
—Bien —dio pasos chiquitos.

La figura siguió corriendo, escapaba del problema. Resbaló.
Por instinto fueron a ella.

—¡¿Estás bien?! —gritó Faty. Los rayos empiezan a notarse.
—Sí. Tenemos que llegar —volvió a gritar la niña.
—Te cargaremos para ir —la apoyaron en sus hombros.
—No...tan...rápido... —alargó las palabras.

Conocían la voz, voltearon.
La sombra de Faty los tenía en sus manos.

—Eres necia, obtienes lo que quieres y resulta que no lo aprovechas —esta replicó fría.
—No —se tapó los oído
—Escúchame.
—Me quedaré con ellos. Yo no soy así.
La sombra rió.
—Es estúpido negar tu destino: ser reina y hacer justicia a sangre fría.
Faty mira enfrente, la casa abierta.
—Metan se —les dijo a sus amigos.
—¡No te voy abandonar! —gritó Stan.
—Estaré bien —sonrió—. Avísenle a todos quédense ahí —se separó.

Stan y Beverly siguieron a la entrada de la casa. No pasaron, asomaron sus cabezas para ver si ya estaban ahí.

—Enfrenta te a mi.
—¿De nuevo?.
La sombra gruñó.
—Vendrás conmigo a flotar. Te encontrarás en donde está tu familia, la verás.
—No. Porque no eres real.
—¿Quieres probar? Si estoy aquí es que soy una parte de ti.

Los truenos se hicieron más fuertes, instante para que los ojos cafés de Faty se tornaran violetas.

Un padre por atrapar a su hija; su objetivo: darle su merecido.
Mala idea, las dos chicas cara a cara. Prestó atención para no entrometerse, pero le tocó la materia oscura haciendo que se estremezca.

—Me siento indestructible —ante aquella reacción de emoción no duró mucho, su oscuridad lo consumía. Inició a quejarse horriblemente, se convirtió en un desecho.

La pelea no fue a mayores simplemente se acababa con la materia oscura envolviendo a la sombra.
Se adentró. Sus compañeros mojados preparaban para bajar en señal de que ahí se encuentra Eso. En eso los ojos se estuvieron normales, cafés.

—Te quedaras en todo lugar, conmigo —Bev y Eddie la abrazaron.
—Mientras no me vuelva loca, pueden estar tranquilos —corresponde el gesto.
—De prisa que en cualquier momento puede venir alguien —Mike apresuró.

Uno a uno bajaron.

—Se supone que ya deberían estar en aprietos —una voz chillona dijo—. Faty no cubras tus hermosos ojos.

Faty intentaba con todas sus fuerzas contenerse para desgarrar al payaso. Por eso mantenía su mirada hacia abajo.

—Tus juegos se acabaron, mal perdedor —Richie giró. Se topó con la estatua del parque, corrió alejándose del grupo.
—¡Richie!, ¡Richie!. No se separen —Bev los mantenía unidos.

Pennywise ya los enfrentaba, los quiere de cena. Nada se lo impediría.

—Todos ustedes ya lo superaron, sin embargo no dejan de temer. Nunca podrán disfrutar de la vida si tienen de intermedio a una loca.
—N-no c-c-creeremos en los d-d-disparates q-que balbuceas —dijo firme.
—<<Él tiene razón>> —susurró Faty.
—Finalmente aceptas como eres —hizo un baile extraño como celebración.
—No. Si yo decidido quién quiero ser —se dirigió a donde el payaso.

Carcajadas. Fuertes sin parar.
Tomaron lo que sea para golpearlo.

Break The Limit: Pesadilla Final  En EdiciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora