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—Sabandija mal nacida —Richie se le acercó sin miedo a enfrentarlo de nuevo.

Al ver Pennywise sus intenciones, lo aventó con el extenso brazo que se asemeja con una caña de pescar.

—Sucumbir, todos lo harán; a excepción de la reina cierto D-E-M-O-N.

Faty al por ese nombre su cabeza hizo un corto circuito.

—¿De dónde escuchaste ese nombre? —se enfureció. Pennywise sonrió—. ¡Contesta!.
—¿Se te hace familiar? —aproximó unos tentáculos a ella.

Faty fue atraída con velocidad que ninguno de los perdedores vio a que instante llegó a él.

—Eres la causante de toda esta mezcla de mundos.
—Suelta me —protestó.
—Tu destino ya fue elegido.
—No tengo ninguno más que vivir y acabar contigo.
—Tu misma lo viste.
—Me niego a creerlo —con sus piernas se impulsó para caer de las garras del payaso—. Si eso fuera cierto ya te hubiera matado —lo sacó de una forma fría y cortante.
—No lo harás, porque ni tu misma te puedes controlar —la provocó.
—Sé cómo hacerlo.

Pennywise retrocedió, los niños lo estaban acorralando para empujarlo y que no vuelva, querían creer que ya no lo haría más.

—Tendrás un fuerte dolor de cabeza y no te dejará hasta que retomes quién eres.

Fue su furia quién la ayudó a tomar el valor de arrojarlo al fondo del caño. Sus ojos violetas nublaron el temor, con ello una aura morada salía del cuerpo.
Tropezó el gigante, hundiéndose entre risas siniestras.

Faty se arrodilló y comenzó a llorar, ahora no sabía quién era en realidad.
Por más que trataran de entender sus amigos, no lo hacían. Sin opciones la abrazaron por encima.

—¿Qué voy a hacer? —se limpió la cara.
—Nadie sabe que responder. ¿De qué hablaban? —Eddie se levantó de la posición.
—Se los dije: una versión horrible de mi —Faty se paró.
—Pero él también dijo.. eres la causante de mezclas en el mundo —Mike lo recordó.
—No comprendo lo que me quiso decir —memorizó lo que le dijo.
—Estás aquí, conmigo —se le quedaron viendo al propietario de la frase: Stanley Uris —, es decir, con nosotros —se sonroja y ríen.
—Gracias, aún así investigar es mi propósito.

Huyeron de aquel lugar maloliente, directo a descansar.

—Después de que mi mamá vea, seré un conejillo de indias. Toda una semana de exámenes clínicos —Eddie maldijo.
—Tu mamá y yo querrás decir, hijo mío —Richie bromeó.
—En tus sueños.

[Semanas después]

—¡Me niego a que te vayas! —gritó desesperado a punto de llorar.
—Debo seguir investigando, serán unos meses <<o años>> —susurró lo último.
—Y si no te vuelvo a ver.
—Lo harás. Confía en mi; es mi vida.
—No te vas a escapar tan fácil, mis padres tienen que ver. No te puedes ir sola —la atrajo a él.
—Es lo que hice primero. Están de acuerdo.
—¡¿Qué?! —se separó de ella, yendo directo a la sala donde se encontraban los padres del muchacho.
—Oh, hola —Zarina saludó alegre.
—Mamá, papá díganme no aceptaron —les rogó con la mirada.
—Ya le contaste —Walter dio una ojeada a la castaña, confirmando con su expresión.
—Finalmente decidí hacerlo —Faty vaciló.
—Sí, pero acordamos qué sería en supervisión de un adulto —Zarina entregó un plato de caldo a Walter.
—¿Quién la va a cuidar? —Stan siguió insistiendo.
—No somos nosotros. Hay una amiga de México qué se ofrece a hacerlo.
—Me quedaré con ella por un tiempo y luego ya estaré aquí contigo —Faty le tomó las manos al rulos.
—Promete que me llamarás cada noche —sus ojos no aguantaron la situación se desbordaron las gotas.
—Valoro que seas así y por eso te quiero —acerco su boca al oído del chico—, <<Tenemos que hablar sobre lo del baile>> —se alejó.

Stan sudó frío, se mantuvo en su espacio.

En pocos días habrá una reunión de los perdedores sobre las vacaciones de invierno. Les dirían.. Faty se va.

Hasta llegar a aquel momento no salieron pues ya estaban en plenos días de descanso.

—Antes de que pregunten: porque traes unas maletas y la guitarra, necesito que se sienten.

Los chicos se empezaban a asustar. Por lo que hicieron caso omiso.

—Estoy confundida, por ello —la miraron atentos—, mi viaje ha iniciado.
—¿Te vas? —Ben cortó el gran sermón.
—Gracias Ben —Faty le sonrió—, por hacer esto más fácil.
—¿Cuándo? —Beverly se apresuró a decir.
—Lamentablemente es hoy —Stan le respondió con la mirada gacha.
—¿Por qué n-no nos d-d-dijiste nada a-a-antes? —Bill no sabía cómo reaccionar.
—Impedirían que me fuera, enterarme de la verdad es mejor de que me quede con las manos vacías —Faty bajó las maletas para quitarse la guitarra de su espalda—. Ella no me pertenece —le entregó a Richie el instrumento. Este se negó, poniendo sus manos enfrente de él.
—Quédate la, la necesitarás. Lo sé —le dijo el de lentes.
—Bueno. ¿A qué hora te vas? —Eddie cuestionó rápido.
—En cuarenta y cinco minutos —admiró su reloj—. Vamos platicando, así se pasa el rato.

Se encaminaron a la parada del tren, a esperar. Lo malo es que ya estaban llamando a los que recibían el de México-Querétaro.
Corriendo se dieron el adiós, los padres de Stan aguardaron ahí; los integrantes del Club de Perdedores se despidieron, cada uno no la quería soltar.

Stan, que, aguantó ser el último para decirle unas palabras.

—No sé que haré cuando no te vea.
—Hey, no llores otra vez que me aguadas los ojos —le reprochó.
—No puedo evitarlo —sonrió falso—. Te voy a extrañar un montón —en español sé lo dijo.
—Yo también —de la misma manera le contestó.

Ya no eran necesarias las palabras.
El chico estampó sus labios contra la chica, esta le corresponde abrazando lo y jugando con su cabello. Se separan.

La gente sé les queda mirando sorprendida y los conocidos los miran pícaros.
Abren las puertas del tren; Faty aborda el tren marchándose para siempre de Derry.

Break The Limit: Pesadilla Final  En EdiciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora