Capítulo 8: Hipnotismo

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El museo fue saqueado.

Nadie pudo detener ni identificar a los culpables. Ni siquiera las cámaras de vídeo tenían rastro alguno de lo que sucedió en un atraco que duró no más de diez minutos.

Fue tan rápido que la guardia llegó cuando todo, o al menos la mayoría de los objetos que ahí residían fueran robados.

Luego llegó Ben, y poco después, Maléfica, Mal y Hades también.

Entre los objetos más destacables que se han llevado se encuentra el cetro de Maléfica, el espejo de Grimhilde, la no tan mítica espada de Excálibur, el báculo de Jafar, entre muchos otras cosas mágicas pertenecientes a villanos y héroes por igual.

—¿Cómo es posible que los ineptos guardias no hayan podido detener a nadie?— pregunta Maléfica caminando entre las ruinas del museo—. Se han llevado mi cetro, la única cosa en el mundo que puede canalizar mi magia— su voz denota enojo—. Es la perdición total de Auradon— sentencia, removiendo con su pie un par de rocas—. No es como si no les hubiera advertido antes, yo se los dije. Esto les pasa por no hacerme caso.

—Han usado magia para entrar y magia para salir. Magia realmente poderosa y... oscura– murmura Hades—. Debo irme. Ustedes dos, manténganse libres de problemas. Y tú, señorita, tenemos una conversación pendiente. Tienes que darme una explicación sobre lo que hacías sola a media noche en las calles.

—Sí, papá. Como digas.

Hades se esfuma sin decir más.

Ben está a unos cuantos metros hablando (o más bien gritando) con los guardias, mirando de vez en cuando a Mal. Ella lo ignora en medida de lo que le es posible.

—¿Has perdido a tu rey, chiquita?

—¿Qué te parece a ti? Aunque no fue así. El rey perdió a su reina.

—Es mejor. Ese tonto está llevando a su pueblo a la desgracia— Mal no dice nada y se mantiene mirando a su alrededor—. En fin, debo ir a torturar a Hook y a Gastón, ¿quieres venir?

Maléfica espera una negativa, incluso hasta un discurso sobre lo malo que es torturar a la gente. Por eso es demasiado sorpresivo cuando Mal accede formando una sonrisa ladina con sus labios.

—De acuerdo. Iré contigo— Maléfica la mira con duda. Mal simplemente se encoje de hombros—. Esos idiotas aprenderán a no volver a meterse conmigo, madre.

—Así se habla, chiquita. Te enseñaré un par de trucos.

Okay.

(...)

Hay una oscuridad inquietante a la que los ojos de Lonnie debe adaptarse apenas recupera la consciencia. Trata de incorporarse. Su cuerpo duele y eso le impide moverse con libertad. Gime por lo bajo tratando de no hacer ruido.

Su desorientación dura hasta que el recuerdo de todo lo que pasó la golpea con fuerza. Su familia...

No puede pensar mucho más en eso, pues escucha pasos dirigirse a la habitación donde está. Vuelve a cerrar los ojos aparentando que no ha vuelto en sí, luchando contra el miedo que siente, luchando para no delatar su estado de consciencia también.

No es la primera vez que despierta en ese lugar, tampoco la primera vez que tiene que encarar a esos dos. Ya ha perdido la noción del tiempo que ha estado recluida ahí, a merced de ese par de chicos que según sabe, son provenientes de la isla.

No sabe mucho de ellos. Apenas los ha visto en la penumbra contadas ocasiones.

Si sigue ahí no es porque no haya intentado escapar antes. La herida mal curada en su costado derecho es la prueba de ello.

—Te dije que sigue dormida— masculla una voz—. Vámonos.

—Vete tú.

—No te dejaré solo con ella.

“No, no otra vez, por favor.”

Lonnie aguanta la respiración cuando escucha cada vez más cerca los pasos pesados de uno de ellos.

Empiezan a discutir. Hay empujones y un breve lapso de forcejeo. Luego, uno de los dos, el que parece ser el mayor, saca al otro de la habitación de un empujón y luego sale él, cerrando la puerta tras de sí.

Sólo entonces Lonnie puede respirar otra vez. Abre los ojos tratando de incorporarse nuevamente.

El no tener que lidiar con ellos por el momento es solo una falsa pantalla de paz. No estarían fuera por mucho tiempo y cuando regresaran sabía muy bien que no se irían tan fácilmente. El simple pensamiento le da la fuerza suficiente como para ponerse de pie.

Tiene que encontrar una forma de salir de ahí lo más pronto posible.

(...)

Úrsula (o Vanessa), mira a su hija dormida por la magia inestable de Maléfica a través de un caldero. Decepción. No hay más que logre describir lo que siente por su descendencia.

—Levántate, niña estúpida.

A pesar de estar a kilómetros de distancia, Uma obedece de inmediato. Sus ojos amarillos brillantes por la magia del hipnotismo de su madre.

—También ustedes dos, niños tontos— gruñe.

Harry y Gil también se incorporan.

—El atrapar a la hija de Maléfica solo fue la primera parte de distracción para que se pudiera robar el museo, ahora todos deberán a hacer lo que mejor saben hacer; disturbios en las calles.

Úrsula alza la vista de su caldero. Ahí están los demás VK's que ha podido reclutar para su causa, igualmente hipnotizados, completamente sumisos a lo que ella les ordene.

—¡Hagan arder la ciudadela, las calles y edificios por igual!

Sonríe de forma macabra.

—Este día que está por comenzar será el último que Auradon tenga como rey a Benjamin Beast.

Desde las hermanas Hook, los hijos otros hijos de Gastón y hasta la hija del Dr. Facilier gritan en total acuerdo. Solo entonces hacen una respetuosa reverencia. Al menos veinte hijos de villanos están en total disposición de la Bruja del Mar.

—Tú, hija de Drizella, espera aquí. Para ti tengo otra tarea.

C H A O S ¦ Descendientes Donde viven las historias. Descúbrelo ahora