Capítulo 43: La espada en la piedra

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Audrey recibió indicaciones precisas de Merlín para guiar a Amr a un camino que los llevaría directamente a lo que más necesitaban justo en ese momento.

Él, desanimado, había accedido a salir solo porque había sido la princesa de Auroria quien se lo pidió. Si hubiera sido alguien más, lo habría rechazado, pues tenía que planear a conciencia el futuro golpe definitivo en contra de Morgana. No pudo negarse a ella.

Y ahí van, caminando por el bosque, sus manos están enlazadas y una suave sonrisa en el rostro del príncipe mientras Audrey le cuenta algo sobre su infancia.

—Espera— la detiene al ver que llegaban a los límites de Ealdor—. ¿Falta mucho?

Audrey mira a Amr y luego el camino que debían seguir. Recordaba claramente como el hechicero había dicho que no se detuvieran hasta que llegaran a un claro de agua, donde encontrarían algo muy importante, aunque ni ella misma sabía qué era eso.

Merlín había dicho únicamente que de eso dependía el futuro de todos.

—Ya casi. Supongo.

—¿Supones?— él suelta su mano y  lleva la suya a su cabello para sacudirlo con frustración—. No sabes a dónde vamos, ¿cierto?

—¡Claro que sé!

—Audrey...

Ella esquiva su mirada, hasta que sus manos se colocan a los costados de su rostro y practicamente la obliga a que lo haga. Amr la besa largamente aprovechando que la tiene cerca.

No puede enojarse con ella. Probablemente sólo olvidó el camino por querer hacer algo bueno por él.

—Regresemos, ¿sí?— pide—. Tengo muchas que organizar. También debo de encontrar la forma de ser un buen rey y no tengo la menor idea de cómo ser eso.

Se escucha tan desolado que Audrey siente su propio dolor. Odiaba verlo así. Amr no confiaba en él para liderar, y eso se debía a la prematura muerte de Arturo Pendragon. Según él, jamás podría llegar ser el rey que Camelot necesita.

—Merlín confía en ti. Tu pueblo confía en ti.

—Mi tío es demasiado bueno como para decirme en cara que solo soy un estorbo. Mi gente no tiene más opción. Me siguen porque soy el sucesor, no porque realmente crean en mí.

—Confía en ti, Amr. Hazlo.

—No puedo.

Audrey acaricia su mejilla e inclina la cabeza, viendo sus ojos verdes, que cada vez le parecían más transparentes en cuanto demostrar sentimientos se trata.

—Eres Amr Pendragon. ¿Quién es más apto que tú? Nadie. ¿Sabes por qué? Porque tienes el espíritu y la valentía que se necesita.

—Pero yo...

—Pero nada. Quizás sea cierto que te falte mucho por aprender, pero nadie nace sabiendo. Te tocará aprender sobre la marcha, sí, y en esta guerra, demostrarás a todo mundo que eres el indicado.

Audrey nota algo brillante no muy lejos de donde están. Su sonrisa crece, vuelve a tomar la mano de Amr y lo guía hacia allá.

En Auradon Prep, en las clases de historia, le enseñaron sobre la espada en la piedra. La excálibur. La espada que el rey Arturo Pendragon sacó y con ella guió a Camelot a cientos de victorias.

—Es...—Amr no encuentra palabras. Se suponía que la espada debería estar en otro lugar, no ahí.

—¿Qué esperas?

El príncipe da varias vueltas alrededor de la piedra. Sus ojos fijos en el mango de la espada, sus manos hormigueando. Le emociona muchísimo.

—No podré sacarla.

C H A O S ¦ Descendientes Donde viven las historias. Descúbrelo ahora