Capítulo 39: El secreto que mejor se ocultó

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—Necesitaremos la Excálibur.

Merlín asiente hacia Amr, sentado, aún convaleciente. A su lado está Audrey, y le siguen todos los Vk's. Jane era la única que no estaba ahí.

Las personas se habían reunido para organizar un futuro ataque.

Mulan está a su lado, accediendo a que los chicos presencien todo, luego de aceptar que por más que quieran protegerlos, siempre encontrarían una manera para involucrarse. Es mejor saber lo que harán y no arriesgarse a lo que pasó en el castillo.

Si no puedes contra un grupo de adolescentes ingobernables, úneteles.

—¿Para qué?— pregunta Lonnie.

—Excalibur es la única espada que puede asesinar de manera definitiva a Morgana— explica brevemente el hechizero. Kheaden tensa la mandíbula—. Fue forjada con aliento de dragón, única en su especie.

—¿Y dónde está?

—Como muestra de aceptación de la unión a Auradon, se decidió donarla para el museo de la ciudad— alza la voz el príncipe—. Fue un obsequio.

Todos la recuerdan. Era cierto. Esa espada solía exhirbise en el museo.

—La espada fue robada— informa Mal.

Merlín suelta el aire por lo bajo. Qué sorpresa, piensa. En realidad ya se esperaba eso.

—Bueno, no hay problema, hay que crear otra— sugiere Jay, recargandose sobre el respaldo de su silla—. Tenemos a Mal. Que se convierta y ya.

La hija de Maléfica le dedica una mirada de pocos amigos. Los labios de ella se fruncen, y niega con la cabeza. No podía hacerlo. No podía porque su magia no le respondía como debería. Teme perder el control.

—Es arriesgado— admite Merlín—. Y la espada sólo es un objeto esencial, más no todo lo que se deberá hacer para llegar hasta Morgana.

Kheaden mira a su padre, expectante, sabiendo lo que dirá a continuación. Audrey juega con la mano de Amr, dando vueltas a un anillo con la figura de un dragón, recibiendo una mirada llena de ternura. Los VK's esperan a que el hechizero continúe, pues deben ir a ver que Evie esté bien.

—Necesitamos un infiltrado— informa Merlín momentos después—. Y, aunque no me agrade nada la idea, Kheaden es el único que puede hacerlo sin arriesgarse a una muerte segura.

—¿Por qué él?— inquiere Mal.

—Porque es mi madre— responde él susodicho—. Y quizás perdone mi rebeldía si escojo las palabras correctas.

—¿Y si no?

—Lo hará.

—Pero, ¿y si no? — insiste ella.

Kheaden se encoge de hombros. En realidad sí había que considerar esa opción, pero todavía quería creer que Morgana sentiría algo de afecto por él y lo perdonaría. Quizás un castigo, no más.

—No hay otra forma. Conmigo adentro hay más posibilidades para... destruirla. Y hay que encargarse de Mordred. Ese bastardo fiel a mi madre debe morir.

Merlín siente que mandar a su hijo hacia ella es un riesgo muy grande, sin embargo, al igual que él muchacho, quiere creer que Morgana no sería tan cruel como para encerrarlo, o en el peor de los cosas, asesinarlo. Es su madre después de todo.

Mal siente desesperación al ver a Kheaden tan tranquilo. No hay otra palabra para describir las enormes ganas que siente de pegarle hasta hacerlo reaccionar y que así vea la mala idea que es aquello.

C H A O S ¦ Descendientes Donde viven las historias. Descúbrelo ahora