Capítulo 33: Irreconocible (Parte 2)

729 83 340
                                    

El rey de Camelot perecerá ante su mayor y más antiguo enemigo.
Y morirá a sus manos.
No temed, ni llorad su muerte.
Tened fe.
Cuando Camelot más lo necesite, Arturo Pendragon va a resurgir, y regresará.
Él es, y será siempre, el legítimo rey de Camelot.

—El rey ha muerto.

La noticia estremece el corazón de todos los que alcanzan a escucharla.

Merlín llegó demasiado tarde. No pudo detener a Mordred. Arturo murió en sus brazos justamente al amanecer.

—¡Larga vida a la reina Morgana!—exclama una voz.

Luego más y más se unen. El sonido de risas, gritos de júbilo se  entremezclan con llantos y gritos de sufrimiento.

—¡Larga vida a la reina Morgana!— gritan a coro todos los que no le eran fiel a Arturo.

Y así, Morgana Pendragon, avanza altiva entre la gente. Se abre paso. Sus súbditos se hincan en una rodilla, los que se resisten son obligados a la fuerza. Pronto tiene a toda esa gente a sus pies.

Por fin. Lo logró.

Morgana sube las escaleras de la entrada del castillo. Aplausos, gritos, se escuchan fuerte. Muy, pero muy fuerte.

Mordred coloca una corona en su cabeza cuando está en la cima. El sol recién saliente de entre las montañas hace que las joyas en ella brillen con su luz.

—¡Larga vida a la reina Morgana!

Sonríe con orgullo. Mira a Merlín. Él tiene las mejillas húmedas, y luego de un segundo a otro ya no está. Se ha ido. A ella ya no le importa a donde se vaya ahora que ha cumplido su objetivo.

Con la muerte de Arturo, Camelot se quedaba sin rey, convirtiendo así a la última suma sacerdotisa Morgana Pendragon en su sucesora. A la fuerza es la reina ahora.

Larga vida a la reina Morgana.

Que comience mi nueva Era.

(...)

Amr se detiene abruptamente, deteniendo a Audrey también, pues ella iba nuevamente tomada de su brazo.

—¿Qué pasa?

—Yo... eh... nada— Amr lleva una mano a su pecho, se aclara la garganta y continúa avanzando—. ¿Tú cómo estás, mi lady? Después de todo lo que pasó no había tenido oportunidad de preguntartelo.

—Estoy bien— responde Audrey, ejerciendo un poco más de presión en el bícep del príncipe—. Sólo desearía ponerme algo mejor, ¿sabes? Parezco una sirvienta con esto que llevo.

—Mi madre fue sirvienta, no veo tal vergüenza en asemejarse a una.

Amr la mira con el ceño fruncido, analizando de reojo aquel sencillo traje de cuero negro, hecho a la medida, hecho para la batalla. Ella no se veía como una sirvienta. Se veía exactamente como una guerrera fuerte e incansable. E inalcanzable también.

—Además... te ves muy bien.

—¿Tú crees?

C H A O S ¦ Descendientes Donde viven las historias. Descúbrelo ahora