Capítulo 34: La venganza que se prometió

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—Tenemos que irnos.

Kheaden sabe que no pueden quedarse ahí por más tiempo. Sea lo que sea que esté pasando en Camelot debe ser muy malo si Morgana está al mando. Él debe ir a ayudar allá.

—Mal, si ella no quiere venir no hay nada qué hacer— trata de hacerle ver, tomando su brazo. Ella se zafa de su agarre rápidamente—. No seas necia. Tu amiga claramente no quiere ser salvada.

—¡No me iré sin ella!

—¡Tenemos que irnos ya!

Evie niega, chocando el bastón dos veces en el suelo, abriendo las puertas de par en par. Una fuerte ventisca obligando a todos a entrecerrar los ojos.

—Fuera de aquí— sentencia. Inhala hondamente antes de gritar—¡Largo!

Evie no los quería ahí cuando las visitas llegaran. Sería, por demás, catastrófico.

—¡No me iré sin ti! — repite Mal—¡Eres mi mejor amiga, Evie, no te voy a abandonar! No otra vez...— presiona sus labios tamblorosos con fuerza—Perdóname. Perdón por no haber estado para ti cuando me necesitabas. E, yo pensé que estabas bien.

Evie no se inmuta. Es como si no fuera capaz de sentir compasión, pena o empatía. Sus ojos cafés analizan a la que fue su mejor amiga, sabe que su arrepentimiento es sincero... pero la culpa es mucho mayor que cualquier otra cosa y le impide mucho.

—¿Por qué haces esto? ¿De verdad quieres esto, E?

—Mal... — Carlos se acerca a ella para hablarle en voz baja—. Vámonos.

Mal niega, una y otra vez, avanzando hacia Evie. La peliazul, al prever sus intenciones, utiliza su magia para impidirle el paso.

Una barrera invisible obliga a la descendiente de Maléfica a no poder acercarse a Evie, pero no se rinde, empuja, a pesar de que es impenetrable, sus ojos verdes brillantes por el dolor que le causa verla de esa manera.

—No hagas eso, Mal. De verdad tienen que irse.

—¡No te volveré a perder!— se niega rotundamente. La magia de la barrera improvisada está cediendo ante la suya—. ¡Volverás a ser la Evie de siempre, yo te ayudaré!

—¡Grimhilde!

Ruidos en el exterior llaman la atención de todos. Gritos... gritos que, por desgracia, Mal conoce demasiado bien. Gritos que llaman el nombre de la reina Malvada.

Deja un momento lo que hacía con la barrera y se gira, sólo para ver entrar a la sala a Maléfica, Cruella y Jafar.

La Emperatriz del Mal no tiene su cetro, pero aún así, con esa entrada, parece más invencible que nunca. Hay un aura verde rodeándola.

Jafar tiene la vara de la serpiente en su poder.

Cruella trae consigo a dos enormes perros que, claramente, no son normales. Han sido alterados con magia para matar.

Evie preparó todo muy bien para su llegada.

—Pensé que nunca llegaría, Emperatriz— saluda Evie.

Grimhilde mira horrorizada a su hija, quien sonriente, descansa la barbilla sobre su puño. Evie claramente había revelado su ubicación, y no sólo eso, si no que les había dado las herramientas para llegar hasta ella. Para asesinarla.

—Mal— Maléfica se sorprende al verla ahí.

Cruella se apresura a ir con Carlos y lo abraza fuertemente, a pesar de las quejas del peliblanco. Jafar se limita a palmear el hombro de su hijo.

—¿M-mamá?— Mal analiza su aspecto. Luce muy diferente a la última vez que la vio—. ¿Qué haces aquí?

—Vine a ajustar cuentas con esta... traidora.

La Reina Malvada se ve rodeada por los otros villanos, sin escape. Los perros de gruñen, la cabeza de serpiente en la vara de Jafar está iluminada.

¡No me atraparás!— exclama Grimhilde, lista para huir, si contar con que Evie impediría ese escape con su magia.

—¿A dónde, madre?— le pregunta, juguetona, la sonrisa en su rostro creciendo.

Grimhilde se calma. No les daría la satisfacción de verla atrapada. Así que sonríe, y mira a Mal.

—Y por eso es que Evie ya no tiene salvación— invoca bolas de fuego para defenderse—. Esta manzanita ya se pudrió.

Todos retroceden cuando se dan cuenta del enfrentamiento que se avecina. Amr saca su espada, Kheaden se pone en posición de ataque también.

—Esto no era parte del plan, dragoncita—se queja.

—Lo sé. Creo que, si salimos vivos de aquí, te deberé una disculpa.

Kheaden niega. Toma la mano de Mal y la enlaza con la suya. Ella, demasiada concentrada en Evie como para rechazar ese contacto.

Jay y Lonnie también se preparan para atacar. Forman una especie de círculo. Carlos también quiere proteger a Jane, colocándose valientemente adelante de ella.

Gil sale discretamente. Tenía que ir a avisarle a Harry y a Uma.

Tres contra una. Grimhilde lo merece, sí, pero a los ojos ciegos de los otros presentes, aquello es demasiado injusto.

—Yo confíe en ti, reina— reclama Maléfica—. Confíe en ti, acusé a todo mundo de traidor menos a ti. No escuché a Hades cuando me dijo que me cuidara de tus trucos. ¡Y así me lo pagaste!

—¡Morgana me prometió lo que tú nunca me darías!

—¿Qué fue eso por lo que te vendiste?— quiere saber. Antes de matarla, necesita saberlo.

Jane saca discretamente su varita. Carlos ve ese movimiento, asiente y se pone frente a ella a manera de cubrir sus movimientos. La varita apunta directamente a Evie, quien parecía estar atenta a la discusión de los adultos.

Mal también se da cuenta, trata de detenerla, pero la hija del Hada Madrina le hace ver sin palabras que no la herirá.

Jane no la quiere herir. Quiere ponerla a dormir.

Con ese pensamiento se concentra, murmura el hechizo correcto y un rayo sale disparado de la punta. Le dio. ¡Le dio!

Evie pierde el conocimiento. Poderosa bruja, sí, pero inexperta también. Bajó todas sus barreras.

Entonces comenzó el duelo entre Maléfica y Grimhilde. Mal se apresura a llegar hasta Evie, la toma en brazos, Kheaden hace lo propio y los reúne a todos. Con sus últimas fuerzas los teletransportaria a un lugar seguro.

Mal toma el cetro que le pertenece a su madre. Luego se lo arroja sin pensarlo dos veces. quien lo atrapa en el aire. Le sonríe a su hija e inclina la cabeza en agradecimiento.

—¡No!— grita Grimhilde. Lanza un chichillo pequeño al darse cuenta de las intenciones de los chicos.

Alguien grita. Le dio a uno. O a una. Todo se vuelve demasiado confuso.

Y se van. Todos los chicos desaparecen. Dejan que la disputa tome el rumbo que tenga que tomar sin ellos ahí.

Su objetivo siempre fue Evie. Y ya la tenían.

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C H A O S ¦ Descendientes Donde viven las historias. Descúbrelo ahora