Capítulo 29: Érase una vez una princesa que solía ser buena

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Morgana no quiere conquistar Auradon City, de hecho no le importa hacerse con ese trono, principal motivo por el cual ordenó a Grimhilde obligar a Ben levantar una barrera mágica. La suma sacerdotisa sólo quiere Camelot, el trono que le fue, a su manera de ver, arrebatado injustamente.

Ella no quería gobernar lo que gobierna Ben, pero conoce a alguien que sí lo haría en su lugar y que haría un excelente trabajo también.

Evie Grimhilde. Evie, la futura reina de Auradon. Sólo ella podría hacerlo. Veía un futuro prometedor en esa chica.

¿Se equivocó?

—Evie, baja eso, solo hazlo— pide Morgana con calma.

La hija de Grimhilde había puesto a dormir a todos los villanos, incluyendo a Mordred, menos a Grimhilde y a Morgana. Todo sucedió tan rápido que de un segundo a otro Evie ya tenía cubiertos a Doug y a ese tonto de Charming tras ella.

—¡Baja eso!— ordena, esta vez con voz más firme.

—¡No lastimarán a Doug!— gruñe. Detrás de ella, el chico de anteojos está terminando de procesar lo que está pasando en el suelo, de rodillas—. Primero me matan a mí— murmura mirando a Grimhilde quien tenía su corazón en mano.

Morgana no es estúpida. El cetro estaba encantado para no obedecer a Evie hasta que su lealtad fuera de ella, por lo que si decidía atacarla simplemente no podría.

—Se metieron con el chico equivocado.

—¿Ese pobre chico es al que has decidido darle tu amor?

Evie alza la barbilla antes de contestar. Doug retiene la respiración.

—Sí.

Morgana ríe. Eso enfurece a Evie.

—Deja de hacer tonterías, manzanita— gruñe Grimhilde, advirtiendo, no, más bien amenazandola—. Deja ese cetro ahora antes de hacer que le arranques tú misma el corazón a ese hijo de enano.

Morgana mira alternativamente a Evie y a Grimhilde. En la chica veía un claro resentimiento hacia su madre, sus ojos cafés fijos en ese corazón que al parecer le pertenecía. Así que era eso. La chica solo estaba molesta porque quería recuperar su corazón.

—Dáselo.

—¿Qué?

—Dale su corazón, Grimhilde. No seas estúpida o te asesinará.

Morgana se encoge de hombros y le hace un gesto con la cabeza sin borrar su sonrisa. Evie luce contrariada.

—No, no se lo voy a dar. Si lo hago ella se irá.

—¿Lo harás, Evie? ¿Te irás una vez recuperado tu corazón?

Evie quiere gritarle que sí. Que no dudaría en irse, pero por algún motivo que no entiende las palabras no pueden salir. Suspira. Agacha la mirada.

—No. Yo... no tengo a donde ir. Solo... lo quiero de vuelta— confiesa.

—¿Lo ves? Dáselo, Grimhilde. Y permite que el chico se quede también. Mientras más seamos mejor.

Morgana suena afable, como una confidente. La mujer se vuelve a sentar en su trono y le hace a Grimhilde otro gesto. La Reina Malvada no se mueve.

—¿Estás desafiando mis órdenes?— Grimhilde niega—. Entonces hazlo ahora que debo ir a coordinar una guerra.

Evie estira el brazo, esperando a que le regrese el corazón. Grimhilde maldice en silencio y se lo da, no sin antes darle una mirada de desprecio a su propia hija.

C H A O S ¦ Descendientes Donde viven las historias. Descúbrelo ahora