Capítulo 37: La fragilidad de un corazón desdichado

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Escuchar, escuchar, escuchar. Cuando se está dormida pero consciente a la vez, es lo único que queda por hacer.

Sus labios, sellados, al igual que sus párpados. Evie no puede despertar por completo, por algún motivo que desconoce, y el hecho de escuchar a Mal, Jay y Carlos no la tranquiliza en lo absoluto.

Mal en un principio estaba sola, hablándole, platicando con ella aún sin obtener ninguna clase de respuesta.

Luego llegaron Carlos y Jay. El primero, al parecer, sufriendo por la reciente ruptura amorosa que tuvo con Jane.

—Nadie nos asegura que no quiera irse cuando despierte— escucha a Carlos—. ¿Vieron sus ojos? ¡Entregó a su propia madre a una muerte segura!

Tú hubieras hecho lo mismo, Carlos”, piensa Evie, “O no, quizás no”

Tratar de mover aunque sea los dedos de sus manos, pero no puede. Siente el tacto ligero y suave de Mal en su cabello, sabiendo que es ella únicamente por instinto, por la familiaridad del gesto.

—Ella tuvo qué hacerlo. Grimhilde era una traidora.

—¿Era?

—¿Crees que sigue con vida, Jay? Eso pensé— Mal dice. Imagina que Jay negó con la cabeza.

Hay un largo silencio en el que ninguno dice nada, tiempo suficiente para hacer a Evie reflexionar.

Ahora, sin cetro y vulnerable, no encuentra sentido a tal acto de venganza. Grimhilde pudo ser una completa perra con ella, pero Carlos tiene razón. Era su madre. Y por mucho o poco que la quisiera, condenarla de esa forma ya no le parece la mejor idea del mundo.

Incluso se atreve a sentir pena por ella.

Sin la influencia del cetro ya no se siente firme. Sin la influencia del cetro... puede pensar con más claridad y darle cabida al remordimiento también.

—Aún así... fue despiadado—concluye el De Vil. Evie está de acuerdo.

—Lo sé.

—Muy, muy despiadado.

—¡Cállate, Carlos!— la voz de Mal se escucha débil—. No ayudas.

—Lo siento, Mal. Pero si Evie despierta, hay que considerar el peor de los panoramas.

—Ella regresará a ser la misma de antes. Acabaremos con Morgana y regresaremos a nuestro hogar. A nuestra casa. En Auradon. Con Chico. Con Ben.

Al mencionar ese nombre Evie es capaz contraer los dedos de sus manos en las sábanas de la cama. Mal nota ese movimiento, y poco después toma su mano.

Auradon... Ben... El corazón. No. No. No.

Su gesto se contrae, a los ojos de los chicos, parecía estar teniendo una horrible pesadilla. Evie quisiera eso. Que fuera una pesadilla, no un recuerdo.

“El corazón le pertenecía a...”

E, despierta. Vamos. Aquí estoy, aquí estamos. Por favor, E, tienes que regresar con nosotros. Te quiero, Evie. Por favor. Vuelve conmigo.

“... Benjamin Best.”

Sus ojos se abren de golpe. Se incorpora sobre la cama, Mal trata de tranquilizarla colocando ambas manos en sus hombros, pero Evie no queda quieta. Trata de zafarse a cómo de lugar. Quiere huir. Quiere alejarse de Mal.

Evie, desesperada, trata de alejar a Mal, tan nerviosa y llena de pánico que sus movimientos torpes no le permiten quitarse a la chica de encima.

C H A O S ¦ Descendientes Donde viven las historias. Descúbrelo ahora