Capítulo 41: Recibimiento

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—Me alegra que volvieras a mí, Evie.

Morgana estira sus brazos, que a la par de su enorme sonrisa, incitaban a cierta peliazul a que le diera un abrazo. Abrazo que, cabe decir, no tarda en suceder.

La suma sacerdotisa le hace un gesto a los guardias para que se vayan. Aún sigue sorprendida de que la chica haya aparecido de pronto, pues ciertamente dudó de su lealtad cuando se enteró que había huido de la guarida con sus amigos. Ya habría tiempo para hacerle preguntas sobre lo que sucedió.

—Gracias por recibirme— suelta Evie apoyando su húmeda mejilla en el hombro de la mujer pelinegra—. No tenía donde más ir.

—Siempre serás bienvenida aquí, querida. Tú y tu compañero— pasa una mano por su cabello una y otra vez—. Siempre.

Evie cierra los ojos, sintiéndose por primera en vez en mucho tiempo, a salvo. Grimhilde debe estar muerta ahora, y no se siente ni un poco mal por eso. Al contrario. Y sabe que Morgana la protegería. Confía en ella por completo.

—¿Puedes decirme la ubicación de tus amigos?

—N-no la sé. Yo estuve inconsiente, no recuerdo casi nada. Perdón— se disculpa apenada.

Evie se separa, Morgana la tranquiliza y toma sus manos, brindándole una sonrisa que le decía que no había problema. Ve a Evie hacer una mueca, frunce el ceño y baja la mirada a sus manos, específicamente, a sus muñecas.

—¿Tus amigos te hicieron eso?— señala—. Evie, contesta, por favor.

—Fue Jane. Influenciada por mi madre, Morgana. No fue su culpa.

—Aún así, ¿Dónde estaban tus supuestos amigos cuando pasó? ¿Por qué no te protegieron? Evie, alguien debe pagar por esto.

Al ver que aquello parecía afectarle, decide desistir de su plan para sembrar odio en ella. Caminan hasta la ventana más cercana, donde fácilmente podrían apreciarse las grandes extensiones de tierra del  enorme territorio que ahora gobierna Morgana.

—Esto es mío ahora— le dice—. Por fin, mi legado por fin ha comenzado.

—Es increíble— admite Evie.

—Lo es, pero, ¿sabes? Tú podrías gobernar también, junto conmigo, y así seremos imparables. Tu magia, mi magia, nuestro liderazgo. Piensa en todo lo que podrías hacer.

Usualmente Morgana no hubiera estado dispuesta en compartir lo que tanto trabajo le costó conseguir, sin embargo, con Evie tiene una afinidad inexplicable que la hacen querer que permanezca a su lado por siempre, que no la traicione y que evite ver en ella una potencial amenaza.

Evie sonríe. Le agradaba esa idea, pues a pesar de que fuera Grimhilde quien la educó para ser reina algún día, ahora que puede hacerlo, no le parece tan mal.

—Piénsalo...

La puerta de la entrada a la sala del trono es abierta imprudentemente por un solo joven pelinegro, que a Evie le resulta vagamente familiar.

—Madre— saluda él, inclinándose un poco.

—¿Qué quieres, Kheaden?— pregunta irritada la mujer.

Él posa su mirada azulina sobre Evie, abriendo un poco la boca para luego cerrarla. Relaja los hombros, cruza las manos tras su espalda y se acerca a paso tranquilo.

—Vine para decirte que tus tontos guardias no me dejan salir del castillo— externa la queja.

—Ajá. ¿Y?

—Quiero salir— frunce el labio. A Evie le da la impresión de estar haciendo un puchero.

Morgana analiza a su único hijo con aire perspicaz. El que su regreso y disculpas hayan sido aceptadas, no quiere decir que vuelva a darle la confianza que tenía antes de que decidiera darle la espalda por irse con Merlín.

C H A O S ¦ Descendientes Donde viven las historias. Descúbrelo ahora