Capítulo 33: Irreconocible (Parte 1)

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Las ocho siluetas aterrizan sobre el frío piso de piedra de un lugar desconocido para la mayoría. Iluminado por antorchas en las paredes, armaduras en los costados y retratos extraños en las paredes.

Kheaden jadea por el esfuerzo. Quizás sí usó demasiado su magia, piensa, pues se siente mareado aunque lo disimula bien.

—Creí que aún era de día— masculla Mal, abrazándose a si misma para tratar de entrar en calor. Hacía demasiado frío.

La pelimorada observa al chico que los trajo hasta aquí, pensando en que quizás los llevó hasta una trampa. Esa idea se esfuma cuando la mira.

Por algún motivo siente que puede confiar en él.

—Aquí siempre está oscuro. Y frío. Estamos en las catacumbas.

El hijo de Merlín toma una antorcha y la acerca a Mal lo suficiente como para darle calor, más no para quemarla.

Aquella acción se siente extraña para ambos. Tanta atención es incluso sospechosa, pero no tienen tiempo para pensar en eso.

—¿Cata-qué? — pregunta Jay.

—Catacumbas. Cuevas subterráneas donde se llevaban a cabo los ritos y entierros de la Antigua Religión— repite Amr de una manera mecanizada. Todos lo miran con una ceja alzada—. ¿Qué? Lo leí.

—Lo que él dijo— asiente el pelinegro, echando un vistazo al final del tunel—. Mamá no protege aquí porque es sagrado, así que si quieren seguir vivos es mejor que no toquen nada. Perturbar estos sitios es peligroso.

Dicho esto comienza a andar a lo que parece ser la salida. Utiliza su visión de brujo para guiarlos entre la oscuridad. Jay y Lonnie van tomados de la mano, al igual que Jane y Carlos. El príncipe de Camelot ofrece su brazo a la princesa Audrey, quien haciendo gala de sus modales, lo acepta.

—No se separen— advierte. Su voz suena con eco. Así de grande era aquel lugar.

En realidad lo peligroso de aquel sitio no era la oscuridad, mucho menos su inmensidad, pues Kheaden sabía que ese sitio solía sacar a relucir el lado más mezquino y odioso de las personas debido a una maldición que ahí había, y de la cual Morgana siempre le advirtió cuidarse.

Siempre creyó que era un mito. Espera que así sea.
De haber tenido otra opción no se hubiera aparecido ahí, pero era la opción más fácil y rápida, aunque también es la más arriesgada.

Por el bien de todos también  que ese chicos no tuvieran tantos problemas entre ellos. O si no...

—Escuchen, este lugar los hará sentirse extraños de una manera. Lo importante es no olvidar...

—Deja de ver a mi novio— escucha de pronto. Kheaden maldice, deteniendo su paso.

Lonnie, que hasta ese momento no había sentido la necesidad de confrontar a Audrey por estar interesada en su chico, siente que debe ponerle un alto.

Mal, Jay, Carlos y Jane se giran a ver a Lonnie como si no creyeran lo que acababa de decir.

—¿Y quién lo está viendo? — escucha que Audrey responde—. Mejor cállate, Lonnie.

La princesa de Auroria parece lanzarle dagas con los ojos. Una ira creciente, los malditos celos haciendo bulla en su sistema. Como si de pronto no le importara exhibir abiertamente sus recién descubiertos sentimientos hacia Jay.

—¡Llevas todo el día mirándolo como si quisieras comertelo!— la acusa.

El ambiente de pronto se llena de muchísima tensión.

C H A O S ¦ Descendientes Donde viven las historias. Descúbrelo ahora