Capítulo 20: Cruel Destino

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Merlín despierta en su habitación. Exhala el aire de forma agitada y grita de dolor cuando intenta moverse. Arturo, que dormía a su lado en una incomoda posición, se despierta cuando pasa eso.

Se miran por largos segundos, Merlín intentado mantener a raya sus gritos, Arturo dedicándole su mejor amigo y casi hermano una mirada llena de reproche.

—Amr te encontró en el bosque, sangrante e inconsciente. ¿A dónde demonios fuiste?

—Morgana...—habla a duras penas. El cuerpo le duele, y también su corazón.

—¿La detuviste?— él hechicero niega, con una profunda tristeza que el rey nota de inmediato—. Está bien, Merlín. Mira cómo te dejó.

El recuerdo de la batalla que enfrentaron se reproduce en su cabeza y se siente aún mucho peor emocionalmente cuando recuerda que nuevamente la dejó con vida, teniendo la oportunidad inmejorable de acabar con ella.

Volvió a dejar que los vestigios de los sentimientos que tenía hacia ella volvieran a concederle una piedad que claramente no merecía de su parte.

Ella lo utilizó, manipuló e hirió usando en su contra aquel arma de doble filo que es su amor.

Otra vez.

Solo que esta vez... La ha dejado fuera de combate, por lo que esperaba, fuera por lo menos un par de meses.

—¿Puedes curarte ya?

—Sí. Solo... Dame... Un par de minutos. Mis heridas no son tan graves.

—Bien. Descubrimos la intrusión de desconocidos por el lado oeste, así que debemos ir a verificar que no son enemigos.

—¿No puedes ir sin mí, Arturo?

—Sabes bien que necesito que cubras mi espalda.

Merlín sonríe y mira el techo de su habitación.

—Sin mi no sobrevivirías, dilo.

—No te pases, Merlín. No te pases.

(...)

Doblegar voluntades muchas veces era difícil si la persona tiene demasiado definido su sentido del bien y el mal. Algunos líderes recurren a la tortura, a la violencia, para inculcar miedo, más no respeto. Al hacer eso lo único que causas es gente resentida que te atacaría por la espalda apenas tuviera la mísera oportunidad de hacerlo.

Pero, ¿y si la persona que quiere reclutarte te lo da todo, no te trata mal y así te hace ver que no es tan mala como parece, distorsionando tu panorama?

Morgana prefería usar ese método antes que recurrir a la violencia. Y con Dizzy funcionó.

—Hola, chicos. Me da mucho gusto verlos de nuevo.

—¿D-Dizzy?

Celia, la hija del doctor Facilier, avanza hasta los barrotes que la privan de su libertad (al igual que a todos los demás), sin dar crédito a lo que sus ojos veían.

—Hola— Dizzy les sonríe.

—¿Qué haces, tonta? ¡Sácanos de aquí!

La niña niega. Su cabello pelirrojo está atado en una sola coleta, desaparecieron los listones de colores también y su ropa llena de colores que la caracterizaban. Ahora frente a ellos tenían a una Dizzy mucho más... Apagada, gris.

—No puedo. Mordred dice que aún necesitan pasar un poco de tiempo aquí— se disculpa—. No se preocupen. Les aseguro que este lugar  es mejor que cualquier otro lugar, incluso que Auradon. Aquí está mi mamá también. Y la tuya, y tu padre... Y también tu madre— señala respectivamente a unos cuantos.

C H A O S ¦ Descendientes Donde viven las historias. Descúbrelo ahora