Capítulo 1

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Año 1649.

Reino Humano. Castillo de Darkstone.

Henna

Me miro en el espejo y observo mis ojos verdes. Odio no tenerlos celestes como mi padre y mi hermano. De hecho, no tengo ni la más remota idea de quién los he heredado. Sobre todo, cuando los de mi madre eran oscuros. Supongo que ninguna persona está contenta con lo que tiene hasta que se da cuenta de que ella misma es su mayor y peor crítico. Contemplo mis mejillas, rojas de tanto pellizcarlas para darle un aspecto más saludable a mi blanquecina piel y me pregunto si realmente me merece la pena pasar dolor para parecer más atractiva. La respuesta se dibuja claramente en mi mente. Por supuesto que no, y aún así, aquí estoy, sabiendo que voy a tener que volver a pellizcarlas antes de salir de mis aposentos.

Hago una mueca cuando una de las sirvientes me da un tirón en el pelo al pasar el cepillo.

—Lo siento, alteza.

No le respondo, pero le dedico una leve sonrisa para tranquilizarla. No voy a castigarla por tirar de mi cabello, pero desde este momento Mae tiene más cuidado mientras sigue peinándome. Me dejo caer en el respaldo del sillón hasta que acaba y observo la hermosa trenza que ha tejido en mi cabello oscuro. Llevo un vestido del color del ébano y el ajustado corsé me aprieta las costillas. Nunca lo suficiente según muchas mujeres. Suelto el aire entre dientes, algo abatida. Caderas anchas pero cintura estrecha. Ese es el estilo de belleza que gusta a los hombres en el año que corre, mil seiscientos cuarenta y nueve. Hasta la Diosa Alaken, Diosa de la fertilidad y la guerra es representada así en libros y estatuas. Estoy segura de que si Alaken decidiese bajar de su templo en los cielos sagrados hasta Darkstone a honrarnos con su presencia condenaría a muerte a quien la ha representado de esa forma. Una Diosa guerrera rebajada en el arte a la mera imagen de una mujer sonriente y atractiva.

Me levanto del sillón en color azul oscuro y trato de respirar. Me cuesta trabajo hacerlo y eso me enfada instintivamente. ¡Esto es una desfachatez! ¡Todo esto lo es! Me encantaría estar en la cripta de mi familia, contemplando el precioso invernadero que tenemos allí, pero no, estoy aquí sumida en algo que no quiero hacer. Y eso hace que me arda la sangre.  Encima, hoy hace un calorasfixiante, que se suma al ardor de mis venas por las circunstancias.

Con fingida indiferencia, me acerco más al espejo y me doy unos suaves y tediosos pellizcos en las mejillas. De nuevo hoy he de escoger esposo, y por esto me refiero a decirle que no educadamente a algún príncipe. No me importa como sea físicamente, mi respuesta va a ser la misma. No quiero casarme con nadie. Y sé que con mi edad algunas de mis conocidas ya van por el cuarto hijo, pero no deseo sucumbir a los roles de la esposa perfecta ni tener que contentar a nadie.

Abro la ventana y el aire me da de lleno en la cara en una agradable sensación. Puedo ver los jardines de palacio desde aquí, llenos de color verde y de preciosas fuentes, y suelto un suspiro al observar a mitad de la corte hablando alegremente de temas banales y superfluos. Dirijo una mirada rápida a Mae y niego con la cabeza. Ella me dedica una tímida sonrisa.

—Estáis preciosa, mi señora.

Le devuelvo una breve sonrisa condescendiente y hago un gesto hacia todas las personas del jardín.

—Seguro que el tema fundamental de su reunión será la forma en la que rechazaré de nuevo a algún príncipe.

Ella desvía la mirada, pensando exactamente lo mismo que la mayoría. Que debería de dejarme de tonterías y escoger a alguien de una vez. Que ya tengo una edad y que voy a convertirme en una solterona si sigo así. Y yo a todos ellos les respondo lo mismo. Les sonrío y mentalmente mando al cuerno a la sociedad. Sobre todo a tener que contraer matrimonio forzosamente. Una pena que no pueda hacer lo mismo con este dichoso corsé. Me gustan mis curvas lo suficiente como para no querer taparlas. De hecho, creo que a todas las mujeres deberían de gustarle sus curvas sean como sean. Simplemente porque son de ellas. ¿Quién diablos puede decirme que no me guste mi cuerpo o que lo oculte? Soy lo que soy. Al igual que el resto de personas. Y como todas ellas, soy válida.

Con una mirada de asco me doy la vuelta y Mae se apresura a cerrar la ventana. Me quedo mirando su cabello castaño y ella se pone nerviosa.

—¿Por qué no te haces los peinados tan bonitos que me haces a mi?

Le hago la pregunta para relajarla. Es un simple cambio de tema. Algo de naturalidad en medio de todo el caos que conlleva el día de una pedida de mano. Es una mujer de más o menos mi edad y precisamente por eso puedo tomarme ciertas libertades como hacer esta clase de pregunta que otros miembros de la realeza no verían con buenos ojos. La realeza no debe de fijarse en ninguna otra clase social. Y mucho menos en los sirvientes. Deben de ser invisibles para nosotros. Quiero poner los ojos en blanco ante mis divagaciones, pero evito el gesto.

—No soy digna de llevar la clase de peinado que corresponde a la realeza, mi señora —me responde con tono educado.

No es digna. Ahí está otro error de la sociedad. Me muerdo los labios porque no quiero ser acusada de brujería por hacer a alguien pensar en cosas que no son justas y que deberían de cambiar y me doy la vuelta, dispuesta a salir de la habitación. Me siento tan frustrada. Tan enfadada...

—Mae... —le digo antes de que me abra la puerta captando sus ojos oscuros—. Al menos un recogido simple. Estoy segura de que te quedaría muy bien.

Ella abre un poco más los ojos y veo un brillo de satisfacción en ellos. Es mi sirvienta favorita y hace tiempo que la considero mi única amiga.Es fácil hablar con ella.

—Lo tendré en cuenta, alteza.

Le sonrío y salgo de la habitación notando como el corazón se me acelera. Es como si quisiese salirse de mi cuerpo y huir muy lejos. Precisamente lo mismo que yo quiero hacer. No me apetece en absoluto ser juzgada por rechazar a nadie, y vivo con el miedo continuo de que a mi padre se le vaya la cabeza y me ordene casarme con alguien. Espero que no sea capaz de hacer eso, precisamente porque hasta el momento ha tenido paciencia conmigo por ser su única hija. No obstante, ¿y si le da por cambiar de opinión? ¿y si decide entregarme a algún malnacido? En ese caso, necesitaría un milagro, al igual que el que pedí ayer por la noche.

Hola personitas preciosas!!!! Os traigo una nueva historia cargadita de amor y drama <3 Junto con el maratón que acabo de hacer de 12 actualizaciones nuevas en ciudad de fuego, este es otro regalo de la noche de reyes, que me apetecía regalaros algo especial. Disfrutadla mucho. 

Voy a haceros un primer maratón de ocho capítulos. Después de eso trataré de ir actualizando los domingos que es cuando tengo más tiempo por ahora. Un abrazo enooorme. Gracias por estar ahí. Sois maravillosas <3 Os quiero!!!!!!

PARA NOVEDADES:

Ig: sarahmeywriter 

Fb: sarah mey libros

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