Capítulo 23

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 Decidida y furiosa tras atar algunos vestidos y pieles, cojo la silla y con intención de romper el cristal de la ventana una vez más, me acerco corriendo hacia ella. Justo en ese momento las puertas se abren con tanta violencia que me giro aterrada. De pronto, Kievan está a mi lado y sus manos llegan hasta la silla que yo aún sostengo en las mías.

—Detente inmediatamente —profiere, letal.

—¡No me des órdenes y suéltame! —me quejo, realmente asombrada por su velocidad.

Todo ocurre muy rápido. De nada sirve que me resista o que agarre la silla con todas mis fuerzas. Forcejeo, tratando de mantener la silla para mi, ya más que nada por una cuestión de orgullo. Ahora que está aquí ha vuelto a echar abajo mis planes, pero si no hubiese llegado a venir tan solo tenía que saltar porque por fín había acabado de atar los vestidos. Podría haber llegado dos pisos más abajo con la cuerda improvisada, y saltar hacia el bajo. Sigo forcejeando, pero él no se inmuta mientras me arranca la silla de las manos sin piedad y con una facilidad apabullante. Lo insulto, presa de la ira y la desesperación.

—¡Bastardo!

—¡Cállate! —su voz suena más fuerte. Está perdiendo la paciencia. Si de verdad es un rey, no ha de tener mucha.

—¡Eres un monstruo!

—¡No tienes ni idea de lo que dices!

Él trata de taparme la boca mientras me responde con un tono aún peor que el mío, pero le muerdo. Sus ojos se abren con sorpresa. Es que... ¡¡¡¿Cómo se atreve a tratar de taparme la boca?!!! La velocidad con la que ha entrado y se ha acercado a mi aún me tiene anonadada, aunque no lo hace tanto cuando con una de sus manos es capaz de agarrarme con firmeza y fulminándome con la mirada me inmoviliza, apretando con tanta fuerza mis brazos que creo que va a rompérmelos.

—¡Ah! —me odio cuando el grito se escapa de mis labios y dejo de morderlo.

Nada más oírme Kievan reacciona y da un paso atrás. La vergüenza hace que quiera darle una cachetada en cuanto que su mano me suelta, pero la detiene al vuelo dejándome sin respiración. Jamás nadie salvo Harald me ha puesto nunca una mano encima y el hecho de que Kievan me haya agarrado de esa forma me lo recuerda y hace que me arda la sangre, sobre todo por el odioso efecto que su piel provoca en mi.

—Estate quieta y contrólate —advierte.

¡Encima se cree en condiciones de advertirme! ¡POR LOS TRES DIOSES ODIO A ESTE HOMBRE!

—Déjame salir de aquí. ¡Ya! ¡Quiero irme de este lugar!

¡NO PUEDO MÁS!

—¿Quieres que te azote? Porque si no dejas de tratar de pegarme, insultarme, y comportarte como una demente lo haré —pregunta con gesto desafiante.

Hay tanta amenaza en su voz que cualquier persona con sentido común se habría quedado quieta, pero no yo. Vale, me quedo quieta, pienso para que me oiga, pero hago todo lo contrario. Hace tiempo que he perdido el sentido común y la sensatez. Y en lo más hondo, algo me dice que no es capaz de levantarme la mano. No sé cómo, pero estoy totalmente segura de eso. Con todas mis fuerzas me echo sobre su cuerpo empujándole con toda la maldad que soy capaz de albergar y por la turbación logro desestabilizarlo y hacer que caiga al suelo gracias al montón de vestidos atados que hay justo detrás de donde está. Rápidamente me tiro sobre él, quedándome encima, fuera de mi, queriendo hacerle daño por la frase que me ha dedicado segundos antes. Aunque sepa que no va a hacerlo, no puedo ignorar que me ha amenazado.

No es hasta que le he dado el tercer manotazo cuando me doy cuenta de que no le duele en absoluto lo que le estoy haciendo, y en cambio, mis manos arden de todo lo que me duele cada golpe que le he pegado a su musculoso cuerpo. Mis mejillas están llenas de lágrimas y me las enjugo con rapidez. Estoy pagando con él toda la frustración que siento, y él parece dejarme hacerlo. Miro mis manos y luego, aún encima de él, notando su respiración y la forma en la que su fuerte abdomen baja y sube entre mis piernas, me pierdo en sus ojos negros sintiendo de nuevo esa pena honda de la desesperación.

Y de nuevo, la sensación dura poco. Él me está mirando con tanta intensidad que todo lo demás desaparece. La puerta, la silla, la ventana, todo pierde importancia, sobre todo, cuando en lugar de sentir miedo, siento que hay algo muy profundo en el ambiente, girando entre ambos, haciendo que quiera besarlo. Agarrando mis manos y tirándome por completo al suelo, Kievan se coloca autoritario encima de mí, cambiando posiciones. Si antes creía que era su presa, no sabía lo que decía. Ahora sí que lo soy. Noto su peso encima de mi, pero soy consciente de que coloca una mano en el suelo para no aplastarme. Su aroma hace que me remueva, muy nerviosa. Mis brazos se quejan al moverme. Y lo que es aún peor, me siento algo excitada. Que me perdone Malbak por este pensamiento. Kievan es el diablo. Kievan es el pecado, y cuando vuelve a clavar sus ojos en mí, soy capaz de ver que la misma duda que pasa por mi mente pasa por la suya.

Sus ojos, ahora misteriosamente algo menos oscuros, se detienen en mis labios, y se acerca a ellos levemente. Mi respiración se acelera y soy consciente de que la suya también se vuelve errática. Siento todo como si me hubiesen arrancado una capa de piel. Siento miles de sensaciones distintas recorrerme. Cada movimiento que hace, por pequeño que sea, tiene un impacto brutal en mi. Al igual que cuando me mira a través de las pestañas, inclinado hacia mí, esperando cualquier reacción que le indique que quiero que me bese. Elevo un poco la cabeza y él vuelve a acercarse todavía más. Nuestros labios casi se rozan y me siento como si estuviese a punto de desmayarme o de echar a volar a pesar de que mis pies aún están en el suelo. Está respirando en mi boca, y yo de la suya. Nunca antes he hecho algo así, y me tiene cautivada, atrapada, extasiada.

Él me observa, y en esta ocasión, cuando deseo de todo corazón que acabe lo que se ha atrevido a empezar, que me de una excusa para olvidarme por un momento de todo lo que ha pasado, se incorpora con rapidez, carraspea y se pasa una mano por el cabello. Luego, como si acabase de caer en algo, me ofrece una mano para ayudarme a levantarme del suelo y me quedo mirándolo con la boca abierta. Si no le escupo en la mano es precisamente porque no sé cómo hacerlo. Jamás he escupido nada, ni la comida que no me gustaba de más pequeña. Eso no es lo que se espera de la realeza, y yo ya había decepcionado demasiado a mis padres y a mi hermano de más pequeña con mis modales como para encima ir escupiendo por ahí. Rechazo su mano y me levanto por mi propio pie, pero eso sí, temblando como una hoja en Soleriem, la estación cálida.

Kievan parece querer decirme algo, pero en lugar de eso, me mira de arriba abajo con avidez, y una punzada me invade cuando veo que vuelve a detener la vista en mi pecho durante lo que creo que es una milésima de segundo. Después de eso, resopla exasperado y se va de la habitación, eso sí, llevándose consigo los vestidos atados, la mesa de madera y la silla.

—No vuelvas a intentarlo —farfulla antes de salir.

Me quedo muy quieta, tratando de asimilar lo que acaba de pasar cuando la puerta se cierra. La luna aún está en lo más alto mientras mi corazón sigue latiendo desbocado en mi pecho. ¿Cómo sabía que iba a romper el cristal? Contengo la respiración. Había llegado a esta conclusión antes, pero ahora... ahora puedo jurarlo. Estoy segura de ella. Kievan Hunter puede leer mi mente incluso si no está en la misma habitación que yo.

Holaa personitas preciosas!!! Este capítulo en concreto es uno de los que más me ha costado escribir. Es un poco... fuerte quizá, pero teniendo en cuenta que ella es una princesa suprema acostumbrada a privilegios, que se lo den todo y a tener siempre la razón por su estatus, y que ahí se siente muy perdida y encima ve a Kievan como su secuestrador y una parte de ella sigue pensando que es el responsable de todo, y que además siente cosas por él que no debería, creo que es la forma en la que este personaje en concreto reaccionaría, a la defensiva y llena de impotencia y miedo al ver que no puede escapar, en un lugar que le parece tenebroso, con personas que ve peligrosas, a las que no sabe al cien por cien si culpar de lo que le ha pasado a su padre y dolida por todo lo que le ha ocurrido. 

Y respecto a él, su gente lo respeta y algunos lo temen, es un rey familiarizado con el poder, así que tampoco está acostumbrado a que nadie le tosa, y encima Henna lo hace y lo descoloca al mismo tiempo rompiendo sus planes, así que reacciona así por eso, y el conjunto de sus acciones hace que los personajes choquen. Contadme qué os ha parecido, si cambiaríais algo o entendéis sus reacciones. Os subo uno más que va a ser larguito en un ratito pequeño. <3 Gracias por leerme! 

Ig: sarahmeywriter

Fb: sarah mey libros

HENNA©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora