Capítulo 28

13.6K 1.3K 87
                                    


He desayunado para no llamar la atención de nadie y luego he pasado un buen rato tratando de buscar la forma de llegar al sótano de este castillo inmenso sin ser vista. Misión casi imposible cuando tengo todos los ojos puestos en mí, y encima con miradas desconfiadas. Soy una forastera en tierras ajenas.

Creo que son conscientes de que voy a tratar de escapar. Incluso aunque hablase a susurros con Aria. En cierto modo, si estas personas han perdido recursos supuestamente por culpa de las malas gerencias de mi hermano y han perdido a su princesa a la que según Aria adoran, puedo entender perfectamente su hostilidad hacia mí, y sobre todo cuando se dirigen a mi como la humana a mis espaldas.

Ahora estoy aún más decidida a escapar. O escapo o acabo en manos de Harald. La elección es fácil, llevarla a cabo no tanto. Suspiro mientras observo la balaustrada de las escaleras en color marrón oscuro. Tiene talladas formas extrañas que me recuerdan a pequeñas gárgolas. Aún sigo sin saber qué clase de monstruos son estas personas.

Soy algo peor que el diablo. Parece que la voz de Kievan me vuelve a atravesar la mente de la misma forma en que lo hizo cuando me dedicó esas palabras.

Pongo una mano sobre la barandilla de la escalera y comienzo a bajar. Necesito un plan para salir de aquí y también tengo que intentar que nadie escuche mis pensamientos porque ya tengo claro que Kievan no es el único que puede oírlos. No he visto a nadie tan atractivo como él, pero estoy segura de que todos cuantos me rodean son seres extraños y peligrosos, aunque no posean su belleza. Trago saliva y bajo hasta el primer piso notando como tengo ya varias miradas de nuevo en mi. Me he cambiado de ropa y me he puesto un traje rojo para hacerme ver con este color. Mi mente va tejiendo poco a poco la forma de escapar, y sé que es centrando toda la atención de las personas de palacio en un punto bien distinto al sótano.

Tras dar varias vueltas por el castillo encuentro una habitación con la chimenea encendida, que no sé porque lo sé, pero estoy convencida de que es el despacho de Kievan. Está a unos ochenta metros de la entrada principal y se compone de una mesa enorme con un sinfín de papeles encima. Ni tan siquiera quiero pensar en lo que voy a hacer, pero antes de hacerlo registro la habitación buscando algo que pueda servirme para ubicarme un poco más en mi situación, y en el cuarto cajón de la mesa, nada más encontrar una carta, deseo no haber buscado nada. Tiene el emblema, ese maldito caballo sobre sus dos patas traseras, dibujado sobre un lateral. Es una carta de la casa Haakon, arrugada porque el destinatario la ha convertido en una bola de papel. Me tiemblan las manos cuando leo las cuatro palabras que la componen.

Esta medianoche. Donde siempre.

El papel se me cae al suelo y doy un paso atrás llevándome una mano al pecho. La fecha de la carta es de hoy. ¡Quieren intercambiarme esta medianoche! ¡DIOSES, NI TAN SIQUIERA TENGO TIEMPO PARA HUIR LO SUFICIENTEMENTE LEJOS! El corazón se me acelera y mi respiración se vuelve errática. Me falta el aire y siento como la desesperación va haciendo mella en mi. No tengo tiempo que perder. ¡Maldición! Vale Henna, tranquila, dejarte llevar por el miedo ahora no va a servirte de nada, me digo a mi misma. Voy a prender fuego a esta habitación y luego voy a escapar cuando todos estén aquí.

Trato de no pensar en lo que estoy haciendo cuando, algo temerosa, cojo un trozo de leña y lo acerco a la chimenea. La punta no tarda en encenderse y me acerco con ella a las cortinas. Repito el movimiento una y otra vez, con la mente en blanco, y luego también quemo las telas que cubren un gran sofá negro. Espero que el fuego consuma algo más la estancia para salir fuera de ella y esperar que una de las criadas grite:

—¡Fuego!

Basta con que lo diga una sola vez para sentir cientos de miradas en mí. ¿De dónde han salido? ¿Se habrán dado cuenta de que he sido yo? No lo sé, pero cuando tengo a Ethan a mi lado y me mira con cara de mitad enfado mitad decepción como si lo supiese, no tengo duda de que lo saben. He elegido esta habitación porque todos van a tratar de poner a salvo los documentos de la mesa. Buena suerte. Varios hombres llegan a tratar de sofocar el incendio y yo aprovecho para alejarme tratando de no ser vista. Tengo una Parsimein en el bolsillo. Otra de las flores que guardaba en el libro. Con ella puedo dormir a cualquier persona.

Entro en uno de los baños y en cuanto que veo pasar a una criada, le pido que me ayude con el vestido. Ella entra sin esperarse que le ponga la planta, ahora mojada porque se intensifica con el agua, en la cara. Aunque intenta alejarse ya es demasiado tarde. Al igual que la Flor de Nieve, basta con que la huelan para que tenga efecto. La mujer no tarda en caer al suelo antes de lanzarme una mirada acusatoria.

Me agacho, muy nerviosa, pero sabiendo lo que estoy haciendo y le quito el vestido de sirvienta en color grisáceo. Me siento algo nerviosa ante su casi desnudez, y sacudo la cabeza pensando que no puedo permitirme pensar en estupideces ni tener pudor por quedarme casi desnuda yo misma. Me quito el mío con rapidez y me pongo el suyo. Me aseguro de soltarme el pelo y recogérmelo hacia un lado para poder tapar mi rostro y me coloco la cesta de ropa que ella llevaba en la cabeza, de tal forma que mi cara también queda tapada con mis dos brazos al agarrarla. Mi cuello se resiente un poco, pero no es momento de quejarme ni de detenerme por una molestia.

Tratando de calmar mi corazón y respirando profundamente, salgo del cuarto de baño rezando porque me confundan con una sirviente. Voy a necesitar más suerte que en toda mi vida para que esto salga bien.

Hola chicas, os voy a subir dos capítulos para daros las gracias por lo de ayer. Un abrazo grande.

Ig: sarahmeywriter

Fb: sarah mey libros


HENNA©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora