Capítulo 4

24.7K 2.1K 182
                                    

La cuerda acaba de romperse y me doy de bruces contra el suelo. Maldigo y me levanto rápidamente, sintiendo cómo me duele algo la espalda y la rodilla izquierda. Me analizo a mí misma unos segundos y respiro al darme cuenta de que no me he roto nada. Limpio mi vestido y echo a correr rápidamente tratando de no ser vista.

Diez minutos más tarde he logrado salir del castillo misteriosamente sin problemas. Supongo que la mayoría de los guardias estaban pendientes a que el joven príncipe no tirase abajo la puerta de mis aposentos. Los guardias de la entrada no se han atrevido a decirme nada cuando me han visto salir. Les he ordenado a todos que mantengan silencio y eso es lo que han hecho. No obstante, cuento con una patrulla de al menos quince hombres detrás de mi, protegiéndome en el caso de que algún ciudadano o campesino quiera hacerme daño o por si me encuentro con algunos de los hombres del príncipe al que acabo de humillar. La forma tan fría en la que me miró, mezclada con sus palabras, hacen que sienta un escalofrío y tenga un presentimiento horrible. Lo que he hecho tendrá consecuencias, pero... ¿cuáles?

Al mismo tiempo que pienso todo esto, rezo a mis tres Dioses para no encontrarme a ningún seguidor del quinto Dios. Últimamente no paran de llegar rumores de que están asesinando a quienes no creen en el Dios del Caos para reclamar su poder. Por un momento me pregunto quién será el cuarto Dios, cuando hay un primer, segundo, tercer, y quinto. Sacudo la cabeza. Todo eso son bobadas. Tan sólo existen los tres Dioses. Lo demás tan solo es un grupo de chiflados como los llama mi padre, pero aún así, camino con cuidado por si veo a alguien mirarme de un modo sospechoso. A pesar de los asesinatos del sur, aún hay muchas personas que piensan que los hijos del Caos tan sólo son rumores o leyendas. Yo no soy una de ellas. Si alguien dice que hay una especie de secta asesina, no puedo evitar creérmelo o al menos estar más atenta. ¿Qué era lo que tenían tatuado? No lo recuerdo exactamente, pero si de verdad existen no quiero ver un tatuaje de esa secta jamás.

De pronto un hombre tatuado llama mi atención y contengo la respiración. Falsa alarma. Tan sólo es un marinero con un ancla dibujada en el hombro. Darkstone es conocido por su comercio marítimo, a pesar de no estar rodeado de mar. El enorme río Drecen contribuye al comercio marítimo y pasa por la mayoría de las ciudades del norte, se desvía un poco en el centro para unir Darkstone con Noctarlia y luego vuelve a bajar hasta acabar en el sur.

Mencionar mentalmente a Noctarlia me causa un escalofrío. Noctarlia y Haakon tienen una muy buena relación. Noctarlia. Haakon. Harald. Mi corazón sigue acelerado al ver en el lío en el que me he metido y sin embargo trato de ignorarlo. Debería de sentirme fatal, pero la realidad es que me siento bien. Paseo por las calles plagadas de colores y con variopintos olores tratando de centrarme en otra cosa hasta que escucho un sonido repetitivo y unos jadeos que parecen dolorosos. Apenas hay nadie por la calle y me doy cuenta de que es porque la mayoría de las personas están reunidas en la plaza.

Horrorizada y temiendo lo que debe de estar pasando ahí me acerco a toda velocidad. Detrás de mi noto como los guardias me siguen y los detengo con una mano. Quiero ver qué es lo que ocurre realmente en una de nuestras ciudades cuando nadie espera mi presencia.

Avanzo hasta la multitud sintiendo el suelo de piedra bajo mis pies. Me abro paso entre personas en su mayoría vestidas con harapos y me disculpo para que me dejen pasar. Es extraño estar tan próxima a otras personas ya que mi guardia siempre se asegura de que nadie esté lo suficiente cerca de mi para tocarme. Varios hombres me miran y supongo que es por mi traje de seda y por la forma en la que mis joyas brillan. El sonido cada vez me resulta más fuerte y repetitivo y no tardo en confirmar mis sospechas de que están azotando a alguien en medio de la plaza.

Abrumada porque nunca antes he visto un castigo público, distingo al coronel Hanger en el centro de la plaza con un látigo en las manos. Lo vi salir del palacio nada más saludarme, pero no presté atención a cuándo o porqué se fue.

HENNA©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora