Capítulo 7

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El sonido de la guardia real hace que me levante sobresaltada de la cama. Las trompetas resuenan en mis oídos y corro hacia la ventana para observar qué está ocurriendo. Cojo aire y lo suelto poco a poco.

Los guardias llevan presos a un grupo de prisioneros que han sido ajusticiados. El corazón se me acelera y siento como el nerviosismo recorre mi vientre cuando distingo a Kievan Hunter entre los hombres. Por unos instantes parece sentirme y nuestras miradas chocan. Vuelvo a ver frialdad en sus ojos y contengo el aliento. No lleva nada de cintura para arriba y me tiemblan las rodillas al observar su cuerpo. He escuchado a alguna sirvienta decir la expresión "es una fiera andante" para definir a alguien como Kievan. Y sí, lo es. Espera, no, no acabo de pensar eso. Bueno sí, maldición, sí que lo he hecho. ¿Cómo puede el cuerpo de un hombre provocar este aleteo nervioso en mi interior? No puedo dejar de mirar sus músculos.

Los guardias lo empujan sin piedad y me apresuro a vestirme para bajar corriendo al patio. A través de los cristales soy capaz de ver que mi padre ya está allí y que está hablando con los hombres que han sido disciplinados.

El ruido apresurado en mi habitación avisa a mis criadas de que ya estoy despierta y corren a ayudarme a vestirme tras darme los buenos días haciendo una reverencia.

—Vamos... —apremio.

Odio llevar todas estas prendas, aunque me alivia no tener que llevar corsé en esta ocasión. Mae me recoge el pelo hacia atrás al darse cuenta de mi prisa y me observa salir atropelladamente de la habitación. Bajo corriendo las escaleras y me percato de que soy el centro de muchas miradas. Ni tan siquiera me he mirado al espejo y estoy convencida de que aún he de tener cara de dormida. O peor aún, las sábanas marcadas en la piel. Sin entenderme, pellizco un poco mis mejillas para darles algo de color. No entiendo porqué me pone nerviosa el saber que voy a ver a Kievan.

—¿Has visto a ese hombre que está ahí fuera? Jamás he visto nada igual —escucho a una criada contarle entre risas a otra.

Maldición. Sé perfectamente que hablan de él. Un hombre como él no puede pasar desapercibido ni pretendiéndolo.

Al salir al patio el sol me hace cerrar los ojos, pero no tardo en ubicar donde está el hombre que se ha colado en mis pensamientos durante esta noche. Está rodeado por al menos ochenta guardias colocados a cada lado en más de una fila. Sus ojos salvajes se clavan en mi y me penetran con intensidad. Hago como que no lo he visto, aunque es sumamente difícil no verlo cuando se yergue aún más y me reta con la mirada, imponente.

Me coloco al lado de mi padre y observo como él niega con la cabeza, indicándome que no debería de estar aquí. El rey tiene razón. No debería ni tan siquiera haber salido de mis aposentos, pero sinceramente no me gusta tener a un hombre como Kievan cerca de mi querido padre. Sigue teniendo algo salvaje en él que me hace estar alerta. El simple hecho de que pueda herirlo me hace ponerme en guardia. En esta ocasión soy yo quien lo desafía para que se atreva a dar un paso hacia mi padre, quien está sumamente pálido como si el desayuno le hubiese sentado mal.

Paseando la mirada con rapidez hasta los otros cuatro hombres que están con él, miro sorprendida al mismo hombre que flagelaron en la plaza hace menos de veinticuatro horas. Sus ojos azules me miran con interés. Sin embargo, no me da tiempo de reparar demasiado en él.

—Princesa Henna —me suelta Kievan con desdén haciendo que quiera darle una patada en el estómago al mismo tiempo que me produce un escalofrío el comprobar como mi cuerpo responde ante su voz.

Tiene una cadencia atrapante. El sol cae sobre su piel y trato de centrarme en su mirada para no quedarme como una idiota mirando cada ángulo de su fuerte cuerpo.

HENNA©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora