Capítulo 30

13.2K 1.3K 147
                                    


—No nos conocemos muy bien, pero lo que has hecho y la forma en la que lo has intentado motivan a esforzarse a cualquiera.

Ethan. El candelabro aún encendido me deja ver sus ojos azules y amables, y aún así, me pongo muy tensa cuando da un paso hacia mi.

—¿Cuánto tiempo llevas ahí?

El aire se me escapa de los labios. Él me dirige una mirada larga que me pone aún más nerviosa.

—El suficiente para admirar tu determinación.

Ethan avanza con el porte de un guerrero y yo retrocedo. No lo he escuchado. Ni tan siquiera me había percatado de que había alguien observándome.

—No te acerques —advierto.

—Está bien —cede deteniéndose, y veo incluso como agacha un poco la cabeza en un asentimiento con algo de sorpresa—. No voy a acercarme ni a hacerte daño, pero si sales al bosque no podré asegurarte que las personas con las que te encuentres harán lo mismo. La noticia de que has prendido fuego al castillo ya ha corrido como la pólvora, Henna, y no a todos les ha sentado bien.

Me estoy volviendo loca. Eso es lo único que puede explicar que sienta algo familiar rebotarme en el pecho cuando Ethan pronuncia mi nombre con tanta familiaridad. No hay acusación en sus palabras, ni tampoco parece alguien a punto de atacarme, y la forma en la que me observa me hace ver que no tiene intención de dañarme. ¿Qué diablos está pasando?

Elevo la cabeza y muevo los deditos de los pies, sin saber dónde meterme. La luz del sol, arriba de las escaleras, entra a raudales en el pequeño cuartucho donde estamos. Estoy tan cerca de tener una posibilidad... y como siempre, tengo algo que puede ayudarme bien cerca. Tan solo necesito encontrar la forma de que Ethan no lo sospeche.

—Será mejor que volvamos al castillo, princesa —me dice de nuevo con esa voz amable, que sin entenderlo, me hace querer confiar en él.

Quizá no sea Kievan el único que puede hacerme sentir este tipo de cosas. Quizá Ethan también pueda hacerme querer confiar en él. Puede que su raza, como ellos se llaman, tengan el poder de controlar las emociones de los humanos. Un escalofrío me hace estremecerme imperceptiblemente. De pronto, siento que empieza a hacer aún más calor y noto como estoy sudando. La sensación me produce algo de asco. No estoy acostumbrada a sudar. Siempre tengo a sirvientes dispuestos a abanicar a su princesa suprema y a refrescar las estancias por las que paso. O al menos, antes lo hacía. Por los tres Dioses, es que ni tan siquiera sé si sigo siendo una princesa suprema después de todo lo que ha pasado. Sin mi familia, no sé ni a donde pertenezco.

—Sí. Será lo mejor.

Incluso Ethan me mira con desconfianza por cómo ha sonado mi voz. No se cree que sea tan fácil convencerme, y hace bien, porque tan solo necesito tener la oportunidad.

—Sé que estás en una situación complicada, y que no me conoces de nada para confiar en mi, pero por favor, créeme cuando te digo que Kievan tan solo quiere protegerte. Y si no lo hiciese, si por algún motivo que no creo que pase jamás porque yo a él sí que lo conozco muy bien y sé que tiene buen corazón, si Kievan hiciese algo que pudiese perjudicarte, yo sería el primero en sacarte de aquí.

De nuevo siento una sensación extraña en el pecho y de todo corazón deseo creerme sus palabras. Sin embargo, recuerdo las palabras de Aria y la carta que encontré en su despacho. Hoy a medianoche. Ethan tiende su mano hacia mi, y yo me acerco tomándola con mis intenciones muy claras. O eso creo hasta que de pronto una imagen se me viene a la cabeza y me hace contener el aliento. Mis ojos se cierran sin mi permiso y de pronto tan sólo veo una estancia enorme, como el recibidor de un palacio, con columnas bañadas en oro y cortinas elegantes y opulentas. Un trono destaca en la parte delantera de la estancia y un hombre muerto yace sobre él. La sangre sale de su cuello a borbotones, y yo lo veo todo desde el suelo, sintiendo como unas manos amables me agarran con cuidado. Son las manos de Ethan, quien me mira con una pena honda en sus ojos azules llenos de lágrimas.

—Ah... —exclamo, volviendo a la realidad, a mi intento fallido de huida, a Ethan a mi lado con su mano sobre la mía.

—¿Estás bien? —suena preocupado.

—Sí —respondo con brusquedad, sintiendo como me falta el aliento.

No tengo ni idea de qué acaba de pasar. Espera, sí, sí que lo sé. Dioses. He tenido una visión. Yo estaba en el suelo, y Ethan me miraba mientras lloraba. ¿Qué diablos acaba de pasarme? El corazón aún me late acelerado. ¿Quién era el hombre muerto en el trono? ¿Por qué yo estaba en el suelo? ¿He visto acaso mi futuro? ¿Mi muerte? Quiero llorar de puro miedo. Ethan se da cuenta de que algo no va bien, aunque no dice nada y asiente con la cabeza. Quizá también ha visto lo mismo que yo, y por eso sus ojos se han ensombrecido un poco. Yo aprovecho eso para recordarme lo que tenía bien claro hace unos minutos. Antes de esa horrible visión, antes del sentimiento que me congela los huesos.

Saco la flor anaranjada que llevo en uno de los bolsillos de la criada y me tapo la nariz al tiempo que rápidamente acerco el Parsimein a Ethan. Lo hago tan rápido que, al igual que a la sirviente, no le da opción a reaccionar y cae rendido al suelo. El sueño se apodera de él y yo me apresuro a guardarme la flor y correr hacia las escaleras.

Sudando, empapada, y sin perder el tiempo en darle importancia a algo que no sea huir, subo por las escaleras y me quedo muy quieta en cuanto que el aire libre me roza la frente. Dirijo una mirada rápida a cuanto me rodea y al darme cuenta de que estoy sola salgo rápidamente del pasadizo. La felicidad que me embarga es abismal. ¡He conseguido salir del pasadizo! Estoy pletórica. Ojalá que Ethan tarde en despertarse. Ojalá poder salir de aquí. Ojalá alejar esa imagen de ese hombre muerto y desangrándose en el trono.

Los rayos del sol hacen que entrecierre los ojos. El piar de los pájaros se mezcla con aullidos en la distancia. Y no me dan miedo. Por unos momentos, soy libre. Libre de verdad. Y es como si estuviese cayendo en picado. Todo me abandona excepto mi alma. Mi alma y el recuerdo de sentir algo parecido presa en la espalda de Kievan cuando subió y bajó las fortalezas de mi castillo.

Siento mis pies en la fría hierba y camino despacio buscando algo de musgo. Sé que crece hacia el norte y así me resultará fácil encontrar el este. Un zapato se me engancha en una pequeña hierba y muevo el pie para deshacerme de ella. Sigo avanzando con cuidado reconociendo el terreno hasta que por fin encuentro algo de musgo. Lo observo, ubico el este, y ahora sí que no pierdo nada de tiempo.

Corro tratando de ver más allá del color verde que me rodea por todas partes. Y siento que todo va bien por primera vez desde hace días. Me siento tan liberada que creo que puedo incluso volar. Corro, corro y corro durante más de diez minutos, sin parar aunque no esté acostumbrada a hacerlo y me sienta algo mareada, y a partir de ahí, en un momento dado, comienzo a sentirme observada. Aún así, eso solo sirve para hacerme correr más rápido, sin intención de parar. Y seguiría siendo así de no ser porque alguien me corta el paso y me escudriña con odio, y en esta ocasión, no se trata ni de Ethan ni de Kievan.

Holaaa personitas preciosas!!! ¿Cómo estáis? Gracias por leerme. ¿Esperábais a Ethan al inicio? Os subo un capítulo más en un momento.

Para novedades:

Ig: sarahmeywriter

Fb: sarah mey libros


HENNA©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora