Capítulo 42.2

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Cierro los ojos. Esto ya es demasiado para mi.

—¡Por supuesto que no me convertiré en una loba!

Me levanto de la cama y me abrazo a mi misma. Lo veo hacer una mueca cuando pongo mi mano en el brazo que ya está por fin casi cicatrizado del ataque de Lya. Luego me observa, comprensivo, y asiente con la cabeza, aunque diviso algo de pesar en sus ojos.

—En ese caso, el tiempo que estemos casados ambos deberemos de tener cuidado de que nadie te haga daño.

¿El tiempo que estemos casados?

—A diferencia de los matrimonios entre humanos, el de los lobos no es definitivo. Quiero decir que se puede romper. Podemos estar casados hasta que ambos consigamos lo que queremos.

¿Romper un matrimonio? ¡Eso es inadmisible en mi reino! El matrimonio es un vínculo sagrado que hacemos en honor a nuestros tres Dioses. Se me eriza la piel tan solo al pensar en romper una promesa que se ha hecho ante ellos.

—En mi reino el matrimonio es irrompible. Si me abandonas me convertiré en una solterona a la que repudiarán —suspiro con resignación—. Aunque tampoco creo que te importe.

Él niega con la cabeza.

—Bruce me ha explicado cómo funcionan las cosas en tu reino. No tengo intención de abandonarte por ahora, pero si lo hiciese, fingiríamos mi muerte para que pudieses casarte otra vez.

¿Bruce? Hay algo en la forma en la que habla que me hace entrever que no le gusta mucho la idea.

—No voy a obligarte —me confiesa—. Pero tampoco voy a darte otra opción. El consejo vendrá en cuanto que solucione todo lo que ha pasado o al menos lo tenga bajo control. Tardará un poco, pero vendrá. Vas a quedarte aquí hasta que te decidas a aceptar mi mano en matrimonio.

Bufo y me llevo una mano al cabello. Por primera vez reparo en que estoy algo despeinada, pero me da exactamente igual. Ahora mismo lo menos que necesito es la presión de estar siempre elegante por mi estatus social. Indiferentemente de que tenga al hombre más atractivo del mundo delante de mí.

—¿En qué se diferencia eso a obligarme?

Él ladea los labios en una muy, pero que muy, breve sonrisa. No puedo evitar quedarme mirándola. Es atractiva. Tanto que me chirrían los dientes.

—En que no voy a llevarte a rastras al altar.

Pongo los ojos en blanco. Estoy tan cansada mentalmente que no puedo responder que no voy a casarme con él. ¿Casarte con alguien con quien sabes que luego vas a romper? ¿Qué sentido tiene? Me niego en rotundo a hacer algo así. No puedo incumplir la promesa de mi madre por esto. De pronto, caigo en algo y observo a Kievan. Tiene la mirada fija en mi y le veo arrugar un poco la nariz al tratar de leer lo que me pasa por la mente.

—En el supuesto caso de que dijese que sí, Lya tratará de matarme una vez más. Toda tu gente lo hará.

—Lya es la capitana de mi quinto ejército. Por mucha rabia que le dé, su deber es protegerte como su reina.

Siento nauseas una vez más. Lya protegiéndome. No puede hablar en serio. Tomo aire y resoplo. Siento que Kievan está esperando que siga hablándole de ella y quejándome, y es precisamente por lo que no lo hago. Quiero cambiar de tema y tener tiempo para pensar. Un pesado silencio se interpone entre nosotros hasta que vuelvo a hablar.

—Siempre he pensado que menos mal que nadie escucha lo que pienso —miro a Kievan y aprieto los labios—. Tengo un problema serio contigo y tu raza.

HENNA©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora