Capítulo 37.2

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Sus palabras engloban un mundo. Pega su cuerpo más al mío, hasta que no queda espacio entre ambos, y aún así para mi no es suficiente. Quiero más de él y es como si sintiese el poder saliendo de su ser, de su interior. Lo siento como un cosquilleo en mi propia piel. Poco importa ya que antes quisiese escapar. Ni tan siquiera pienso en mi padre y en lo triste que estaba al recordarlo. Ni en el ataque de los Eredeths. Cuando lo tengo delante me olvido por completo de todo y tan sólo pienso en él. Magia. Esto es magia.

—Eso que estás haciendo ahora mismo. A esto me refiero. A hacer que mi cuerpo reaccione así.

Kievan me dedica una sonrisa pícara, como si disfrutara excesivamente de lo que está escuchando. Anonadada, veo como su rostro se acerca al mío y mi corazón se acelera pensando que me va a besar. Y Dioses, jamás he deseado tanto algo.

—Créeme que yo no hago nada. No te estoy hechizando de ninguna forma. No soy ningún hechicero.

—Mientes... —incluso mi voz suena temblorosa.

Su sonrisa juguetona y atractiva se ensancha. A cualquier doncella le temblaría todo al ver su forma de sonreír. Esa jactanciosa y presumida forma de sonreír. Esa que indica que tiene el mundo a sus pies. Esa que han debido de ver pocas personas.

—No lo hago, pero sí que tengo muy claro lo que te pasa.

—¿Qué me pasa según tú?

Se moja los labios y yo me olvido de respirar cuando se acerca un poco más. Mi cuerpo se paraliza.

—Te gusto, Henna. No puedes negármelo. Lo noto en cada uno de tus latidos.

Maldito impresentable. Está hablando literalmente en mi boca. Siento la pared detrás y sus manos en mi espalda, que comienzan a subir suavemente haciendo que me estremezca. Noto cada milímetro de mi piel reaccionar, despertarse, vibrar. La intensidad, la forma en la que su respiración cae en mis labios, su cercanía, todo hace que el mundo parezca detenerse. Elevo un poco más la cabeza, presa del momento, deseando sentir el contacto de mi primer beso, cuando veo como le brilla la mirada.

—Te lo niego —me las apaño para decir.

—Tu cuerpo te traiciona —susurra sensual.

—El ego de algunas personas es tan alto que morirían si saltasen desde él.

Veo como frunce el ceño, molesto y disfruto de su reacción, victoriosa.

—¿Hablas de esa mujer que rechazó a todos esos reyes humanos porque pensaba que no le llegaban ni a la suela de los zapatos?

Maldito sea. Aprieto los puños conteniendo mis ganas de abofetearlo y mi enfado. Vamos Henna, respóndele cómo tu sabes. Dile algo para quedar por encima. No me da tiempo a pensar nada más. Tan sólo tengo ojos para este apuesto hombre que acaba de colocar una mano en mi mejilla y se ha acercado un poco más. Noto su cálido aliento en los labios y observo qué está esperando algún tipo de reacción en mí. Quizá incluso esté pidiéndome permiso para besarme. El corazón se me acelera y la garganta se me seca. Me pican las palmas de las manos. Me quema la piel ahí donde su mano traza círculos en el óvalo de mi mejilla. Esas mismas manos tan poderosas como para destrozar el cuerpo de un Eredeth.

—La misma mujer que ha perdido ahora el habla —comenta saboreando que ha quedado por encima de mi.

¡Por los tres Dioses, Henna! ¡Respóndele y ponlo en su lugar! Me grito todo eso en mi cabeza.

—Tan sólo me preguntaba hasta donde llega la idiotez en las suposiciones de los hombres.

Kievan eleva las cejas, algo sorprendido por mi respuesta y en lugar de enfadarse, suelta una risa tan engreída que hace arder mi sangre.

HENNA©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora