Capítulo 20.3

16.2K 1.9K 354
                                    

—¿Puedo pedirte que cojamos algo de mi habitación?

Él alza una ceja y creo que se da cuenta de que es algo que quiero recuperar de todo corazón. Lo veo cruzarse de brazos y el movimiento tensa la cuerda y hace que de un paso hacia él.

—¿Es algo con lo que quieres intentar matarme?

Sonrío y me enfado instintivamente nada más hacerlo. Aún estando rota de dolor, ha sido capaz de hacer que sonría, y lo odio por ello con toda mi alma.

—No, por desgracia no es nada así —comento airada.

Él tira de la cuerda, esta vez a posta, y lo hace tanto que nuestros pechos chocan. Los míos me duelen un poco ante el duro impacto y creo que se da cuenta porque coloca una mano en mi cadera con suavidad y me mira como si no supiese donde ubicarme. Por una fracción de segundo recuerdo su mirada en mi escote antes de desmayarme. Y como si leyese mis pensamientos sus ojos vuelven a recorrerme con la mirada y se detienen unos instantes en mi pecho. Siento una oleada de calor invadirme y me yergo.

—Por desgracia... —dice entre dientes, claramente molesto y alejándose.

Yo aún no me he recuperado de todo lo que me transmite cuando vuelve a tirar de mi, con brusquedad, para que lo siga con cuidado de no ser vistos. De la misma forma en la que lo hizo con anterioridad, me coge en peso y me coloca sobre su hombro mientras se dispone a trepar hasta lo que durante veinte años ha sido mi santuario. La luna creciente luce en el cielo cuando sin ningún tipo de problema Kievan abre la ventana de mi cuarto y me deposita en el suelo.

Un suspiro de pena se me escapa de los labios al ver lo poco que queda ya de mi habitación en tan poco tiempo. La cama está rota y todo ha sido saqueado y quemado a conciencia. Esto ha sido un ajuste de cuentas personal, y prefiero no pensar en la persona que ha podido hacer esto. Harald. ¿Qué no haría conmigo si me encontrase? Debería de haber huído nada más entender que realmente mi casa había sido tomada por otras dos. Lo que estamos haciendo es peligroso. Pueden atraparnos de un momento a otro. Aunque Kievan, algo me dice que tiene un plan si todo se tuerce y que por eso está tan tranquilo aparentemente. Horrorizada me acerco al cajón de un armario roto y lo abro. Uno de los cajones tiene un fondo falso que retiro con cuidado. Veo la caja de terciopelo verde donde guardo el broche que mi madre siempre llevaba y comienzo a rezar para que aún siga ahí. Suelto un quejido de alivio cuando lo veo. ¡Gracias a Malbak! También puedo rescatar dos libros casi derruidos, uno de ellos con especial cuidado, y un anillo que perteneció a mi hermano y que guarda un pequeño secreto en su interior que quizá me venga bien en el futuro. Mi hermano Kaspar solía burlarse de mi por mi manía de proteger las cosas que me importaban.

—¿Para qué ibas a necesitar un fondo de cajón falso? –me preguntó una vez, cuando aún vivía, en esta misma habitación.

—Una futura reina debe de estar siempre dispuesta a proteger lo suyo. No solo en épocas de guerra. Siempre.

Mi hermano me había mirado como si estuviese loca y había reído. Luego me había dicho que de protegerme se encargaba él, y yo lo había mirado mal y había puesto los ojos en blanco. Ojalá lo hubiese abrazado. Ojalá pudiese oler su aroma una vez más. Vuelvo a centrarme en el lugar donde estoy. No hay nada más que haya resistido a mi partida. Este sitio ha sido destruido y aunque decidiese encerrarme y morir aquí, jamás podría volver a ser el mismo desde que esos soldados irrumpieron en el castillo con intención de matar a mi padre. Ahora comienzo a creer a Kievan.

—Podemos irnos.

Mi voz suena tan débil que escucho como Kievan chasquea la lengua. Parece que quiere decirme algo, pero se reprime y eso llama mi atención.

HENNA©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora