Capítulo 34.2

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—Su alteza —hace una inclinación hacia Kievan, quien aparta por fin la mirada de mi, a pesar de que eso no libera el nudo en mi estómago—. Las rebeliones son cada vez más frecuentes. Sobre todo, en el norte. Los rebeldes exigen que se acelere la visita del consejo.

Los rebeldes del Norte. Imagino que son esas personas que quieren una explicación de porqué estoy aquí y que quieren que Kievan sea castigado. Se me escapa un pequeño quejido después de pensar eso. Me percato de cómo Douglas, con su sobrenatural presencia, me mira después de pronunciar esas palabras. Podría habérselas dicho en la mente, pero ha preferido pronunciarlas. Quería que me enterase. Quería que supiese que hay trifulcas y problemas por mi culpa. Que vienen a por mi. No sólo la raza humana me busca, también la licántropa.

—El consejo ya ha adelantado su visita y llegará en las próximas horas —le responde Kievan, con una tranquilidad que congela la sangre.

Noto como Ethan, Walter y Bruce se ponen tensos, y algo me dice que es por las consecuencias que Kievan va a sufrir por mi culpa. Ahora me siento mal por haberlo tratado así, pero es capaz de descolocarme tanto que la mitad de las veces no sé cómo actuar con él, y eso me hace estar a la defensiva.

—Deberías de calmar los ánimos de los nuestros —farfulla el capitán—. Quizá si les explicases...

Douglas quiere que su rey le de explicaciones a su pueblo para calmarlo. En cierto modo lo veo lógico. ¿Por qué Kievan no cede ante eso? Incluso mi hermano Kaspar iba a explicarle cosas a los campesinos de vez en cuando. Me lo quedo mirando y algo me dice que es posible que la explicación fuese a enfadar aún más a su pueblo. ¿Y cual sería la explicación? ¿Por qué me mantiene aquí en realidad?

Porque soy suya. Kievan posa sus profundos ojos negros en mi y el estómago me da un vuelco. La intensidad con la que su mirada me atraviesa me deja sin aliento. Casi soy capaz de escucharlo una vez más en mi mente, pero es un susurro tan pequeño que creo que me lo estoy imaginando.

Mía.

—Kievan... —insiste Douglas.

—Yo tan solo respondo ante el consejo. No lo olvides —le amenaza Kievan, autoritario.

Son los únicos por encima de él. Douglas aprieta los dientes y los puños, y luego vuelve a mirarme con odio antes de girarse hacia su rey, irritado.

—¿De verdad crees que vale la pena? ¿Sabes lo que estás haciendo?

Ni tan siquiera me da tiempo a analizar su pregunta. Una silla cae al suelo con la fuerza de un rayo. En menos de una fracción de segundo, Douglas está en el aire y Kievan lo tiene cogido por el cuello.

—No vuelvas a cuestionarme en tu vida si merece la pena.

Douglas está rojo de la ira, pero aún así, se las apaña por asentir con cierto temor incluso con la mano de Kievan estrangulándolo. Yo tan sólo vuelvo a sentirme pequeña en medio de seres tan poderosos y observo la escena tragando saliva con fuerza. Kievan lo suelta tras unos instantes, y sale del salón dando un portazo. Como si algo tirase de mi, me levanto rápidamente y lo sigo, no sé si enfadada, molesta, con ganas de llorar, o si queriendo cruzarle la cara, pero lo sigo a pesar de la mano de Bruce en mi codo tratando de detenerme. Me dejo guiar por la conexión que tenemos para saber que se ha encerrado en una estancia con puertas que parecen de bronce. Abro la puerta sin llamar y su gutural gruñido me hace ponerme a la defensiva.

—¿A qué ha venido eso? —le suelto sintiendo como el ambiente está muy tenso.

Kievan daría miedo a cualquiera cuando está enfadado. Y ahora lo está mucho, pero yo no soy el tipo de persona que se echa atrás en una situación como esta.

HENNA©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora