Capítulo 17.2

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Nos aguantamos la mirada y trato de hacer como que el corazón no está apunto de salírseme del pecho. Sus ojos negros parecen clavárseme en las entrañas.

— Tú castillo ha sido tomado por otras dos casas reales que han creado una alianza casando a la princesa Liza de la casa Northem con el príncipe Bruno de la casa Haakon. Tus tierras ahora son suyas, por muy poco real que te parezca.

¿Qué? El corazón se me encoge. ¿Una boda? Eso tiene muchísimo sentido para crear una alianza como bien ha dicho Kievan. Un momento, ¿me estoy creyendo lo que me está diciendo? ¡Diablos, es que tiene sentido! Conozco a Bruno porque también pidió mi mano en matrimonio hace aproximadamente un año. Y a Liza porque de pequeñas algunas veces jugábamos juntas. Ella tiene dos años menos que yo, pero siempre he admirado su belleza. Se hizo mujer antes que yo y me llevé años envidiando sus curvas hasta que la diosa Alaken y la genética me regalaron las mías. Ojalá alguien me hubiese dicho de más joven que la inteligencia y la seguridad seducen más a los hombres que un cuerpo bonito.

— En caso de que lo que digas sea verdad, mis tierras son mías indiferentemente de quien usurpe mi castillo. Yo soy la princesa suprema, que dos casas hayan traicionado a la mía no indica que todas las demás dejarán de luchar por mi mientras esté viva.

Elevo el mentón. Me deben lealtad. No pueden manchar así su honor.

— ¿Crees que vas a estar viva mucho más tiempo? ¿Acaso piensas que Harald dejará de buscarte? Ahora mismo tendrá a toda su gente desplegada por todos los confines de Sand Dark para obligarte a casarte con él o asesinarte sin que nadie se entere de que ha sido él, estoy seguro que no sin antes disfrutar de tu cuerpo.

Me da asco su última frase. Tanta, que siento la necesidad que cruzarme de brazos cubriendo el escote del vestido, aterrada por lo que me está diciendo. Y lo peor de todo es que sé que es verdad. Para alguien como Harald, que una mujer lo humille es lo peor que puede sucederle y no va a parar hasta vengarse.

— Supongo entonces que debería incluso de darte las gracias por tenerme aquí encerrada, ¿verdad? ¡Oh, misericordioso rey Kievan, gracias por secuestrarme y encerrarme en una torre! –digo con sorna y despotismo.

Nunca me he sentido más perdida. Mis palabras lo pillan por sorpresa y espero que lo enfaden. Dejo de mirarlo y miro al frente, tratando de controlarme. No le doy tiempo a responderme. No entiendo cómo ocurre, pero me siento con la necesidad de seguir hablando. Nunca antes me había pasado. Jamás habría seguido la conversación con ninguna otra persona.

— Si realmente no has sido tú, ese hombre ha matado a mi padre –mi voz está cargada de ira—. Ha ido en contra de todas las leyes y ha matado al rey supremo.

¿Por qué lo ha hecho? Cierro los ojos. Y escucho a Kievan soltar el aire de los labios. Necesito seguir hablando a pesar del nudo en mi garganta. El dolor es desgarrador en mi pecho durante unos instantes. No debería de decir nada más. Tendría que callarme y sin embargo, hago todo lo contrario. Es como si hubiese una fuerza sobrehumana que me anima a seguir hablando.

— No pueden coronarlo como rey supremo por matar a mi padre porque él tiene descendientes vivos. Yo soy su descendiente –hilo mis pensamientos en voz alta—. Si se declara de ese modo está cometiendo la mayor de las traiciones. Mucho peor que matar a mi padre. Está reclamando un lugar que no es el suyo. Y jamás será rey supremo. Yo no lo permitiré. Si yo fuese un hombre bastaría con que me matase para serlo. Pero soy una mujer. Necesita casarse conmigo para ser rey supremo, cosa que no va a suceder, y si me mata y la gente descubre que fue él, las otras siete casas reales se le echarán encima por su honor y jamás lo seguirán. Él lo sabe. Él sabe todo eso y aún así me está buscando. ¿Por qué? Le convendría más que yo desapareciese.

¿Habrá hecho Kievan algún tipo de trato con Harald? Es ridículo. Harald me quiere muerta o como su prostituta/sirvienta/esposa. Para él esas tres opciones son la misma cosa. No le compensaría que alguien me retuviese ni que se creasen rumores de que estoy aquí. Donde quiera que sea este lugar. Ambos nos quedamos callados varios segundos. No tiene ninguna lógica. ¿Acaso va a incumplir aún más las leyes y va a matarme a pesar de saber que no tendrá el apoyo de las demás casas reales? ¿Es por eso que me busca? ¿Y por qué no teme a la ley? Las ha incumplido de todas las maneras posibles, y quien hace eso, acaba decapitado.

Kievan habla al cabo de unos segundos.

-Harald va a obligarte a casarte con él. No importa lo que tú digas. Te torturará hasta que accedas.

Miro directamente a Kievan a los ojos y siento una corriente de energía atravesarme el vientre.

-Puede torturarme hasta la muerte, pero jamás me casaré con él. Nunca le daré poder. Y por mucho daño irreversible que me haga, aunque me someta a la peor de las torturas de infinitas maneras posibles, juro por mi madre que no me casaré con él.

El silencio abrumador cae sobre nosotros. Ninguno de los dos comemos. No nos movemos. Tan sólo pensamos. Incluso Harald, en su mínima concepción de lo que es una mujer, debe de saber que jamás me tendrá como su esposa, aunque me arranque la piel a tiras y me saque los ojos vendíendome a todo su ejército. ¿Qué se me escapa? ¿Qué es lo que no soy capaz de ver en todo esto?

— ¿Cómo estás tan segura de que ninguna otra casa real te ha traicionado?

Trago saliva. ¿Cuándo hemos empezado a hablar como si nos conociesémos?

— No puedo saberlo –me sincero.

Kievan parece más interesado en la conversación.

— En caso de que las otras siete casas reales cumplan su deber, estoy seguro de que todos corroborarán la idea de que te cases con uno de ellos.

En algún momento la conversación se tuerce.

— No –niego con la cabeza nada más escucharlo—. Han de obedecerme.

No puedo tener que casarme para reclamar ser quien soy. No puede ser.

— No vas a gobernar sola.

Me mira como si no le importase lo más mínimo.

—Las cosas cambian.

Y creo que yo puedo hacer que cambien aún más. Puedo gobernar perfectamente sola.

— No contigo.

Su seguridad me deja sin aliento.

— ¿Y cómo sabes eso? —pregunto desconfiada.

Con cada palabra que va a decir, siento que eso de gobernar por mi cuenta se aleja cada vez más de mi.

— Hasta ahora, las mujeres no pueden gobernar solas. Y si hubiese una posibilidad de que pudieses, por ser tú, nadie te lo permitiría después de rechazar a tantos hombres de todas las casas reales. –me deja patidifusa y tras decir esas palabras me mira de arriba abajo, con lo que creo que es maldad—. Mi deber es estar informado de lo que ocurre en todas partes, princesa rebelde.

Quiere hacerme daño con esa frase y yo no me las pienso. Mi mano se mueve sola hacia su cara para abofetearlo y a pesar de que no soy capaz ni tan siquiera de movérsela por lo fuerte que es, sí que soy capaz de ver el momento exacto en el que su rostro se crispa en un gesto de furia letal. Me levanto rápidamente temiendo por mi vida y mi seguridad mientras él grita:

—¡¿Qué demonios acabas de hacer?!

Hola personitas preciosas!!! ¿Cómo lleváis la cuarentena? Espero que estéis bien y os mando mucha energía positiva para todas. Contadme, ¿os ha gustado? ¿qué creéis que pasará? Gracias por leerme!!! un abrazo enorme!

Ig: sarahmeywriter

Fb: sarah mey libros


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