Capítulo 41.1

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No es hasta la noche cuando llama a mi puerta. Bueno, a su puerta, porque al fin y al cabo esta es su habitación. Al menos ha llamado a la puerta esta vez. No le respondo ni le digo que pase, lo cual hace que me sorprenda cuando vuelve a llamar.

—Puedo estar así toda la noche.

—Te merecerías estar así toda tu vida —le respondo de mala gana.

Odio sentir una corriente nerviosa recorrerme cuando lo escucho reír suavemente en el castillo.

—¿Eres tan rencorosa como insoportable?

—¿Te ves en condiciones de criticarme?

—Soy el rey de este lugar. Puedo hacer lo que me plazca —comenta abriendo la puerta y provocando que mis hormonas se despierten al verlo entrar una vez más con el cabello mojado.

Ha debido de darse un baño justo antes de venir a verme. ¿Cuántas veces al día se bañan los lobos? ¿Habrá vuelto a luchar?

—No conmigo —lo reto, y él en lugar de enfadarse, simplemente se acerca y se sienta en la cama.

Yo lo observo desde la silla con la que traté de romper la ventana.

—Hoy no es mi día de suerte con las mujeres, por lo que parece.

Veo cómo se cruza de brazos con una diminuta sonrisa y me enfada que bromee.

—Claro que es tu día de suerte. Si me hubieses engañado a mi como has hecho con Lya ahora mismo no tendrías esa sonrisa en la cara.

En menos de un parpadeo se ha colocado en frente de mi. Odio lo penetrantes que me parecen sus ojos negros. Muevo los dedos de los pies, nerviosa por la forma en la que me observa.

—¿Te atreves a amenazarme?

El ambiente parece afilarse. Sus ojos también. Y me da igual.

—Sí.

Nos mantenemos la mirada y el acaba resoplando y pasándose una mano por el rostro.

—Lya y yo...

—No quiero saberlo.

Y es en serio. Ahora mismo no quiero saber nada. Ni tan siquiera me debe explicaciones.

—No hay nada entre nosotros —asegura.

—Ella no parecía tan convencida.

Kievan toma aire y trata de acariciarme la mejilla, pero me aparto antes de que pueda incluso tocarme.

—Su padre es miembro del consejo y mi padre nos comprometió para no enfadarlo, pero todos saben que ella no es mi compañera. No tengo ninguna obligación respecto a ella.

Bufo sin poder evitarlo.

—¿Te acuestas con ella?

Kievan abre los ojos sorprendido por mi pregunta.

—Esa pregunta no es la adecuada para una dama y mucho menos...

No soy una dama. Pongo los ojos en blanco y él parece callarse lo que tenía que decir al escuchar mis pensamientos.

—Eso es un sí —farfullo molesta sin darle opción a volver a hablar, y en cierto modo, hago que se calle al darle la espalda y mirar por la ventana.

La abro para dejar que me dé un poco de aire en la cara, porque han vuelto a cambiar el cristal una vez más y esta vez sí que se puede abrir un poco. El fuego baila sobre los candelabros de las paredes que las sirvientas renuevan todas las mañanas. Nunca me ha gustado la oscuridad, y sin embargo, parece que he acabado conviviendo con su rey.

HENNA©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora