Capítulo 5

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—¿Te sientes mejor por ayudar a alguien que es pobre por culpa de tu familia?

Me tutea. Nadie debería de tutearme. La guardia real se le acerca con intención de pegarle e incluso de matarle, y él parece preparado para responder a todos ellos con una seguridad apabullante. Alzo una mano indicándoles que se queden quietos e incluso el extraño individuo que ha cautivado toda mi atención me observa con algo de sorpresa y desconfianza.

—No sabes absolutamente nada de mi familia y precisamente por eso, si yo fuese tú mantendría la boca cerrada.

Veo la amenaza en su rostro cuando da un paso hacia mi. Mis piernas tiemblan y me esfuerzo por mantenerlas quietas. Los guardias lo rodean rápidamente, y yo permanezco aparentemente tranquila, aunque mi interior esté reaccionando con una intensidad que no sabía ni que poseía. Vuelvo a hacer el mismo gesto para indicar a mi escolta que no se mueva. No me da miedo a pesar de que mi frase hace que su rostro se vuelva frío e inexpresivo.

—¿Es eso una amenaza?

Tengo que ocultar una media sonrisa. Este hombre es un rebelde sin lugar a dudas. Y los tiene bien puestos, aunque en cierto modo, su seguridad me sugiere que la mayor parte de los ciudadanos están dispuestos a seguirlo a él si comenzamos una trifulca, y tras una mirada rápida a los guardias que hay en la plaza, sumando tanto los que han venido conmigo como los que acompañan al coronel Hanger, estamos en clara desventaja. Elevo el mentón, indicándole que soy superior a él en rango y que debería de mantenerse callado.

Para mi sorpresa, el rebelde, voy a llamarlo así, eleva también la cabeza y su cabello brillante se mueve tras él al hacerlo. Hay algo feroz y primitivo en la forma en la que me observa. Me está analizando de arriba abajo con una lentitud turbulenta que provoca pequeñas descargas de nervios en mi cuerpo. Me cuesta respirar y la boca se me seca. Desde luego que su valentía/estupidez me tiene cautivada.

—¡Estás ante la princesa Henna, heredera al trono de Darkstone! ¡Deberías de mostrar respeto si no quieres que te cuelguen!

La voz del coronel Hanger destila odio por la actitud de este hombre, quien, por cierto, da un paso hacia él con agresividad. Tengo que admitir que su seguridad me eriza la piel. Y lo imponente que es. Jamás he visto nada igual, y eso que he conocido a grandes guerreros.

—¿Y ante quién estoy yo? —pregunto centrándome en destensar el ambiente.

Él parece algo confuso porque ante su provocación tan sólo ha obtenido una pregunta benevolente para que el coronel Hanger no tenga motivos para colgarlo.

—Mi nombre es Kievan Hunter —y hay algo peligroso en la forma en la que sus labios acarician las sílabas.

Me esfuerzo en respirar y lo observo. Parece que sus ojos están gritando algo más de lo que sus labios dicen. Kievan. Kievan Hunter. Su nombre suena tan peligroso como él. Asiento con la cabeza levemente y me cruzo de brazos. Por unos instantes puedo ver como entorna los ojos hacia mí. Su mirada es tan penetrante que tengo que tragar saliva para volver a hablar.

—Eres un hombre valiente, Kievan Hunter, pero te vendría bien recordar que la mejor batalla es en la que no hay ni heridos ni muertos.

Esa frase es de un libro que me encanta. Mientras otras princesas cosen o aprenden modales, yo leo. Quizá por eso tenga tan poca clase en comparación con otras siempre dispuestas a complacer a los reyes con sonrisas perfectamente estudiadas y miradas discretas y coquetas. Si me casase con Harald de Haakon, jamás volvería a leer. Podrían cortarme las manos si me ven con un libro. Me duele el pecho solo de pensarlo. Por su parte Kievan aprieta el mentón y me mira como si no tuviese ni idea de dónde he salido, como si me viese por primera vez, sin embargo parece recuperarse rápidamente y vuelve a mirarme con esa mirada sardónica y creída. No puedo evitar ver inteligencia en ella. En la forma en la que entrecierra los ojos. En la que provoca que sienta un revoloteo nervioso en la parte baja del estómago. Veo que va a responderme así que me apresuro a no darle opción.

—Nos vamos. —digo en voz alta mientras me doy la vuelta.

Una parte de mi se encuentra deseando que este hombre se calle, y ya no solo porque su voz logre alterarme, sino porque no quiero que le hagan daño. Gracias al Hiurake, el templo sagrado donde habitan los dioses, el sonido de mis zapatos contra las piedras de la plaza es todo lo que se escucha. Mi guardia me sigue rápidamente, pero sé que todos ellos se han quedado con sed de sangre y que no aprueban que no haya colgado o castigado a ese hombre. Sonrío. Prefiero pensar que es mejor retirarse y hacer que el sujeto se sienta ignorado a tener que matarlo por incitar al odio de los ciudadanos hacia mi familia. De hecho, acabo de darles un motivo a todos los ciudadanos para no odiarme. Cualquier otra princesa habría mandado colgar a ese hombre. El poder es poder hasta que el pueblo se revela. Y si no quiero que lo hagan, por mucho que diga mi padre o dijese mi hermano, tienen que vernos como alguien a quien seguir, y no a quien temer.

En cierto modo, yo no aprobaré jamás que se use el látigo o se torture a personas simplemente para hacer que obedezcan las leyes. De hecho, creo que las leyes deben de ser algo mutuo que beneficie tanto a la realeza como al pueblo.

Una parte de mi quiere girarse para lanzar una última mirada al apuesto rebelde, pero no quiero darle el gusto. No. Ni en diez vidas. Aunque... no voy a volver a verlo así que me giro discretamente con la excusa de que tan sólo estoy comprobando que no tienen intención de atacarnos. La garganta se me seca de nuevo y una oleada de calor me traspasa por dentro cuando compruebo que soy presa de toda su atención. Lo veo hacer una seña a alguien en señal de negación y luego intercambiamos una mirada breve antes de que yo vuelva a mirar hacia el frente. ¿Qué era eso que había en sus ojos? ¿Era malicia? ¿Crueldad? ¿Todo eso mezclado con deseo o lascivia? Me ha mirado de una forma rarísima. De hecho, creo que me estaba fulminando con la mirada y eso en el rostro de alguien con un aspecto tan peligroso como el suyo impone un poco. Tiene una mezcla perfecta entre peligro y atracción por lo devastadoramente apuesto que es. Un equilibrio que se compensa entre sus ojos oscuros e intimidantes y su boca con esa leve sonrisa engreída. De pronto tengo ganas de darle un puñetazo. Esto ha sido muy irritante pero lo es aún más que mi cuerpo reaccione cuando me estoy alejando.

Kievan Hunter. Ese nombre se queda en mi mente mientras camino sin rumbo por la ciudad. Ahora tengo que centrarme en un problema mayor que el que alguien me mire mal. ¿Dónde demonios puedo ir cuando no tengo la opción de regresar a castillo?

¿Os ha gustado? ¿Qué creéis que pasará a continuación? Gracias por leer.

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