Capítulo 29

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Las sirvientes son invisibles para la mayoría de personas. Incluso entre ellas apenas se miran porque van con prisas. Llego a la escalera que creo que da al sótano aterrada, pero controlando en todo momento mi respiración y tratando de estar tranquila para que mis pulsaciones no me delaten. No tengo ni idea de qué son estos seres, pero si pueden escuchar mis pensamientos, probablemente también las demás reacciones que tenga mi cuerpo. Nadie me ha visto, o al menos eso creo. Sin embargo, todos saben que fui yo quien prendí fuego a esa habitación. Por lo visto ahora soy la princesa rebelde pirómana. He escuchado a otras dos sirvientes llamarme así. ¡Madre mía, esto sólo parece ir a peor!

Con acritud, comienzo a bajar la escalera y me arrepiento de no haber llevado conmigo un candelabro. Con cuidado y en completo silencio, tratando de no hacer ruido, sigo descendiendo conteniendo la respiración. Misión muy difícil porque estoy hiperventilando. Sobre todo, cuando caigo de bruces y ruedo escaleras abajo.

—¡Au!

El eco es el único que me responde. Siento cuatro escalones tras de mi hasta poder detener mi caída. ¡Esto sólo me pasa a mi! ¡Merhoas! ¡Por Malbak!

Me incorporo dolorida y sigo bajando con cuidado. Esto es una locura. No voy a encontrar ningún cuadro si no tengo luz. Trago saliva y vuelvo sobre mis pasos, subiendo la escalera y mirando por la puerta que da al sótano. Hay mucho movimiento en el pasillo y veo a demasiadas personas, pero también diviso un candelabro justo en frente de donde estoy. Vale, puedo hacer esto. Siempre voy a elegir poder. Venga. Contengo la respiración y salgo como si tal cosa del sótano. Si lo hago de manera descarada puede que incluso no reparen en mí. Dirijo una mirada rápida al otro lado del pasillo y me doy cuenta de que nadie me ha ni tan siquiera mirado.

Vuelvo y cierro la puerta con cuidado y en esta ocasión bajo casi corriendo. El sótano es inmensamente grande. Horrorizada me doy cuenta de que estoy en una cripta familiar. Hay estatuas de reyes y reinas por doquier. Este lugar es muy íntimo. A la cripta de mi familia, con su precioso y enorme invernadero en el que me perdía horas, tan sólo podía entrar mi familia. Nadie más. Y ahora está en manos de otras dos casas reales. Mis pobres ancestros. Incluso los restos de Callum, el primer rey de reyes, están allí. A la mente se me viene otra leyenda que hablaba de cómo Callum pactó con los monstruos para lograr el trono supremo y mantenerlo, y tan pronto llega a mi cabeza, trato de alejarla. Lo último que necesito ahora son más leyendas que me distraigan. ¡Tengo que salir de aquí ya! ¡Que me intercambian a medianoche!

Alejo la tristeza centrándome en evocar sentimientos positivos. Una vez leí un libro donde un personaje decía que podía llegar a sentir felicidad si la relacionaba a momentos, personas y recuerdos felices. Trato de centrarme en ser positiva. Ahora no es el momento para que la tristeza me evada de mi realidad. Ahora más que nunca, tengo que estar centrada en escapar.

En este lugar no hay tan solo estatuas, también hay joyas y cuadros por todas partes, y sin saber porqué, uno de ellos que está escondido detrás de una sábana blanca que destapo con manos temblorosas, me hace frotarme los ojos y abrir la boca de par en par. ¿Qué está ocurriendo aquí? Siento como el vello de la nuca se me eriza y un escalofrío me recorre. Justo delante de mi, hay un cuadro con una joven bellísima que despierta algo en mi ¿Quién es? Me resulta tan familiar que algo en mi interior se encoge. Sus ojos son verdes, de mi mismo tono, y su cabello tan negro como el mío. ¡Por los tres Dioses! ¡Qué sensación tan extraña! Me quedo mirándola y viendo lo pálida que la han dibujado. Sin lugar a dudas, era alguien de la realeza. ¿Era o es? No sé nada de ella salvo que tengo un pellizco en la barriga al verla. ¿Por qué me siento así?

La observo sin poder evitarlo, ensimismada. Su belleza es mucho más devastadora que la mía. Hay algo en ella que el pintor ha sabido plasmar, pero en mi interior sé que se ha quedado corto. Esta mujer, sea quien sea, era mucho más hermosa en persona.

HENNA©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora