Capítulo 25

15.4K 1.4K 83
                                    

Aria no tarda en entrar en mi habitación, posiblemente alertada por los gritos. Estoy temblando de pies a cabeza y sé lo que va a pasar incluso antes de que me de tiempo a poder hacer nada al respecto. Avergonzada, vomito en la alfombra queriendo que me trague la tierra.

Aria se acerca rápidamente preocupada, y yo tan sólo cierro los ojos, deseando que todo haya sido una pesadilla. Todo mi cuerpo suda y un escalofrío helado me recorre la espina dorsal. ¿Qué ha ocurrido? ¿Por qué Marunt hablaba de tomar mi castillo?

—Su alteza, ¿estáis bien? —me pregunta al tiempo que yo dejo de vomitar.

Una respiración alterada llama mi atención mientras me limpio la boca y bebo agua, abochornada. Sé que está en la puerta sin necesidad de mirarlo. Lo siento. Es como si mi presencia notase la suya sin tener que mirar para saber que está ahí.

Los ojos negros de Kievan me penetran con violencia, pero también con preocupación. Por si mi sueño no fuese lo suficientemente verídico, la ropa en color roja, dorada y blanca que lleva y que creo que son los colores de su casa real, (si de verdad existe), está manchada por una sustancia escarlata y aún fresca que se me clava en la mirada. Es sangre. Estoy segura. Y su rostro tiene un pómulo hinchado como si acabase de pelear contra alguien. Tiemblo. Maldito sea. Incluso así, con una mejilla hinchada su belleza sigue siendo devastadora. Necesito respirar cuando alejo los ojos de él. Lo odio.

—Menos mal que ayer no hicimos nada —comenta con arrogancia.

Bastardo, pienso, y si es capaz de escuchar mis pensamientos lo grito en mi mente con rabia y fuerza para que se entere bien. ¡BASTARDO! Cierro los ojos inspirando con fuerza y soy consciente de cómo me chirrían los dientes al hacerlo. Cuando levanto los párpados me dedica una mirada glacial y dura, aunque ni por asomo me aterra tanto como mi sueño. Rápidamente otras tres sirvientes vienen para llevarse la alfombra y Kievan cierra las puertas tras ellas, pero no sin antes pedirle algo caliente a Aria para calmar mi estómago. Agradezco el gesto internamente, sin embargo eso no hace que deje de verlo como un monstruo o que mis sentimientos hacia él se vuelvan más positivos. Si él supiese que es el responsable de que esté así puede que no fuese tan amable.

Me levanto de la cama tratando de no tambalearme y lo observo. Ambos deberíamos de preguntar qué le ocurre al otro. Creo que sabemos que a ninguno va a gustarnos las respuestas. Además, ¿qué se supone que he de decirle? ¿Te he visto en sueños mientras eras una bestia y atacabas a otro hombre? Creo que me matará si lo descubre. Lo único que puedo tratar de hacer, es huir. Y a estas alturas y después de haber visto la velocidad a la que se movía dudo poder escapar de él. Además, Kievan tiene razón, ¿dónde voy a ir?

La ansiedad corroe cada recoveco de mi cuerpo, y para colmo, como si se hubiese convertido en la melodía de la casa real, los lobos vuelven a aullar en el bosque. No dan tregua. Da igual el momento del día. Los aullidos son constantes y también el frío. Tiemblo y me quedo muy quieta cuando él se acerca.

Sus pasos suenan decididos. Se detiene a unos centímetros y cierro los ojos. No quiero mirarlo. Temo que si lo miro directamente a los ojos estando tan cerca se enterará de que he visto lo que es en mis sueños. Siento su calor corporal y me doy cuenta de que ningún humano puede alcanzar esta temperatura tan fácilmente, y mucho menos en un ambiente tan gélido. Su mano se posa en mi mejilla y una descarga de calor invade mi cuerpo. Me tiemblan las piernas y me planteo si me pasa algo a nivel muscular porque ya hasta yo me doy cuenta de que no es normal tanto temblor. Me muerdo los labios. No quiero pensar. Las yemas de sus dedos acarician mi piel, de nuevo con una ternura infinita para tratarse de un hombre como él.

—Mírame —me pide.

No es ninguna orden, pero aún así, obedezco. Sus ojos captan mi atención y me miran con su típica intensidad, sin embargo en esta ocasión son impenetrables. No sé qué está pensando, pero soy consciente de que me observa y precisamente por eso bajo la mirada y la detengo en la enorme mancha de sangre que tiene en el pecho.

HENNA©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora