Capítulo 42.1

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—Voy a casarme contigo.

Su voz me atraviesa y doy un respingo nada más escucharlo.

—¡¿Qué?!

He tenido que escuchar mal. Kievan se levanta y me mira con necesidad durante unos instantes.

—Lo que has oído —me dice encogiéndose de hombros como si fuese la cosa más normal del mundo.

—¿Has bebido algo que haya afectado a lo que sea que tienes ahí? —le pregunto señalando su cabeza.

Soy capaz de ver el momento en el que Kievan se enfurece porque sus ojos parecen relampaguear. Trago saliva al verlo fruncir el ceño.

—¡Habláme así otra vez y...

—¡¿Y qué?!

—¡Y te arrepentirás!

Esa frase es común en él. Advierte y luego en realidad no hace nada. Al menos conmigo. Aún así, el rugido de su voz rebota en las paredes.

—¡¿Por qué tendré que casarme contigo?! ¡¿Por eso me arrepentiré?!

No puedo creérmelo. No puedo. Simplemente no puedo. ¡Casarse conmigo! ¡Por los tres Dioses! ¡Que desfachatez!

—Eso vas a hacerlo quieras o no.

—¿Por qué me hayas hecho formar parte de un pacto que me incumbe sin ni tan siquiera preguntarme?

—No es exactamente así, pero ten en cuenta que no puedo ser tan malo cuando tu padre confió en mi para sacarte de ahí.

La parte cauta de mi, si es que existe, me pide que me calle. La que ve un cañón y se lanza hacia él, explota. No soy capaz de asimilar lo de mi padre. No aún.

—¡¡¡¿Me retienes aquí para casarte conmigo?!!!

—Cálmate, Henna.

Quiero matarlo. Y en su rostro veo que es mutuo. La forma en la que aprieta los labios con agresividad hacen que sienta una especie de alboroto en el estómago, como nervios que amenazan con poder conmigo. Y es entonces cuando trato de reaccionar y no dejarme llevar por la rabia. Por el cúmulo de sensaciones contradictorias que me estallan en el pecho por todo lo que estoy descubriendo en tan poco tiempo.

—Nuestra boda...eso no va a suceder —farfullo tratando de calmarme.

—¿No va a suceder porque aquí, en mi castillo, mandas tú? —responde sarcásticamente.

Le aguanto la mirada, retándolo.

—Si me caso contigo, ten eso por supuesto.

Kievan suelta una carcajada cruel y niega con la cabeza, pero en su rostro puedo leer que parece divertido.

—¿Ya estás cediendo?

Entreabro la boca al darme cuenta y le doy la vuelta a lo que acabo de decir.

—Era un supuesto, no pienso casarme. Y menos contigo. Ni aunque fueses el último hombre de este mundo.

Y sé que miento en el momento exacto en el que digo la última frase. Nadie me ha hecho sentir tan viva por dentro como él. El rey del reino lobo, el señor de la oscuridad, pero ni tan siquiera soy su compañera. ¿Cómo voy a casarme con él?.

Ambos nos tomamos un instante y él se deja caer en el marco de la puerta. Lo observo. Su porte soberbio es inaguantable, pero me mantengo seria y con cara de enfadada. No pienso casarme. Y creo que no voy a cambiar de opinión hasta que escucho su voz, ahora más calmada, con esa cadencia masculina y poderosa que tan bien lo define. ¿Cómo sería ser la mujer de este hombre?

HENNA©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora