Capítulo 44

13.2K 1.3K 124
                                    


Pasan dos días en los que acabo tirándome en la cama a aguantar el dolor del brazo. ¿Cómo es posible que después de semanas me duela más que antes? Cada vez es más insoportable y ha empezado a picarme. Además estoy incómoda porque me siento sucia. Necesito bañarme. Aunque Aria, ordenada por Kievan, me haya traído agua y comida, estas cuatro paredes me asfixian y me hacen sentir débil.

Cuando estoy a punto de echarme a llorar escucho unos pasos llegar hasta la puerta. Mi corazón se acelera al pensar que es Kievan. La puerta se abre de golpe, sin pedir permiso para entrar, y una mirada de ojos profundos y primitivos se posa en mi provocando que mi sangre se caliente y mis mejillas se enciendan.

Kievan entra en la habitación. Va vestido de verde y el color le sienta de maravilla al tono de su piel. Lleva una espada tan grande en la cintura que trago saliva al verlo. No me habla. No hace nada salvo entrar en la habitación e ignorarme mientras busca algo en el armario. No veo lo que es. Tampoco lo veo sacar nada, y encima después de tomarse su tiempo con la cabeza metida en el armario dejándome mirar embelesada su espalda, se va sin ni tan siquiera dirigirme palabra.

Sintiéndome humillada por su desprecio y enfadándome por dejar que me afecte, interrumpo su salida segundos antes de que la puerta se cierre.

—Jamás diré que sí, ¿me oyes?

Me ignora y cierra la puerta tras de mi. Su indiferencia me deja en estado de shock y siento un hondo dolor en el pecho, pero también muchísima rabia. ¡¿Por qué demonios me molesta que no me haga caso?! ¡¿Cuándo me he vuelto tan absurda?!

Pasan horas hasta que se digna a volver, y en esta ocasión, parece que sí está dispuesto a hablar. Se ha peinado el oscuro y brillante cabello hacia atrás y sus pómulos me resultan aún más atractivos.

—Esto no tiene porqué ser así —me dice, y por su voz sé que se está controlando y esforzando por mantener la calma.

Debería de ser una mujer con modales, como se espera de mi, pero en lugar de eso, bufo. Este hombre me ha tenido aquí encerrada dos días y por los gritos que he escuchado fuera no me he atrevido a salir. Lya ha estado deambulando por el castillo y gritando mientras trataba de encontrarme o llegar a mi.

—Tú eres el que lo hace así.

—¿Quieres que me vaya otros dos días?

—¿Dónde debería de firmar para que lo hagas?

Lo escucho gruñir. El sonido suena atrapante en su garganta.

—Cuando digas el maldito sí quiero, antes de que sea tarde, de cara a nuestros reinos actuaremos como si estuviésemos enamorados, pero de espaldas a él puedes alejarte de mi todo lo que quieras. No pienso tomarte ni compartir lecho contigo.

Lo que dice ahora me hace arder la sangre. Ha perdido toda la caballerosidad, si es que en algún momento la ha tenido. Mi conciencia me recuerda que sí, sí que la tuvo y que he sido yo con mi propuesta la que ha hecho que lleguemos a esta situación. Pero tengo que atenerme a algo, y esas condiciones son a lo mejor que puedo hacerlo. Precisamente por eso no cedo.

—No pienso actuar como una enamorada contigo.

Cuando vuelve a hablar su voz suena furiosa pero una parte de mi sabe que se esperaba un ataque mayor después de decirme que no me tocaría. No le doy lo que quiere.

—¿Por qué ahora niegas sentir algo por mi cuando te me insinuaste hace unos días?

Me levanto, pero el dolor hace que tenga que volver a sentarme. Siempre que me duele algo más de la cuenta acabo desmayándome. Kievan se acerca a mi, y veo una sombra de preocupación en su rostro.

HENNA©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora