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°•Luciana•°

Lunes, empezar la rutina de vuelta, tremenda paja.

Odio ir al colegio, pero sé que lo tengo que hacer para ser alguien en la vida y bla bla bla, el cermon típico de mi mamá y mi papá.

—Encima, hoy tenémos matemáticas.—acotó mi hermosa mejor amiga, Sasha Luján.

Otra razón por la cual odio los lunes. La vieja de matemáticas es literalmente irritante, explica como el culo y encima se enoja cuando no entendes. La odio y me odia, es mutuo.

—Vieja soreta esa.—me queje.

Íbamos caminando a la cárcel, digo colegio, juntas cómo todos los días.

Por lo menos la tengo a Sasha, ella alegra mis días.

Llegamos al colegio y nos acomodamos a un costado a esperar que toque el timbre.

Estoy cagada de sueño wuacho, tengo que aprender a dormirme temprano.
Son las 07:40 de la mañana y yo me dormí a las 05:30, ¿alguien me pega un tiro?

Después de un ratito, llegó el, uno de los motivos por los que si me gusta venir al colegio.

Mateo Palacios.

Mi amor platónico desde los 6 años.

Acompañado de su mejor amigo, Camilo Moretti.

El amor platónico de mi mejor amiga.

Los dos tan facheros cómo siempre, bajando más de una tanga a su paso.

Mateo y Camilo viven en la misma cuadra que yo y Sasha.
Son nuestros vecinos.

Pero estamos seguras de que no saben ni como nos llamamos.

Nos encantan desde que los vimos por primera vez en el barrió, cuándo los cuatro eramos unos crios.

Desde hay suspiramos por ellos, pero a diferencia de las demas nosotras lo hacemos en silencio.
Sin necedidad de que nadie y menos ellos se enteren que nos vuelven locas.

Somos vecinos y nunca cruzamos una palabra.
Vamos al mismo curso y nunca cruzamos una palabra.

Por eso son nuestros amores platónicos, porque sabemos que nunca en la vida nos van a dar bola.

O eso creíamos.

—Tan facheros cómo siempre.—suspiro y volvió su mirada a mí.

—Exacto, vamos wacha.—la abraze por los hombros y entramos al colegio.

Anteriormente había tocado el timbre.

(...)

—Luly, ¿entendiste algo?—habló mi mejor amigo, Valentín Oliva. Dándose vuelta de su banco que está adelante de el nuestro.

—No entendí una chota.—respondí a su pregunta mirando mi carpeta frustrada.

—¿Cuántos ejercicios hiciste?—preguntó el rubio acercándose más a mi carpeta.

—Ninguno.—solté una risita.

—Dame, yo hice el segundo y el quinto, te los hago.— agarró mi carpeta.

—A mi también.— Se colo mi mejor amiga dándole la suya. Tratando de que no nos vea la conchuda de la vieja de matemáticas.

—Las dos, me deben una.—nos giño el ojo y se dio vuelta.

—Te amamos.—le dijimos al mismo tiempo.

Valen es el único amigo hombre del colegio que tenemos, ya que los demas nos parecen unos tremendos pelotudos. En cambio el es un amor.

Vive a una cuadra de la nuestra y también nos conocemos desde que somos unos críos.
Los tres somos muy unidos.

(...)

—¿Este finde te vas a la casa de tu viejo?—preguntó mi mejor amiga mientras caminabamos por los pasillos del colegio.

Estábamos en el primer recreo.

—Creo que si, ¿por?

—Para que el sabado hagamos algo, o el....

No pudo terminar de hablar, porque de un fuerte empujón cayó al suelo tirando todos los pururus de la bolsita.

La ayude a levantar y me fijé de quien venía el empujón.
Máximo Ríos, ese pibe es un pelotudo tremendo, diría que le gana a todos los demás.

—Flaco, ¿te podes fijar?—hablé con bronca.

El venía corriendo, se frenó para ver a quien había empujado, pero después sigio caminando cómo si nada.

—¿Qué?—se volvio hacía nosotras.

—Me empujaste.—habló Sasha.

—Y correte la próxima.

—Vos venías de atrás, vos te tenías que fijar. Aunque sea pedi perdón.

—Dale dale.—soltó una risita y empezó a caminar.

—Tarado del orto.—le grité y volvió a nosotras una vez más.

—No es mi culpa que ustedes sean pelotudas y no se den cuenta de que yo venía corriendo, no me rompan las pelotas.—se quejó.

—Ah bueno, ¿querés que te cage a trompadas la concha de tu vieja?—me empecé a acercar a el, mientras Sasha me agarraba para que frene.

—Para loca.—se hizo para atrás.

—¿Qué para? Te voy a llenar la cara de dedos salame, ¿quien te pensas que sos?

—¿Qué pasa acá?

Me di vuelta para ver de quien se trataba, y me quedé helada.

Mateo.

Garche Fijo ; TruenoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora