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°•Luciana•°

Me desperté con un dolor de cabeza que me está matando. Me removí un poco en la cama y abrí los ojos derrepente cuando note que no era mi cama y que no estoy sola.

Me senté en la cama, y pude ver que es Mateo.

Me lleve una mano a la frente y empecé a recordar todo lo de la noche anterior.

Después de en mi mente bárdearme en cuarenta idiomas a mi misma, por todo lo que deje que pase, decidí levantarme.

No quiero estar acá cuando Mateo se despierte. Y mucho menos quiero hablar con el, me cansé de que me trate como estúpida y se haga el que no sabe lo que me pasa.

Agarré mi celular con cuidado, no quiero hacer ningún ruido. Salí de su pieza y fui al baño a buscar mi ropa y zapatos.

Le rogué a la virgen que Pedro no estuviera despierto desayunando abajo. No quiero que me vea.

Para mí buena suerte baje y no había nadie.

Abrí la puerta principal para irme, fruncí el ceño cuando toda la luz me pegó de seco a los ojos, di una puteada y salí. Cerré la puerta y empecé a caminar en dirección a mi casa.

En este momento, y solo en este momento, agradezco vivir tan cerca de Mateo.

Llegué a mi casa y me fijé si la puerta esta abierta, y si lo está. Entré y en la cocina pude ver a mi mamá tomando mates.

—Hasta que llega la señorita...—dijo mi mamá divertida.

—Ay ma—suspire y cerré la puerta—Me alse un pedo tremendo.

—Lo puedo ver en tu cara—se rie—¿Querés que te prepare un alikal?

—Si por favor.—deje los zapatos y la ropa en el sillón y me senté en la mesa. Apoye mi cabeza en mis manos, tapándome los ojos.

—Toma bebe.—dijo mi mamá después de unos minutos y me dió el vaso con el polvito ya surtido. Seguido de eso dejo un beso en mi frente, a lo que yo sonreí.

—Gracias ma.—agradecí y me tomé todo el vaso de una.

—Que raro que vos te emborraches.—dijo mi mama frunciendo el ceño.

Mi mamá me conoce tan bien.

—Tenía ganas, pero ahora me arrepiento.—rodé los ojos.

—Tenes el pelo húmedo hija.—me tocó el pelo.

—Es que me bañé, en la casa de Mateo.—hice una mueca al acordarme de todo eso.

Si no hubiera estado en pedo, nunca habría dejado que me lleve a su casa, y mucho menos que me saque de ese boliche.

—¿Pasa algo con Mateo?—pregunto levantando una ceja. Se sentó y siguió tomando su mate.

—¿Por?—la mire confundída.

—Por la cara que hiciste cuando lo nombraste.—se encogió de hombros.

Garche Fijo ; TruenoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora