°•Luciana•°
Sentí mi celular sonar y abrí los ojos de mala gana. Puteé internamente por no haber puesto el celular en silencio.
—La concha de su madre.—musite sentándome en la cama.
Agarre mi celular. La llamada ya se había cortado.
Lo prendí y cerré los ojos haciendo una mueca cuando todo el brillo me pego directo en ellos.
Baje el brillo rápidamente y mire la hora, eran las 03:50 de la mañana.
En la pantalla volvió a aparecer una llamada entrante de Camilo.
Suspire y atendí.
—Cami son las cuatro de la mañana, ¿qué pasó?—dije apenas atendí.
—Mateo.—dijo preocupado, pasándome la preocupación a mí.
—¿Que pasa con Mateo?
—Nose que le pasa.—volvio a hablar con el mismo tono de preocupación que antes.
—¿Cómo que no sabes?—me senté en la cama—¿Que le paso Camí?
—Tiene fiebre creo.—dijo por fin y yo suspiré aliviada.
—No te imaginas el cagaso que me acabas de pegar Camilo.—lleve una mano a mi pecho.
—No sabes cómo está boluda, ya no se que hacer. Delira todo el tiempo, no se deja poner el termómetro el pelotudo. Pedrito no está y no le llegan los mensajes.
—¿Cómo no se deja poner el termómetro?
—No se deja, se mueve para todos lados. Dice pelotudeces. Me pide que te llame a vos.
—¿A mí?
—Si boluda, ¿que hago?
—¿Está muy mal?
—Y me dice que si no te llamo se tira por la ventana imagínate.
—Hay voy.
—Gracias wacha.
Corte y me levanté de mi cama con más paja de lo normal. Mateo es como tener un hijo a veces.
No tenía ganas de cambiarme, asi que me puse un buzo largo y suelto arriba del pijama, y en los pies mis crocs.
Salí de mi pieza y baje a la cocina. Tenía sed así que me tomé un vaso de agua.
Salí de mi casa y cerré la puerta con llave.
Caminé por la vereda abrazándome a mi misma. Hacia un friazon y yo estaba de shorts abajo del buzo, por lo tanto me hele las piernas.
Llegué a la casa de Mateo y golpeé la puerta.
A los segundos la abrió Camilo.—Hola wacha.—saludo y yo le di un beso en el cachete.
Entré y el cerro la puerta atrás nuestro.
—¿Dónde está?—pregunte.
—En su pieza.—respondió y ambos subimos las escaleras.
Entre a la pieza de Mateo y el estaba acostado en su cama, boca arriba, mirando muy, pero muy fijo el foquito de luz.
—Nene te vas a quedar ciego.—me acerque a el.
—Lulita.—puso su vista en mi, y con sus dos manos me atrajo hacia él, automáticamente puede sentir como todo su cuerpo estaba hirviendo.
Me aparte rápido y me arrodille en el piso a un costado de la cama.
—¿Que te pasa?—le pregunté poniendo una de mis manos en su frente, estaba realmente muy caliente y demasiado transpirado.
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