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°•Mateo•°

Estamos a punto de hacer lo que mejor nos sale, ambos en ropa interior. Cuando golpean la puerta.

Nos quedamos quietos y nos miramos fijo.

—Ah que no jodan.—dije rápidamente, Luly soltó una carcajada y uni nuestros labios nuevamente.

Volvieron a golpear e ignoramos eso completamente.

Lleve mis manos a su espalda con la intención de desprenderle el corpiño. Pero volvieron a golpear.

—La concha de su madre.—me queje, no me podía concentrar así y ella menos.

—Anda.—dijo ella suspirando.

—Me cagaron el polvo nomás.—dije con enojo levantándome de la cama y ella se rió.

Me puse mi pantalón jogging que hacía unos minutos me había sacado y arriba me quedé en cuero.

—Ya vengo—le dije a Luly y abrí la puerta de mi pieza. En el pasillo estaba Rayo así que lo alse y me metí a la pieza de nuevo—Mira quien estába ahí.—sonreí y se lo di a Luly.

Salí nuevamente de mi pieza y baje a la cocina. Golpearon la puerta de nuevo.

—¡Ya va!—grite. Sea quien sea, ya me había puesto de mal humor.

Abrí la puerta y me quedé petrificado al ver a la persona que se encontraba detrás de está.

—Priscila....—susurre incrédulo.

—La misma—sonrió y rápidamente se acercó para dejar un beso en mis labios—¿Me extrañaste? porque yo si.

—¿Que haces acá?—pregunte confundido.

—Volvi Mateito, te estuve llamando todo el día, ¿no me vas a invitar a pasar?

Así que era ella la de las llamadas.

—Matu, ¿quién era?—sentí una voz atrás mío y me di vuelta. Ahí estába Luly, con mi remera puesta y con Rayo a upa.

Priscila la miro por encima de mi hombro.

—Ah—musito—Veo que estás con tu intento, nose, ¿quince? de olvidarme.

Mire a Luly y ella la miraba sin entender nada.

—Es linda.—volvio a hablar Priscila, me estaba jodiendo lo sabía.

—Nose que haces acá, pero no quiero hablar con vos Priscila.—hable por fin.

—Te espero arriba.—dijo Luly y yo asentí dedicándole una sonrisa tranquilizadora.

Ella se fue y volví mi vista a Priscila.

—¿Cómo se llama?—me preguntó.

—Que te importa, ¿que haces acá?

—Te dije que volví—sonrie—¿Me extrañaste? se que si.

—Priscila te fuiste sin decirme nada, y te apareces después de dos años, me golpeas la puerta y me das un beso, ¿que te pasa flaca?

—Me fui por tu bien chiquito.

—¿Por mi bien? me hiciste bosta Priscila, ¿me estás jodiendo?—pregunte enojado.

—Por eso mismo, si yo no me iba, ibas a sufrir más por todo lo que hice estando acá.

—¿Te referís a haberme cagado las veces que se te dió la gana?

—Vos sabías desde un principio que era muy liberal, y aún así me pediste ser tu novia, eso ya no es mi culpa.—se encogió de hombros.

Garche Fijo ; TruenoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora