Final de Quidditch

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¡Feliz Primero de Septiembre! En unas horas estaría listo el banquete de bienvenida de no ser que las clases en Hogwarts también serán a distancia.

Sé que no es día de actualizar, pero me muero por que lean el siguiente capítulo.

Sienna estaba dormida soñando que su padre le regalaba un unicornio en un mundo de Helado de chocolate cuando se despertó con la dulce voz de Sprout ordenando que todos fueran a la sala común.

—Por su seguridad, se quedarán aquí todos juntos —les dijo seria y casi tan adormilada como ellos—. Sirius Black otra vez ha intentado un ataque a un chico de Gryffindor y haremos un rastreo.

Ahora todos sabían que el castillo estaba volviendo a ser rastreado y todo el colegio permaneció despierto en la sala común. esperando a saber si habían atrapado a Black o no. Sienna se quedó dormida junto a Cedric quien le prometió que la cuidaría mientras dormía. La profesora Sprout volvió al amanecer para decir que se había vuelto a escapar.

Los siguientes días, por cualquier sitio por el que pasaran al día siguiente encontraban medidas de seguridad más rigurosas. El profesor Flitwick instruía a las puertas principales para que reconocieran una foto de Sirius Black. Filch iba por los pasillos, tapándolo todo con tablas, desde las pequeñas grietas de las paredes hasta las ratoneras. Sir Cadogan fue despedido. Lo devolvieron al solitario descansillo del piso séptimo y lo reemplazó la señora gorda. Había sido restaurada magistralmente, pero continuaba muy nerviosa, y accedió a regresar a su trabajo sólo si contaba con protección. Contrataron a un grupo de hoscos troles de seguridad para protegerla. Recorrían el pasillo formando un grupo amenazador; hablando entre gruñidos y comparando el tamaño de sus porras.

Snape se llevaba a Sienna a su despacho los fines de semana y le enseñaba hechizos de ataque y de protección.

—Ese Lupin solo les enseña como enfrentarse a criaturas peligrosas pero no contra magia tenebrosa -le dijo Snape a Sienna cuando terminó la lección de hechizos de Ataque—... Que aprendan más con él que con el resto de los profesores que han tenido no significa que sea totalmente útil contra todo.

Sienna sabía y aceptaba que su padre odiara tanto a Lupin, pero no entendía porque se empeñaba tanto en buscar que lo despidieran. Pero sabía que preguntarle sería una pérdida de tiempo.

Neville había caído en desgracia. La profesora McGonagall estaba tan
furiosa con él que le había suprimido las futuras visitas a Hogsmeade, le había impuesto un castigo y había prohibido a los demás que le dieran la contraseña para entrar en la torre. El pobre Neville se veía obligado a esperar cada noche la llegada de alguien con quien entrar, mientras los troles de seguridad lo miraban burlona y desagradablemente.

—Ahora todos me odian y se burlan de mi —dijo entre lagrimas sentado con Sienna en las escaleras que llevaban a las mazmorras—... Malfoy le está sacando mucho partido a eso.

Ninguno de aquellos castigos, sin embargo, era ni sombra del que su abuela le reservaba; dos días después de la intrusión de Black, envió a Neville lo peor que un alumno de Hogwarts podía recibir durante el desayuno: un vociferador.

Las lechuzas del colegio entraron como flechas en el Gran Comedor;
llevando el correo como de costumbre, y Neville se atragantó cuando una enorme lechuza aterrizó ante él, con un sobre rojo en el pico.

Cogió el sobre y, sujetándolo como si
se tratara de una bomba, salió del Gran Comedor corriendo, mientras la mesa de Slytherin, al verlo, estallaba en carcajadas. Sienna se levantó y corrió detrás de él. Oyeron el vociferador en el vestíbulo. La voz de la abuela de Neville, amplificada cien veces por medio de la magia, gritaba a Neville que había llevado la vergúenza a la familia. Sienna estaba consolando a Neville mientras su desagrado por esa abuela solo iba en aumento.

La Hija de Snape  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora