La Advertencia Del Sombrero Seleccionador

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—¿Todos vieron a esa mujer, Grubbly-Plank? —pregunto Ginny—, ¿Qué estaba haciendo allí ¿Hagrid no pudo haberse ido, verdad?

—Ruego a Merlín que Hagrid esté aquí —exclamó Sienna dejándose caer sobre las piernas de Ginny al entrar al carruaje.

—No me molestaría que se hubiera marchado —comentó Luna—. No es muy buen profesor, ¿no les parece?

—¡Sí que lo es! —exclamaron Harry, Sienna, Ron y Ginny ofendidos.

Harry y Sienna le lanzaron a Hermione una mirada hostil. Ella aclaró su garganta y rápidamente agregó:

—Erm... sí... es muy bueno.

—Pues bien, en Ravenclaw pensamos que él es casi un chiste —declaró Luna sin perturbarse.

—¡Luna! —se quejó Sienna.

—Entonces ustedes tienen un sentido del humor de porquería —comentó Ron con brusquedad, mientras las ruedas debajo de ellos crujían con el movimiento y Sienna no pudo evitar pensar lo mismo que él.

Luna no molestó por la grosería de Ron; al contrario, ella lo miró por un rato como si él estuviera en un interesante libro de historia.

Rechinado y tambaleándose, los carruajes se movieron en caravana sobre el camino.

Cuando pasaron entre los altos pilares de piedra coronados con jabalís alados, colocados a ambos lados de la entrada que conducía hacia los terrenos de la escuela, Harry y Sienna se reclinaron hacia delante para intentar ver si había luz en la cabaña de Hagrid, cerca del Bosque Prohibido. Pero el terreno estaba inmerso en una oscuridad absoluta.

—¿Lo ves?

—No —suspiró Harry con pesar.

—¡Hagrid! —gritó Sienna dramáticamente sobresaltando a Harry—. ¿Dónde estás?

—¿Grubbly-Plank tampoco te quiere? —pregunto Harry.

—No —respondió Sienna—. Espero que Hagrid no esté desaparecido por culpa de Skeeter.

El Castillo de Hogwarts, sin embargo, se vislumbraba cada vez más cerca: una elevada masa de torrecillas, negro azabache contra el oscuro cielo, y aquí y allí, encima de ellos, alguna ventana brillaba resplandeciente como si estuviera en llamas.

Los carruajes tintinearon al parar cerca del escalón de piedra que conducía a la puerta de roble de la entrada. Harry salió del carruaje el primero seguido de Sienna que resbaló y cayó de rodillas, pero Ron que iba detrás de ella la ayudó a incorporarse ya que frente el rostro de Sienna se encontraba el trasero de Harry. Para olvidar lo que vio, giró nuevamente para buscar la luz de alguna ventana cerca del Bosque Prohibido, pero definitivamente no había señal de vida dentro de la cabaña de Hagrid. De mala gana, porque su esperanza se había desvanecido, desvió sus ojos hacia las criaturas esqueléticas, paradas tranquilamente en el frío aire de la noche, con sus vacíos ojos blancos brillando.

—Hola —les dijo Sienna.

—Vamos, Sienna —dijo Ginny mirandola gon gesto divertido. Como si hubiera visto lo que Sienna tenía enfrente antes de que Ron la ayudara.

—Eh... sí —respondió Sienna rápidamente, y ambas, junto con Luna que las seguía lanzandole miradas de reproche a Hermione. Se unieron a la multitud de gente que desesperaba por subir al castillo. El Vestíbulo de Entrada lucía antorchas flameantes y los pasos de los estudiantes cruzando el piso de piedra por la puerta de la derecha provocaban un resonante eco. Todos se dirigían al Gran Salón y hacia la fiesta de comienzo del curso.

La Hija de Snape  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora